Algunos sorprenden por su tamaño, otros presumen de nombre y también los hay que son escurridizos, desagradables e inoportunos, tímidos, cautivadores e incluso según el caso, son capaces de transmitir una acelerada sensación de canguelo a quien se los cruza en el cementerio de Bilbao. Allí habitan desde hace años, alejados del ruido y de la presencia humana, más de sesenta animales y un centenar de árboles, arbustos y plantas herbáceas.

Una rica y valiosa flora y fauna que ha convertido a este espacio en un ecosistema viviente único. La mayoría son insectos y aves, algunas residentes a tiempo completo y otras de paso, según la época del año. En total, según el último censo, más de 40 especies de vertebrados y casi una treintena de invertebrados han encontrado en el cementerio de Bilbao un lugar más que apropiado para vivir y reproducirse, o simplemente descansar en su migración a otras tierras.

Reducir tiempos de siega

El silencio es un elemento clave para que esa conexión entre el mundo terrenal y el del más allá sea una realidad. Eso, y que los efectos colaterales de la actividad humana son muy pocos en esta infraestructura dedicada al descanso eterno. La renaturalización de varias zonas del cementerio también ha contribuido a que insectos, arañas, pájaros, mariposas,..., campen a sus anchas por distintas áreas del camposanto. Algunos, debido a su modesto tamaño, pasan inadvertidos. Otros no, como las urracas o los cuervos, chillonas y parlanchines.

La decisión de reducir los tiempos de siega de las praderas del cementerio dejando que el césped evolucione hacia prados, responde a una importante estrategia de conservación ecológica.

Equilibrio de la biodiversidad

Tampoco los felinos se esconden por entre los pasillos y manzanas que distribuyen los flujos humanos. No tienen necesidad de hacerlo dada su sociabilidad. Además, cumplen su papel como guardianes de la biodiversidad. Y lo mismo hacen las aves que, anidan y revolotean por entre sepulturas y árboles, pero que también cazan al vuelo a sus vecinos los insectos. Asimismo, reptiles como la lagartija roquera desempeñan un papel esencial en el equilibrio de estos ecosistemas domésticos.

Todo ello hace que sea un cementerio vivo, “una isla donde la diversidad biológica local” está más que presente. Hace poco más de un año, en octubre de 2024, Bilbao Zerbitzuak -entidad pública dependiente del Ayuntamiento encargada de la gestión de esta infraestructura- creaba en la campa más cercana a la manzana 39 un jardín de vida silvestre que ya es un auténtico santuario de insectos, aves y anfibios. El minizoo fue fabricado en un lugar alejado de las vías de tránsito habitual del cementerio.

Evitar extinción de especies

De hecho, no existe acceso directo para preservar, precisamente, la intimidad de la fauna que habita en este espacio mimetizado con la flora que crece a su alrededor. Allí fueron instalados un estanque para anfibios, dos fuentes para que los animales puedan beber y refrescarse, varias cajas-nido para aves y un par de ‘hoteles’ o refugios de insectos. La misión era -y sigue siendo- atraer, fomentar y ayudar al desarrollo y establecimiento de la biodiversidad local. Y de paso, evitar extinciones de especies en áreas específicas.

Ejemplar de colirrojo descansando en el interior del cementerio de Bilbao. B.U.

“El objetivo es crear una isla donde la diversidad biológica local se enriquezca y los insectos, entre multitud de otros animales, encuentren un lugar idóneo donde vivir”, precisaban desde Bilbao Zerbitzuak, organismo que ha publicado en los últimos años un par de libros divulgativos que dan cuenta de ese amplio catálogo de seres vivos que habitan el cementerio.

El último, elaborado por el biólogo Markel Montaño, estaba dedicado a la fauna; el primero lleva la firma de otra bióloga local, Irene de Prado, y es una recopilación de fichas ilustrativas en este caso de árboles (una treintena), arbustos (otra treintena) y plantas herbáceas (una quincena) que pueblan el camposanto.

