La mejor manera de descubrir cómo es un free tour por Bilbao es experimentarlo. Por esta razón, DEIA acudió como empotrado el pasado martes a una de las visitas guiadas que se organizan por la villa. El objetivo era conocer de primera mano la impresión que se llevan los turistas cuando aprenden la historia del botxo por primera vez. La visita comenzó a las 10.30 en el emblemático Teatro Arriaga. La primera persona en presentarse fue la guía, Conchín. Para dar inicio a la visita nos propuso a todos que dijéramos como se suele denominar a la ciudad dejando de lado su nombre oficial. “El botxo” o “las siete calles” fueron las respuestas más escuchadas. Sin embargo, con la intención de demostrar la gran chulería que nos caracteriza a los bilbainos remarcó que Bilbao también es denominado “el centro del universo”. Además, para ilustrarlo enseñó una imagen cómica, que generó las primeras carcajadas de la mañana. “Ahora en serio, ¿alguien sabe lo que tengo detrás de mí?”, preguntó la guía mientras señalaba claramente el Teatro Arriaga. La primera respuesta que se escuchó fue “el centro del universo”. Por lo que parecía que la primera lección había quedado más que clara. Tras conocer la historia del brillante y precoz compositor Juan Crisóstomo de Arriaga, nos dirigimos a El Arenal. Aquí fue donde todo el grupo se sumergió por primera vez en la historia de Bilbao. La fundación de la villa, la figura de Don Diego López de Haro V El Intruso, Señor de Bizkaia, y los inicios mercantiles de la ciudad fueron parte de la explicación. Uno de los hechos explicados por Conchín que más sorprendió a los turistas fue la curiosa ley aprobada en 1615 en Islandia que permitía matar a los vascos debido a la competencia pesquera.  

El kiosco de El Arenal fue la tercera parada del trayecto. Allí fue donde los visitantes conocieron la historia del kalimotxo, Santo Tomás y Aste Nagusia. La guía nos enseñó una foto del txupinazo de Aste Nagusia con Marijaia como protagonista. “No sabía que podía entrar tanta gente ahí”, exclamó una de las turistas al ver sorprendida la imagen. Mientras nos trasladábamos hacia la Iglesia de San Nicolás dos matrimonios hablaban sobre el viaje que estaban realizando esos días. Uno de ellos era argentino y el otro andaluz. “Donostia nos parece mucho más bonito y se come mejor”, señaló el argentino. El otro matrimonio dijo que “Bilbao tiene más encanto”. Los argentinos añadieron que acababan de llegar a Bilbao y que no lo habían visto por competo. Por lo que se les podría perdonar el tropiezo anterior en el que situaban a la villa por debajo de Donostia.

Uno de los pocos fallos que los visitantes criticaron de los bilbainos fue la falta de originalidad. De hecho, cada vez que Conchín explicaba el motivo por el que se pusieron ciertos nombres, el grupo solía reírse bastante. Que el palco del Teatro Arriaga inspirado en las novelas de Agatha Christie se llame Orient Express o que La Carolina se llame así porque era el nombre de la hija del pastelero o los nombres de las calles del Casco Viejo fueron algunos de los ejemplos.

Según nos adentrábamos en la parte vieja de la ciudad, en apenas tres minutos el sol se escondió y comenzaron a caer las primeras gotas. “¿Estos cambios de tiempo de pasar de sol a tormenta en dos minutos son normales?”, preguntó una de las turistas. La guía respondió con un escueto “sí” mientras sonreía de oreja a oreja. Tras explicar la importancia de las guerras carlistas en la villa, la visita continuó su paso atravesando el Mercado de la Ribera, donde los tradicionales pintxos llamaron la atención de prácticamente todo el grupo. Cuando nos detuvimos frente al edificio de La Bolsa, Conchín puso el foco en la tradición y el deporte vasco. Una de las partes que más interés despertó fue la referida a los txikiteros. La guía nos enseñó un txikito, que llamó la atención por su tamaño. “Madre mía, ¡un chupito vasco!”, exclamó una turista. A continuación, los herri kirolak pasaron a ser el tema principal. Las caras de sorpresa e incluso de admiración inundaron el grupo cuando la guía comentó que el récord de harrijasotze está en 329 kilos.