El Surne Bilbao Basket esparció ayer un aroma añejo en el baloncesto de la villa con una cita que cumplió con las expectativas. 3.500 espectadores transformaron la frialdad de Miribilla en los partidos europeos, en los que todos están desperdigados, en un ambiente mucho más cálido en La Casilla y no solo por el color que teñía el pabellón, el rojo de los primeros años del Bilbao Basket. Las dos zonas y el círculo central fueron pintados ex profeso, los asientos y las paredes no han mutado de tonalidad en muchos años y los hombres de negro se convirtieron ayer en hombres de rojo, como lo fue Patrik Sáenz de Ugarte.

El primer capitán del equipo allá por 2000 fue homenajeado antes de empezar un partido que estuvo presidido en el palco por Itxaso Erroteta, concejala de Juventud y Deportes del Ayuntamiento de Bilbao, y Marcos Muro, director de Bilbao Kirolak. “Me hace un montón de ilusión, más de la que pensaba, volver a esta Bombonera donde he metido un millón de horas. Me he dejado trozos de cartílago de rodilla en este parqué que tendré que ir recogiendo”, bromeó el pelirrojo alero que estuvo entre 2000 y 2004 en el equipo.

El trabajo previo por parte del club fue importante ya que hubo que mover toda la logística desde el Bilbao Arena a La Casilla y comprobar que todo estuviera en orden para cumplir las exigencias de la FIBA, tan rígidas en algunos sitios y tan laxas en otros. La nostalgia era inevitable, tanto como volver a recordar lo que se sentía cuando los asientos del viejo pabellón se clavaban en los riñones o con el roce con el vecino de la localidad de detrás o de al lado. Es imposible poner a todos de acuerdo y por eso hay aficionados que prefieren la comodidad de Miribilla, pero la imagen ayer era más adecuada para la competición. Además, el transporte público está más cerca y eso favorece que entre semana puedan acudir muchos jóvenes, como ocurrió ayer, y que la gente pueda regresar a sus casas a una hora prudencial.

El ánimo de las peñas retumbó y se hizo notar ayer. Pankra Nieto

Todo tiene sus pros y sus contras, pero la iniciativa resulta positiva ya que permite reunir en la grada a seguidores de todas las épocas del baloncesto de Bizkaia con aquellos que renovaron su afición o se iniciaron a ella con el Bilbao Basket y que aquello del Cajabilbao les suena por las batallas que les cuentan sus aitas. De ello dio muestras la variedad de camisetas que poblaron la grada, como esa que lucía una azul del Cajabilbao con el 15 y el nombre de Kopicki a la espalda a todas las que el Bilbao Basket ha empleado a lo largo de estos 25 años. En un espacio más pequeño, todo se amplifica y el sonido de la megafonía, los gritos de ánimo de la afición, el mítico “defensa, defensa”, parecían más vigorosos al estar encerrados entre las cuatro paredes del viejo recinto.

CUATRO SEMANAS DE ESPERA

El mismo baloncesto metido en unas dimensiones más estrechas hacía recordar a los espectadores que no hicieran corrillos y obstruyeran las zonas de paso, que el desalojo se produjera de forma ordenada, pero en esta primera fase de la FIBA Europe Cup toca acostumbrarse a estos pequeños inconvenientes. Quedan cuatro semanas para que el Bilbao Basket vuelva a La Casilla, un tiempo para que los más escépticos se lo piensen. El retraso en su demolición ha generado esta oportunidad, que también desde el punto de vista económico es una buena opción, al menos hasta que la competición avance, se produzca quizás una mayor demanda de entradas y, de nuevo, La Casilla se quede pequeña. Será la trayectoria del equipo la que disponga en ese sentido y ayer los jugadores de Jaume Ponsarnau dejaron una buena imagen con una victoria amplia que confirma las expectativas y desplegaron el aroma de su juego en un frasco más pequeño.