María, sANDRA Y aNTONIO, DE LEMOA. "Siempre que podemos venimos para comprar cordones y hemos aprovechado para probar los macarroncillos", dijo Sandra, quien además cogió cordones para la familia y amigos.

HAY cosas que nunca cambian a pesar de que transcurran muchos años. Las tradiciones siguen vivas gracias a aquellas personas que las mantienen a flote y cientos de vizcainos demostraron ayer que las costumbres hay que conservarlas.

"No fallamos ningún año. De hecho, siempre nos las arreglamos para poder venir aquí y comprar cordones para toda la familia", indicó María Asunción, una bilbaina que, como cada año, acudió a la Iglesia de San Nicolás a celebrar la festividad de San Blas. "Hemos aprovechado y también hemos comprado rosquillas y caramelos bendecidos, para cuidarnos la garganta y sobre todo ahora, porque con todo lo que se ha montado con la gripe...", dijo Asunción, esperanzada de pasar el invierno libre de virus.

"No dejará de existir" La mayoría de las personas que acudieron ayer a celebrar la festividad de San Blas no se fueron sin su cordón ni sin entrar en la iglesia. "Lo que hacemos es entrar y rezar. Después compramos los cordones y las rosquillas y nos vamos a tomar unos vinos a los bares de la Plaza Nueva", indicó Augusto, un hombre de 81 años que acudió ayer a celebrar la tradición acompañada de su hija Susana. Cree, además, que mientras "haya fe nunca se perderán todas estas tradiciones". Sin embargo, Augusto reivindica que "a día de hoy todo el mundo dice que no es creyente, pero este tipo de fiestas siempre están llenas, así que creo que aunque la gente diga que no cree en nada, en el fondo en algo sí que lo hacen".

Otra de las personas que no quiso perderse el festín generado junto a El Arenal fue la familia Sánchez-Martínez. En grupo, ojearon puesto por puesto para ver la calidad de las rosquillas. "Siempre las eligen los más peques", dijo Sandra, una de las madres del grupo. Igor no aguantó las ganas y según su madre le dio el paquete de rosquillas, lo abrió. "Están muy ricas, como siempre", dijo, antes de bromear valientemente: "En casa nunca salen así".

Fue difícil la labor de encontrar a jóvenes entre la multitud de personas aglomerada en el Casco Viejo, pero no fue imposible. La cuadrilla de Igor se cobijaba del sol bajo un toldo. "Estamos eligiendo el color del cordón para dárselo a nuestras amamas", dijeron. Y luego empezó la fiesta. "Solemos ir de ronda por el Casco Viejo porque siempre hay mucho ambiente y después vamos a comer a la Plaza Nueva. Todos los años seguimos este ritual y esperamos que nunca se rompa", dijeron esperanzados entre risas esta cuadrilla bilbaina de treintañeros.

Itsasne y ekain, de bermeo y bilbao. Les pilló San Blas "de casualidad", pero aprovechando que ambos tenían el día libre dieron una vuelta por los puestos. "Teníamos que ir al médico y hemos aprovechado".