El Bilbao BBK Live es, sin duda, uno de los eventos musicales más esperados del verano. Cada año, miles de personas ascienden hasta Kobetamendi para bailar, cantar y disfrutar de un cartel que reúne a algunos de los artistas más relevantes del panorama internacional.

Pero el festival va mucho más allá de los conciertos. En sus caminos de tierra, entre carpas y luces de neón, se esconde un universo paralelo de experiencias, juegos, sorteos, comida y descanso. Una dimensión donde lo importante no es solo la música, sino también el vivir.

Una de las paradas imprescindibles para quienes buscan un respiro entre conciertos es el espacio Repsol. Este rincón está pensado para el relax total; pufs mullidos donde estirarse, una piscina de bolas para sumergirse como si el tiempo se detuviera, y un pequeño puesto de maquillaje donde el público puede ponerse a punto o simplemente dejarse llevar por la fantasía.

"Queríamos crear un lugar donde la gente pudiera recargar energías sin dejar de divertirse", comenta Maialen Gutiérrez, responsable del stand. "Y viendo cómo se lanzan a la piscina de bolas, creemos que lo hemos conseguido".

Actividad dinámica

Unos metros más allá, el stand de Vueling propone una experiencia completamente distinta. Allí, los asistentes se adentran en una especie de cápsula transparente donde se sueltan globos al aire. Dentro, la misión es clara, atrapar uno. La dificultad está en que los globos vuelan por todas partes y no es tan fácil cazarlos. Las recompensas son, distintos premios, desde merchandising exclusivo hasta cupones de descuento. "Aquí todo el mundo sale con una sonrisa, incluso si no atrapan nada", afirma entre risas Iker, uno de los dinamizadores del espacio. "Es como una pequeña aventura dentro del festival".

El Gobierno vasco, por su parte, ha apostado por una doble presencia en el festival. Por un lado, el espacio Ahots Batuak, una propuesta divertida y didáctica donde se mezcla el azar con los idiomas. Una ruleta marca el número y el color donde el número determina una frase que hay que decir en un idioma concreto (euskera, castellano, inglés...), y el color te lleva directo al Twister, donde el juego se convierte en conexión, risa y movimiento. El otro espacio, más informativo pero igual de necesario, simula una vivienda real y ofrece asesoramiento sobre el alquiler juvenil.

En cuanto al merchandising, el festival ha habilitado un espacio oficial donde no solo se venden productos del propio BBK Live, como camisetas, sudaderas, bolsas, gorras o botellas reutilizables, sino también prendas exclusivas de los artistas que actúan en esta edición. Así, quienes son fans de bandas y cantantes pueden adquirir productos oficiales directamente en el recinto, sin necesidad de buscar por internet ni esperar envíos. Este detalle convierte la experiencia en algo aún más tangible y coleccionable.

Posiciones estratégicas

Y para reponer fuerzas, la oferta gastronómica no se queda atrás. Los food trucks han tomado posiciones estratégicas por todo el recinto y ofrecen un abanico de opciones que va desde hamburguesas y bocatas hasta noodles, perritos calientes y pizzas. "Vendemos más de 300 hamburguesas por noche, y aún así la gente sigue haciendo cola con una sonrisa", cuenta entre fogones Pedro Valiente, cocinero de uno de los camiones más concurridos. "Aquí se come con prisa, pero se disfruta como si estuvieras en un restaurante con vistas al mejor escenario del mundo".

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En definitiva, el Bilbao BBK Live ha sabido construir una experiencia que va mucho más allá de la música. Mientras las guitarras suenan en los escenarios y las luces inundan la noche, miles de personas viven una experiencia global donde el entretenimiento, la creatividad, el descanso y la interacción se combinan para crear algo único. Porque sí, hay conciertos espectaculares, pero también hay pufs, ruletas, globos, maquillaje, productos únicos, conversaciones inesperadas y, por supuesto, buena comida. Y todo eso también es parte del festival. También es parte de vivirlo.