Myroslava tiene seis años y una mochila con forma de mariposa rosa y azul, a juego con las gomas de sus coletas, sus mallas y sus zapatillas. En ella guarda la sudadera, un cuaderno de actividades en ucraniano y los dibujos que ha pintado en las colonias de verano a las que ha asistido en la escuela de Basurto. Guarda todo eso, una despedida en Kiev, un viaje huyendo de la guerra y la convivencia con dos familias de acogida vizcainas. Con todo ese bagaje estrenará este próximo curso colegio en Bilbao. “No tengo miedo de que vaya a un nuevo cole porque es una niña muy sociable. Al contrario, espero que haga nuevos amigos”, dice su madre, Olga Petelepen. De momento tiene dos autóctonos, Paul y Lisa, y tres de Ucrania. No está nada mal para haber desembarcado en su nueva vida el 31 de marzo, poco más de un mes después de que su país fuera invadido por Rusia.

Myroslava juega despreocupada en los columpios de Sabino Arana, mientras su madre, por boca de una compatriota afincada en Bilbao que le hace de traductora, cuenta, sentada en un banco, cómo fueron a parar a un hogar de Getxo. “Mi marido está en Kiev. No puede salir por el tema de la guerra. Es diseñador gráfico y tiene muchos clientes, entre ellos, dos hermanas de España que le dijeron que unos amigos de unos amigos de unos amigos se ofrecían para acoger a una familia ucraniana”, explica. Gracias al boca a boca, vivieron bajo su mismo techo más de tres meses. “Myroslava fue a un colegio en Getxo donde hablaban inglés, euskera y castellano. Ella no podía hablar en ninguno de estos idiomas, pero hizo muchos amigos y le gustó mucho ir”, asegura Olga. Las personas que las acogieron hablaban en inglés y Myroslava se lanzó a comunicarse en ese idioma. “Después de tres meses empezó a hablar en castellano mejor que yo”, comenta su madre, que ha asistido a clases para aprenderlo, pero aún no es capaz de desenvolverse. “No hablo español muy bien porque con la segunda familia de acogida también me comunico en inglés”, reconoce. “Olga es especialista de ventas virtuales. Para trabajar aquí tiene que aprender un poquito más de castellano”, apunta Alona Kyzyma, coordinadora de empleo y oportunidades de UkraniaSOS, que la acompaña durante la entrevista.

“No tengo miedo de que vaya a un nuevo cole porque es muy sociable. Espero que haga nuevos amigos”

Olga Petelepen - Mujer ucraniana acogida en Bilbao

Myroslava se acerca al banco para comerse unas fresas y beberse un yogur líquido. El pastel que le ha llevado su madre en un táper permanece, curiosamente, intacto. Mientras ella merienda, su madre cuenta que mantienen el contacto con las primeras personas que les abrieron las puertas de su casa. “Somos amigos. Tienen una gran familia y han venido sus hijos. Por eso nos hemos tenido que ir”, señala.

Tanto a esta primera familia de acogida, como a la actual, que tiene dos niños, les está muy agradecida. “Me gusta mucho la gente de aquí, son muy amables. Con su gran alma es un poquito más fácil adaptarse a esta situación. La vida aquí es más tranquila y por eso es más bonita. Muchas gracias por su ayuda”, aprovecha para transmitir Olga, que repite el “muchas gracias” en castellano varias veces para enfatizar, ya que se ha aprendido las palabras, lo mucho que valora esas manos tendidas.

De hecho, la familia con la que conviven en San Inazio le ha ayudado a matricular a Myroslava en el colegio donde estudiará al menos los próximos meses. “Aún no sé el nombre del cole, pero una vez más vemos cómo las familias de acogida nos ayudan a los ucranianos a adaptarnos”, comenta Olga, que no tiene una especial preocupación porque la pequeña “ha ido a dos campamentos de verano y ha hecho amigos”.

Olga y Myroslava caminan de la mano. Pablo Viñas

En el centro al que acudirá tendrá que hacerse con el euskera, pero Alona cree que la niña no tendrá problemas. “Lo sé porque durante los dos primeros años los niños extranjeros no sacan notas de euskera. Tienen dos años para adaptarse. Mis dos hijos poco a poco lo han ido aprendiendo”, la tranquiliza esta voluntaria de UkraniaSOS.

Olga se siente tan a gusto en Bizkaia que no descarta fijar su residencia en el territorio, aunque hacer planes a medio año vista le resulta imposible. “Me gusta mucho vivir aquí, pero necesito un empleo, ya que mi marido puede trabajar en cualquier país porque trabaja on line. Dependiendo de su salario y de si encuentro trabajo, veremos si podemos alquilar un piso. Ahora es muy difícil saber si vamos a volver a nuestro país o quedarnos”, señala. De momento tiene pensado viajar allí a finales de mes para ver a su familia. “Quiero ver a mis padres, mi familia y mi marido. Después volveré porque vivir en Ucrania todavía es peligroso”. Pena que el nombre de su hija, Myroslava, que significa “paz gloriosa”, no reine en su país.

REFUGIADOS EN BIZKAIA

Protección

Solicitudes. Según los datos facilitados por el Gobierno vasco el 7 de julio, 1.466 personas procedentes de Ucrania, 567 menores, habían solicitado protección internacional temporal en Bizkaia.

Matriculados

Centros educativos. A fecha de 16 de junio había 769 menores matriculados en centros educativos de la CAV, de los cuales 271 correspondían al territorio vizcaino.

Enseñanzas

Adultos. El pasado mes de junio había 108 personas matriculadas en escuelas oficiales de idiomas y centros de educación para adultos en Bizkaia.