Las abundantes lluvias caídas durante el mes de diciembre pusieron en jaque a los servicios de emergencias de Bilbao, que tuvieron que desalojar de madrugada a una comunidad de los vecinos de Betolaza por el desprendimiento de una ladera. Sin embargo, estas actuaciones de carácter urgente, en un botxo amurallado por fuertes pendientes, no suelen ser habituales. El Ayuntamiento de Bilbao controla actualmente 319 taludes distribuidos, principalmente, por el perímetro de la ciudad mediante una labor preventiva a través de la que todos se inspeccionan, al menos, una vez al año. Se trata de una tarea que es más exhaustiva en función de la gravedad del terraplén inventariado, de forma que aquellos de riesgo muy alto se inspeccionan una vez al mes. En los últimos seis años, el Consistorio se ha visto obligado a a estabilizar medio centenar de taludes.

Así lo concreta José Luis Azpiazu, director de Servicios, quien apunta que “los taludes más críticos siempre están en las laderas con más pendiente, allí donde se va subiendo más de cota”. En ese sentido, apunta que aquellos que más problemas pueden provocar al Consistorio son los que están “más al sur, también porque por la orientación pueden provocar problemas en los drenajes”. El número de taludes registrados en la ciudad apenas varía. “El inventario se hizo exhaustivamente, aunque siempre queda alguno que puede aparecer”, reconoce Azpiazu en relación a infraestructuras que son cedidas a la administración municipal. “Como, por ejemplo, cuando la Diputación nos traspasa un tramo de carretera, lo que lleva aparejadas todas sus afecciones”, evidencia el técnico.

“Cuando llueve es cuando más se detectan las afecciones porque suelen provocar daños”

José Luis Azpiazu - Director de Servicios

El área de Obras Públicas y Servicios ha catalogado cada uno de estos taludes en función de cuatro niveles de riesgo: bajo, moderado, alto y muy alto. Y la periodicidad de inspección viene determinada por dicho nivel, que está definido por parámetros geotécnicos de existencia o no de inestabilidad, afección a terceros que pueda suponer... “A partir de ahí se hace más o menos vigilancia, que puede ir desde cada 30 días a cada año, para que los taludes se revisen, al menos visualmente, una vez cada año”, explica José Luis Azpiazu, quien concreta que los taludes no se desclasifican, pero pueden rebajar su riesgo. “Es algo muy vivo. Puede ocurrir que un talud que consideramos que tiene un riesgo bajo-moderado tenga una grieta por la que va filtrando el agua y no drene bien. Si hay que hacerlo prioritario porque vemos que tiene una gran afección intervenimos rápidamente”, señala.

En ese sentido, recuerda que cuando el riesgo es muy alto, se actúa sobre ellos a través de los servicios municipales de Viabilidad o de Saneamianto. Sin embargo, cuando el riesgo es alto o moderado, hay margen para preparar un proyecto de inversión para su licitación. El año pasado, por ejemplo, uno de los taludes en los que se intervino a través de una adjudicación fue aquel que afectaba directamente al bidegorri entre Olabeaga y Zorrotza, tras un desprendimiento del terreno ocurrido a finales de 2021. “Ahora estamos interviniendo en Artasamina, en Los Mimbres, en Kastrexana...”, enumera el director de Servicios.

Monitorización

Prácticamente todos los años se actúa en taludes. En ese sentido, desde el área apuntan que el cambio climático, que provoca lluvias intensas y de corta duración, puede incidir en las intervenciones. “Cuando llueve es cuando más se detectan las afecciones de los taludes, porque suelen provocar deterioros en los drenajes de los terrenos, que es lo que más daño suele provocar. Cuando hay una grieta en un talud y no drena bien, se producen corrimientos de tierra, que es lo que hace que sean inestables”, explica José Luis Azpiazu, quien corrobora que después de un periodo de lluvia, en aquellos suelos de roca “muy meteorizada” es posible que se aumente el riesgo. En ese sentido, revela que no todos los taludes están monitorizados, por lo que cuando se percibe que pueden tener daños primero se lleva a cabo un control visual y, después, una auscultación.

El Ayuntamiento cuenta con un equipo de geólogos e ingenieros dedicados expresamente a este cometido. Y, ante previsiones de tiempo anómalas, se intensifica la inspección más allá de la planificación anual. En ese sentido, desde el área de Obras Públicas y Servicios detallan que hay diferentes metodologías de intervención. “Cuando se considera preciso una monitorización para evaluar la evolución, se realiza una auscultación, bien a base de piezómetros, inclinómetros, fisurómetros y clinómetros”, explican, utilizando términos técnicos. “Cuando se trata de un problema de saturación de suelos, se realizan actuaciones de drenaje. En taludes en roca, lo habitual es la disposición de mallas bulonadas, e incluso gunitadas. Mientras que en taludes en suelos viene siendo habituales la disposición de escolleras y el tendido de los mismo. Pero todo depende de la tipología del talud, dimensiones, afecciones...”, apostillan.

En todo caso, la afección que puede provocar el talud a la ciudadanía también determinará el grado de riesgo y la celeridad en la actuación. En esa línea, el director de Obras apunta que en los últimos taludes que se ha tenido que intervenir no se han generado daños materiales. “El control que se lleva desde el servicio de Saneamiento determina si hay alguna afección a la circulación temporal, para poner una escombrera o hacer un drenaje, o si quizás se haya roto la cuneta o el encauzamiento que pueda llevar al pie del talud”, indica José Luis Azpiazu. En cualquier caso, aunque los deslizamientos no provoquen daños materiales, su estabilización puede resultar costosa para las arcas municipales. Así lo atestiguan las obras licitadas en septiembre del año pasado para estabilizar cinco pequeños taludes –cuatro de ellos situados en el barrio de Santutxu y el quinto en Deusto–, que requirieron una inversión de algo más de medio millón de euros.

Las claves

  • Inventario. El Ayuntamiento llevó a cabo un inventario donde se detalla que los taludes más críticos son aquellos con más pendiente y los que están más al sur.
  • Clasificación. Los taludes se clasifican en función de su gravedad y aquellos con riesgo muy alto son revisados una vez al mes.
  • Cambio climático. Las lluvias intensas y de corta duración, derivadas del cambio climático, son las que más daños pueden ocasionar en las laderas.