BILBAO. Kontxi todavía recuerda sus noches a la intemperie. “Es muy duro, no duermes”, rememora. Veía las luces que iluminaban los hogares de otras personas a través de las ventanas, “los árboles de Navidad”, y se preguntaba cuándo tendría ella esa oportunidad. El 11 de diciembre está marcado a fuego en su memoria: fue el día en que le ofrecieron la posibilidad de entrar en una vivienda. Al día siguiente. “Pero si no tengo mantas ni nada”, respondió ella. “Ahora mi casa es mi familia, por eso la cuido y la mimo. Forma parte de mi vida, es lo que tengo”, reconoce, emocionada.

Como ella, 18 personas son usuarios hoy en día del programa Habitat Bizkaia, que se basa en ofrecer una vivienda como punto de arranque para el proceso de inserción de personas en exclusión social grave. Según informó ayer la diputada de Empleo, Inclusión Social e Igualdad, Teresa Laespada, la evaluación de este programa tres años después de su puesta en marcha concluye que se están alcanzando la mayoría de los objetivos de incremento de calidad de vida, integración y apoyo social a estas personas en exclusión residencial grave. Además, han aumentado sus habilidades sociales y aceptación comunitaria, lo que redunda en una notable reducción de su conflictividad social. “Es, además, más eficiente porque consigue más con menos”, apuntó Laespada. Y es que, frente a un coste de 135 euros por persona y día en un centro residencial, este programa supone un gasto de 35 euros por persona y día.

Jorge vivía con miedo antes de entrar en Habitat. “Siempre de aquí para allá, de albergue en albergue, y si no, en cajeros. Quería salir de ahí, no aguantaba más”, rememora. En su caso, el 9 de agosto de 2017 marcó un punto de inflexión: fue el día en que entró a vivir a su casa. “Cuando recibí la primera foto de la casa no me lo creía, pensaba que me estaban engañando. Esto me ha dado la vida, he salido de la oscuridad en la que estaba metido”, destaca. Para Luis, dos años después, el cambio ha sido “total. Es lo que siempre había deseado: tener una vivienda y ser responsable. He crecido como persona. Cambiar no es fácil; todavía no he terminado, pero por primera vez en mi vida puedo decir que tengo la mayor parte limpia”. David vivía en la calle, “tirado, comiendo lo que podía”. Su casa le permitió salir de ella “con una meta” y habla con un cariño infinito sobre los trabajadores sociales que trabajan en el programa, “que te apoyan y te ayudan en todo lo que pueden”.

El programa tiene actualmente 18 usuarios, tres de ellas mujeres, que se encontraban en situación de muy alta exclusión social. “Hemos trabajado con los perfiles más difíciles”, señaló la diputada. Solo cuatro personas han tenido que salir del programa: dos porque sus problemáticas de salud mental y drogadicción no les han permitido adecuarse a él y otras por sus limitaciones de movilidad y deterioro físico. “El programa está dando muy buenos resultados, pero no se adecúa a las necesidades de todas las personas sin hogar”, reconoció Laespada. El acceso al empleo ha sido donde menos avances se han registrado. “Tienen baja empleabilidad porque vienen de un deterioro enorme”, explicó, para añadir que se busca primero su estabilidad y la superación de sus problemas de salud mental o drogodependencia para poder abordar después su inserción laboral.

El programa cuenta con 19 viviendas unipersonales en Bilbao, Erandio, Leioa, Getxo y Berango. Según explicó la responsable foral, los usuarios sufragan en mayor o menor medida parte del coste de las viviendas y la intervención, a través de sus propios ingresos como la RGI, “e incluso herencias en algunos casos”. “Es una forma de que ellos mismos se responsabilicen”, destacó.