Vertebrados

Abubilla común, agateador europeo, alcaudón dorsirojo, autillo europeo, avión común, bisbita pratense, buitre leonado, busardo ratonero, carbonero común, cigüeña blanca, cistícola buitrón, colirrojo tizón, cuervo grande, curruca capirotada, escribano cerillo, espátula común, estornino negro, estornino pinto, gato doméstico, golondrina común, gorrión común, jilguero europeo, jilguero lúgano, lagartija roquera, lavandera blanca, milano negro, mirlo común, mosquitero común, paloma bravía, paloma torcaz, papamoscas cerrojillo, petirrojo europeo, pico picapinos, pinzón vulgar, rana común, reyezuelo listado, serín verdecillo, tarabilla europea, tórtola turca, urraca común, vencejo común, verderón común, zorzal común.

Invertebrados

Abeja de la miel, abejorro común, araña de jardín europea, araña tigre, atalanta, avispa común, blanca esbelta, blanquita de la col, canela estriada, caracol europeo de jardín, cardera, cervantes, coleópteros, colías, duende naranjitas, esfinge colibrí, ícaro, loba, lobo jaspeado, macaón, maculada, mariquita de siete puntos, medioluto norteña, nádaye, ocelada común, odonatos, ortópteros, perlada violeta.

Árboles

Árbol del amor, arce real, avellano, cedro del Himalaya, ciprés común, ciruelo-cerezo, encina, falsa acacia, falso ciprés de Lawson, higuera de Voguel, laurel, limonero, magnolia, manzano de flor, mimosa, moral, nogal europeo, olivo, olmo, palmera canaria, peral de flor, pícea del Colorado, pino resinero, roble común, secuoya gigante, tejo, tuya del Canadá.

Arbustos

Abelia, acebo, agave amarillo, árbol de la vida, árbol de las anémonas, árbol del cepillo, azalea, camelia, celinda de espigas, espirea de Japón, fisocarpus, forsitia, fotinia, gaura rosa, griñolera lechosa, hiba, hortensia, lavanda, loropétalo, manuka, naranjo mexicano, olivilla, romero, rosa rugosa, sanguino, veigela, viburno de China, yuca.

Plantas herbáceas

Agapanto, ala de ángel, amapola de California, cala de Etiopía, clavelina de pluma, coreopsis, equinácea púrpura, geranio, heleno de otoño, hierbabuena, margarita del Cabo, ojo de gallo, oreja de conejo, salvia.



Vista panorámica del camposanto de Bilbao. B.U.

El ciprés común no podía faltar en ese catálogo. Su presencia no pasa desapercibida. De hecho es la especie de flora más frecuente y se encuentra esparcida por toda su superficie. Más modesto es el árbol del amor, visible en las manzanas 30 y 64, pequeño pero con grandes hojas acorazonadas y vistosas flores de un rosa intenso. No es el único que colorea los pasillos del cementerio de Bilbao, cuyas instalaciones se extienden entre Derio y Zamudio, según la estación: ciruelos-cerezos, perales de flor, magnolias y mimosas “celebran la vida, dejando impresionado a todo el que pasea por los jardines del camposanto bilbaino en cualquier época del año”.

Animales y árboles, en el tránsito

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Y es que, como en más de una ocasión ha dicho Álvaro Pérez, presidente de Bilbao Zerbitzuak, los cementerios no tienen por qué ser lugares tristes única y exclusivamente, si no espacios que sirvan para recordar que la vida sigue. Y que además del interés arquitectónico, artístico y paisajístico que encierra, también posee una diversa vida animal que lo visita y lo habita. “Desde tiempos inmemoriales hemos considerado a los animales compañeros de viaje en el tránsito de la vida a la muerte”, se resume en el volumen dedicado a la fauna.

No es la única lectura que vincula el mundo del más allá con este del más acá, que se abre a la vida en un camposanto como el de Bilbao. En el libro que repasa la flora presente en este espacio se dice que “desde la antigüedad, la vinculación entre enterramientos y árboles ha sido una constante basada en la creencia de que la inmortalidad de los árboles servía de cobijo para el depósito de las almas. Estas, a través del tránsito de la savia, se elevaban desde las profundas raíces de la oscuridad hacia las altas ramas en busca de la luz y el cielo”.