De la tumba de Pichichi a la de Casilda Iturrizar o Martina de Zuricalday, recorrer el cementerio de Bilbao es rememorar la historia de la villa; aquí se han grabado películas como la recién estrenada Los Muértimer o series como 30 monedas, de Álex de la Iglesia. Sin olvidar el valioso patrimonio arquitectónico y escultórico, en forma de capillas, como la de la familia Chávarri, la más alta del camposanto, cuyo nombre es, curiosamente, Vista Alegre. Una riqueza que el Ayuntamiento trata de dar a conocer entre la ciudadanía a través de conciertos, como el que tendrá lugar el sábado 7 de septiembre, a las 12.00 horas; visitas guiadas o concursos de fotografía, pintura al aire libre y cortometrajes.
¿Tienen éxitos los conciertos o se sigue teniendo respeto al espacio?
—Solemos rozar el lleno. Gracias a las visitas guiadas hemos conseguido que el cementerio sea más conocido pero tenemos que trabajar más para que la gente se atreva a participar en estas actividades culturales. Estamos yendo a más y queremos ser aún más optimistas: incluso llegar, como hemos hecho este año con el festival de cortos, hacerlos fuera, en los propios soportales.
Choca que sean en un cementerio.
—Hay dos razones. Una es dar a conocer el propio cementerio. Una persona cuando va es porque, tristemente, ha perdido a alguien, y queremos que vaya también porque quiere conocerlo. Y la otra es poder hablar de la muerte sin tabú, quitarle esa connotación negativa, de lugar que da miedo.
“Las visitas teatralizadas son la joya de la corona: empezamos con unas pocas y hemos tenido casi que duplicarlas”
¿No puede ser solo un cementerio?
—Perderíamos una esencia de Bilbao: nuestro cementerio nos cuenta nuestra historia. Este data de 1902; ahí está Casilda Iturrizar, Pichichi... pero también vidas anónimas que es importante conocer: tu primo, el abuelo de un amigo... Si lo dejamos en el olvido, también quedan en el olvido todas sus historias.
¿Estas actividades no suponen una molestia para las personas que van buscando un momento de recogimiento e intimidad con los allegados que les faltan?
—Alguien nos preguntó si buscábamos la provocación con el festival de cortos; todo lo contrario. A día de hoy no hemos recibido ni una queja. Todo se ha hecho de forma respetuosa y con mucho cariño: el 90% de las actividades son en la capilla, con lo que no interferimos en el día a día. Incluso durante el concurso de pintura al aire libre cada participante está en una esquina, tranquilamente. No hacemos ninguna actividad que sea molesta y todos los participantes han sabido dónde están. Nunca hemos tenido que intervenir porque se estuviera yendo de las manos, ni en el festival de cortos ni en la prueba de orientación.
¿Tenemos un pequeño tesoro que nadie conoce?
—Diría que es una gran joya; hay obras de Quintín de la Torre, un arquitecto de mucho renombre. Desde 1902 muchas familias han erigido sus panteones, monumentos y esculturas que no tienen ya relevo y estamos restaurándolas para darlas a conocer como institución. Tenemos un patrimonio artístico fantástico, funerario en este caso.
En muchas ciudades es habitual visitar los cementerios, como el de Père-Lachaise, en París.
—Así es, muchos están incluidos en las rutas turísticas. Aquí tenemos nuestro pequeño hándicap porque, aunque está bien ubicado, no está en Bilbao. Por eso seguimos haciendo campañas para que la gente lo conozca. En Begoña, por ejemplo, hemos retirado los cuerpos y se va a habilitar como zona para la ciudadanía.
¿Cuál es su rincón preferido?
—Personalmente, la vista según entras: la capilla central y la bóveda me parecen increíbles. Para mí, lo mejor pasear y perderte por él.
Lo decía antes, historia de la villa.
—Por eso las visitas guiadas tienen tanto tirón: hacemos temáticas de personajes ilustres, mujeres ilustres, simbología, arquitectura...
¿Cuáles son las más demandas?
—Sin duda, las teatralizadas, que son la joya de la corona: jugamos con la noche, con una pequeña vela simbólica. Son dos horas que se pasan volando. Y el recorrido es totalmente accesible. El año pasado planteamos unas pocas porque quisimos ser cautos y ver cómo funcionaba, y hemos tenido que duplicar casi.
¿Y sus preferidas?
—Mi ojito derecho es el festival de cortos. También son bonitos los concursos de fotografía y de pintura que se hacen en primavera, y que están dando pie a un archivo fotográfico y una pinacoteca muy interesante. Los estamos almacenando y puede dar pie, en un futuro, a otras acciones, como una exposición. Año a año se van consolidando.
Así como nosotros vamos a visitar los cementerios de otras ciudades, ¿los turistas que vienen a Bilbao también se acercan a este?
—Sí. Va gente de Madrid, Cantabria, y también extranjeros. Me ha sorprendido, la verdad, no esperaba que pudiera tener ese tirón... Y el cementerio está preparado para recibir esas visitas, con paneles, audioguías y una visita virtual a través de la web.
Las actividades se concentran de marzo a octubre.
—Sí, aprovechando el buen tiempo. De aquí a final de año nos quedan este concierto y otro por Todos los Santos, y también vamos a presentar un libro sobre la fauna del cementerio, con un QR que te permite reproducir sus sonidos.
¿Habrá alguna novedad?
—Le estamos dando vueltas. Siempre intento que haya algo nuevo pero es complicado porque, como hemos dicho, no deja de ser un cementerio. No veo un concierto heavy.