Cuando un equipo como el Surne Bilbao Basket apuesta por la coralidad, por armar su coraza competitiva a partir de la aportación de muchos jugadores en lugar de fiarlo todo a unas pocas individualidades rodeadas por piezas de relleno, necesita de manera imperativa que el flujo de energía llegue procedente de numerosas fuentes de alimentación. De lo contrario, su motor se resiente y eso es precisamente los que le ha ocurrido en las últimas citas de la Liga Endesa, competición en la que lleva una victoria en los seis últimos partidos. Aquel equipo multidisciplinar, atrevido e incluso preciosista por momentos que se vio en las jornadas inaugurales ha ido perdiendo punch y filo hasta protagonizar ante Joventut y Casademont Zaragoza sus duelos más endebles desde el punto de vista competitivo.
Jaume Ponsarnau llevaba tiempo lamentando que en las últimas citas le había costado encontrar efectivos entonados para completar rotaciones sostenibles y que los jugadores enchufados no llegaran demasiado exigidos a los momentos de la verdad. Tras perder el sábado en el Príncipe Felipe sus argumentos fueron por el mismo camino, hablando de que “solo después del descanso hemos encontrado jugadores que entendieron el tono al que se debía jugar el partido”, refiriéndose a los compases en los que los visitantes llegaron a colocarse a un solo punto de su rival tras llegar a perder por 16, y lamentando que “luego nos han faltado jugadores que aguantaran ese nivel”, apuntando posteriormente la “necesidad de buscar desde la autoexigencia más carácter para hacer frente a estas realidades”.
Lo cierto es que en los últimos compromisos varios de los jugadores llamados a ser importantes en la colectividad de los hombres de negro han bajado de manera llamativa su aportación al equipo, sobre todo la pareja estadounidense compuesta por Muhammad-Ali Abdur-Rahkman y Marvin Jones. Los guarismos del escolta han menguado de manera llamativa en los últimos cuatro compromisos, con dos valoraciones negativas (-2 en ambas) y sin pasar de 2 en las otras. En el triunfo en Granada fue importante en los últimos minutos para asegurar el éxito con dos buenas penetraciones a canasta, pero en ninguno de estos compromisos ha llegado a las dobles figuras en anotación, se le ha visto a renunciar a lanzamientos en momentos importantes, sus porcentajes (10 de 26 de dos y 2 de 13 en triples) han sido muy pobres y solo ha viajado dos veces a la línea de tiros libres. Por su parte, el pívot ha pasado de anotar diez o más puntos en seis de sus primeros siete partidos a quedarse en cinco y dos en los dos últimos, sin imponerse tampoco en la faceta defensiva como solía.
Con Melwin Pantzar también bajo de energía ante verdinegros y maños, sin su efervescencia habitual y firmando en estas citas sus peores anotaciones y valoraciones del curso, son demasiados posiciones las que han quedado dañadas en los esquemas de Ponsarnau, a lo que hay que añadir la ausencia por lesión de la intendencia, energía y veteranía que aporta Xavi Rabaseda. Al menos en Zaragoza se vieron brotes verdes por parte de Kristian Kullamae tras su 1 de 15 en tiro entre los choques ante Girona y Joventut y Tomasz Gielo, pero hacen falta más pasos al frente.