Xabier Olmo apenas tenía 11 años cuando la riada destruyó por completo los cuatro comercios de ropa que su familia regentaba en el Casco Viejo de Bilbao. Recuerda como si fuera hoy aquella imagen de los locales llenos de barro, de la ropa sucia, de las moquetas de color chocolate y el olor..., aquel olor a suciedad que tanto le costó borrar de la piel. En la tienda de la calle Correo el agua llegó a superar los 3,5 metros de altura. "Perdimos todo lo que había en las cuatro tiendas. Tuvimos que sacar toda la ropa, el calzado y se lo llevaron en camiones", dice Xabier.
Todavía recuerda cuando tuvo que atravesar por una de las tiendas con el barro hasta la cintura para llegar hasta el cuadro eléctrico que estaba al fondo. "No sé ni cómo lo hice", cuenta.
Aquella tristeza que les atrapó a partir de aquel 26 de agosto de 1983 no pudo con su familia. Su aita, Javier, y su tía que dirigían el timón de los cuatro negocios en el Casco Viejo tuvieron claro que las tiendas volverían a abrirse. Y así fue. "En dos meses una de las tiendas de moda levantó la persiana", explica el propio Javier Olmo.
Todo forrado con moqueta
Su hijo Xabier lo vivió desde los ojos de un niño al que le tocó madurar más rápido, pero Javier, con 31 años, le tocó armarse de fuerza para sacar adelante los negocios familiares que se habían quedado destruidos bajo el lodo y en el que trabajaban 15 personas. "Ver las imágenes de Valencia me han removido por dentro. Es revivir aquellos meses en los que trabajábamos de sol a sol para limpiar y recuperar la actividad comercial. Fue muy complicado, pero nunca dudamos en que debíamos hacerlo", cuenta a DEIA. Y añade: "Lo que hicimos es limpiar todo, limpiarlo bien. Teníamos las paredes, los techos, el suelo cubiertos de moquetas y las limpiamos. Arreglamos cristales, mostradores, perchas, baldas todo... y, en dos meses, pudimos abrir la primera de las tiendas", recuerda con emoción Javier Olmo.
Según recuerda el comerciante los clientes respondieron muy bien hasta el punto de que la facturación a final de año fue "mejor que la que había sido en el 82". "La gente llegaba de todas las partes y nos compraban. Olía a humedad, pero la gente nos apoyó y en dos meses atendíamos a los primeros clientes", explica.
Y poco a poco a medida que fueron saliendo del agujero y recuperándose también fueron arreglando y mejorando las tiendas. "Lo que no hay que hacer es tirar todo el local abajo. Lo importante es abrir, como están haciendo los bares y los negocios en Paiporta. Hay que intentar, aunque sea difícil, poco a poco, retomar la normalidad", aconseja Javier a los damnificados por la DANA en Valencia.