Artxanda vive una transformación. Lo que durante años fue una de las zonas más tranquilas de Bilbao se ha convertido en el epicentro de un esperanzador plan de revitalización urbana. Tal como adelantó DEIA, el monte se encuentra inmerso en un proceso de cambios estratégicos para potenciar su atractivo turístico y su uso ciudadano.

Las obras de mejora en la estación del funicular, inauguradas el pasado julio, fueron solo el primer paso. A ellas se suman ahora nuevos proyectos, como el parque de aventuras -actualmente en fase de desarrollo- o la instalación de la primera pista de pickleball del municipio.

Transformación urbana

Sin embargo, no todo son aplausos. Vecinos del barrio agradecen los esfuerzos en transformación urbana, pero recuerdan que es esencial mantener la escucha con los residentes. "Actualmente existe, un problema de movilidad", señala Aurelio Medina. “El funicular tiene un horario limitado, los autobuses pasan con poca frecuencia y cada vez es más incómodo aparcar, especialmente durante la temporada turística. Se ven más furgonetas, más campers, y los residentes nos sentimos desplazados”. Vecinos proponen, incluso, la implantación de una OTA específica para residentes, que regule el estacionamiento y evite el colapso.

La preocupación vecinal no es menor. A medida que crece el interés turístico, también lo hacen los inconvenientes cotidianos. “Por la noche el barrio queda totalmente desconectado, y eso puede provocar robos o inseguridad”, advierten algunos residentes. Otros señalan que las obras recientes han causado filtraciones de agua en algunas viviendas.

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Pese a las quejas, los vecinos reconocen que la nueva etapa también ofrece oportunidades. “El parque de tirolinas es una buena idea, siempre que se gestione con cabeza y se tenga en cuenta al vecindario”, apunta María Larrinaga, otra residente. La combinación entre ocio y naturaleza podría situar a Artxanda como un referente del turismo sostenible en Bizkaia, siempre que la planificación incluya un equilibrio real entre visitantes y residentes.

El futuro del monte bilbaino se juega, por tanto, en esa delgada línea entre el progreso urbano y la convivencia vecinal. Artxanda quiere ser un lugar moderno y abierto. Pero sus vecinos piden, simplemente, no quedarse fuera de ese futuro.