El Surne Bilbao Basket, subido en la cresta de la ola tras enlazar tres importantes y brillantes victorias en casa ante Legia Varsovia, Joventut y Baskonia, se ha ganado el derecho a soñar con la segunda final continental de su historia tras la de la Eurocup en Charleroi en 2013. Solo un poderoso Ejército Naranja, intrigante por sus magníficos resultados e incómodo para sus rivales por la tremenda efusividad de su juego en ambas canastas, separa a los hombres de negro, envalentonados pero con los pies en el suelo, de luchar por el título de la FIBA Europe Cup.

Ese es el apelativo al que responde el Niners Chemnitz alemán, un conjunto con muy corto recorrido tanto en la élite germana como en las competiciones continentales que este curso está brillando en ambas versiones. La derrota del domingo en casa ante el Alba Berlín le descabalgó de su sorprendente liderato en la Bundesliga y en Europa ha llegado a semifinales de manera dictatorial, perdiendo un único partido por el camino -en la cancha del Varese- y arrollando al Casademont Zaragoza en el cruce de cuartos de final: triunfo por 34 puntos a domicilio en la ida y por 16 en casa en el choque de vuelta.

FÍSICO E HIPERACTIVO

Dirigido por el argentino Rodrigo Pastore desde 2015, cuando el equipo jugaba aún en la segunda categoría alemana, el Niners Chemnitz -el apelativo responde a que fue fundado en 1999- hace bueno el dicho de que la unión hace la fuerza. Sin grandes estrellas y con un plantel en el que el aficionado medio al baloncesto no encontrará probablemente ningún nombre reconocible, ha perfeccionado un estilo de juego basado en la hiperactividad en ambas canastas. Defensa pegajosa, con uso constante de manos, cuerpos y ayudas para incomodar al rival, y salida ofensiva al galope a la mínima oportunidad, con soltura a la hora de activar muñecas desde la distancia de tres puntos sin pensárselo demasiado. Su virtud es que el gran físico de sus jugadores, la apuesta por constantes rotaciones y el amplio uso de la plantilla les permite mantener constante ese nivel de efusividad.

Su plantilla no llama a priori demasiado la atención, pero sus engranajes están tan bien engrasados que cada jugador está brillando en la faceta asignada, lo que en la FIBA Europe Cup les permite ser el mejor equipo en puntos por partido (92,3) y en asistencias (23), segundo en rebotes (40,4), tercero en robos (9,5), cuarto en porcentaje de tiros de dos puntos (56,9%) y sexto en triples (36,9%) tirando más de 27 por encuentro. Eso sí, su estilo de juego hace que sea el 12º de toda la competición que más balones pierde por cita (12,4) y el quinto que más faltas comete (20,1). Su máximo anotador, el escolta estadounidense Wesley Van Beck, mejor artillero de la LEB Oro con el Palma hace dos cursos y el pasado ejercicio en el Kalev estonio, no figura en el top 20 del torneo, pero sus 14,7 puntos por cita con un extraordinario 52% desde la línea de 6,75 pueden resultar muy dañinos

VARIEDAD

Junto a él destacan en la faceta ofensiva el base canadiense Kaza Kajami-Keane, su principal motor, su veterano compañero de puesto DeAndre Lansdowne -los dos reclutados este verano desde el baloncesto francés-, el pívot alemán Kevin Yebo, de solo 2,07 metros de altura pero brillante este curso sobre todo en la Bundesliga, y Jeff Garrett, un cuatro que supera por poco los dos metros y que tras debutar como profesional en 2019 en Luxemburgo ha explotado este año promediando 11,9 puntos y 7,5 rebotes.

Del cemento defensivo y la intimidación se encargan Ousman Krubally, otro interior que no va sobrado de estatura pero que el año pasado lideró la FIBA Europe Cup en rebotes (11 por choque) y valoración (23,7) con el Keravnos chipriota, los aleros Aher Uguak y Tylor Ongwae, el secundario Dominic Lockhart y la gran bandera del proyecto del Chemnitz: Jonas Richter, ala-pívot de 26 años formado en la cantera y que el pasado mes de febrero fue reclutado por la selección alemana.