Tienen ganas y aptitud, solo necesitan un empujón, una oportunidad para poder labrarse un futuro en Euskadi, porque, la confianza es la clave del éxito y para ello es fundamental el apoyo. En la actualidad 118 jóvenes, la mayoría personas llegadas de otros países y sin una red de apoyo social, se forman en Bilbao gracias a Irauli, un programa del Gobierno vasco que supone “un puente” entre la salida de la calle con Lehen Urratsa y el acceso a Trapezistak, todos programas impulsados por el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales que dirige Beatriz Artolazabal.

La mayoría de los que se benefician de estos programas se trata de personas de entre 18 y 25 años, que vivían en la calle y a quienes se les ofrece acompañamiento psicosocial, formativo e intermediación laboral, además de un recurso habitacional. El objetivo es sacar a estas personas de una situación de exclusión social, dándoles herramientas y acompañamiento para que puedan desarrollar el inicio de su vida adulta con garantías y dignidad. Mohame Harmonch, Bendacha Badreddine, Serigne Modon, Ahmed M y Mohammed Ez.Zohry aprenden un oficio en Peñaskal Kooperatiba y lo hacen con la ilusión de poder labrarse un futuro y de conseguir salir de esa situación de exclusión social en la que han vivido durante mucho tiempo. Todos han vivido en la calle y llevan la mochila repleta de pesadas piedras de las que poco a poco se van deshaciendo para hacer realidad lo que soñaron cuando dejaron a miles de kilómetros y un mar de lágrimas por miedo a sus seres queridos.

No es fácil salir del país, montarse en una patera y emprender un viaje incierto en busca de un trabajo”, apunta Mohame Harmonch, un joven de 20 años que ahora está formándose de electricista gracias al programa Irauli, en Peñaskal Kooperatiba. Este joven, al igual que el resto de los compañeros, dispone de un apoyo no solo de formación, sino también de cobijo social para que su desarrollo sea “más fácil” y “normalizado”.

Mohame Harmonch: “Hay que querer y ponerle interés Jose Mari Martínez

En opinión de Ignacio Fandiña, uno de los coordinadores del equipo de Intervención y orientación social de Peñascal Kooperatiba, “la mayoría de los jóvenes han llegado de otros países y no cuentan con una red familiar que les pueda sustentar. Hay un límite, que es el arraigo social. Después de tres años y de empezar a trabajar ya están en disposición de obtener los papeles y pueden empezar a labrarse un futuro, con un contrato, una vivienda...”, aclara.

El caso de la bilbaina Yosune Elguezabal es diferente a la de sus compañeros; tal y como aclara, a ella no le ha tocado pasar miedo buscando cobijo bajo un puente, pero, sin embargo, sí ha necesitado recuperar la confianza en sí misma y superar una “mala etapa en la adolescencia y el fracaso escolar”. El apoyo de sus profesores y profesoras de Peñaskal ha sido fundamental para encarrilar su futuro. “Es clave creer que soy capaz, para eso es importante que alguien te brinde la oportunidad. Eso no tiene precio”, concluye.

Yosune Elguezabal: “Tengo ilusión para seguir adelante” Jose Mari Martínez