Era la una de la madrugada. En El Arenal – el corazón de Aste Nagusiano cabía un alfiler. La música que emanaba de los inmensos altavoces colocados en las  txosnas lo envolvía todo. Miles de jóvenes danzaban, bebían, reían o se besaban a ritmo de rock & roll, techno o reggaetón. Mientras, un chico paseaba a su perro por la calle Sendeja, a escasos metros de la enorme urbe festiva. Vestía un pantalón corto de pijama, una camiseta raída y unas sandalias bras brokers. Un atuendo poco apropiado para una noche de júbilo. Pero es que, a él, no parecían interesarle las fiestas. Su rostro, surcado por profundas ojeras, denotaba más hastío que resaca. Miró a su alrededor, suspirando, y sacó unas llaves del bolsillo. Todo apuntaba a que a este vecino del Casco Viejo le esperaba otra noche en vela. 

“Una vez me encontré con un individuo en el portal que había entrado a orinar", Iñigo Azkarate

"Por las noches tengo que cerrar las ventanas porque, si no, es imposible dormir”, afirmó Iñigo Azkarate. Este vecino de la Calle de la Cruz, confesó que se ha “escapado” a Nafarroa para tener, al menos, unos días de paz. “De esta manera, no paso todas las fiestas en Bilbao”, dijo.  Y es que los nueve días que dura Aste Nagusia pueden llegar a ser muy tediosos para los residentes de Zazpikaleak, uno de los centros neurálgicos del guirigay ‘marijaiense’.

Además del ruido, en ocasiones, también tienen que lidiar con prácticas muy poco cívicas. “Una vez me encontré con un individuo en el portal que había entrado a orinar. Me preguntó a ver si le sujetaba el combinado mientras meaba”. Azkarate le respondió acordándose de su pobre progenitora y de varios de sus antepasados. En otra ocasión, se dio de bruces con una pareja de jóvenes que había escogido este mismo lugar para descargar la tensión sexual acumulada. “Así es la juventud. Cualquiera puede tener un calentón”, dijo, entre risas, comprensivo. 

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"Nuestra habitación da a un patio interior que aísla bastante el ruido", Ibai Eizaguirre

Ibai Eizaguirre, al contrario que Azkarate, no percibe el olor a orines en la calle Ledesma, donde vive, durante Aste Nagusia. “La verdad es que esta calle en particular se limpia bastante temprano”, aseguró. En el mismo orden de ideas, también afirmó que el ruido no le molesta en absoluto. “Nuestra habitación – que comparte con su mujer, Ángela – da a un patio interior que aisla bastante el ruido”, explicó. Por suerte, aunque vive a escasos metros de la marea festiva, los edificios aledaños al suyo bloquean en gran medida la barahúnda. No obstante, Eizaguirre reconoció que durante estos primeros días de fiesta no ha estado en la villa. El publicista acaba de regresar a Ledesma tras haber estado unas semanas de vacaciones con su esposa y su hijo, Mikel, que todavía no ha cumplido los dos años de edad. En consecuencia, esta va a ser la primera edición de Aste Nagusia que Ibai vivirá como padre. “Espero que a Mikel no le moleste demasiado el ruido, ya que él suele dormir cerca de un ventanal” – dijo – En el caso de que sea así, nos iremos a casa de mi madre, en Erandio”, añadió.