Con la permanencia bien encarrilada y la ilusión de hacer algo grande en Europa, Ponsarnau destaca que “nos faltan detalles para ser todavía más competitivos, pero el rumbo que llevamos es bueno”.

Llegan al parón con un balance de 9-13, el mismo que el curso pasado en la 22ª jornada. ¿Qué le parece?

—Es la demostración de que a veces los caminos son distintos pero sirven para llegar a buen puerto, aunque aún queda mucha competición y sabemos que será muy exigente. Estamos satisfechos porque en agosto decíamos que nos gustaba el equipo que teníamos y se ha demostrado, aunque era un conjunto que tenía un riesgo, con muchos jugadores con el reto de dar un paso adelante en sus carreras pero sin la madurez para asumir los malos momentos. Hubo un mal momento y nosotros de palabra intentamos convencer a todo el mundo de que no lo había, pero ese par de derrotas, la de Zaragoza, pero sobre todo la del Joventut, generaron desconfianza a demasiados jugadores y eso afectó al equipo. Éramos un conjunto en el que la propuesta era especialmente ofensiva y buscaba el talento porque teníamos más que el pasado curso, pero en ese momento el talento no encontraba inspiración por falta de confianza.

Tras la victoria contra el Valencia Basket hay mayor sensación de tranquilidad, de verse revitalizado…

—El calificativo que yo he utilizado es satisfecho. Por haber hecho un buen trabajo hasta ahora, lo que nos ha dado también lecciones y estímulos para mejorar. Hemos acabado logrando un buen nivel competitivo que no nos ha dado más éxitos probablemente porque la liga está más difícil este año. Nuestras estadísticas de eficacia defensiva y ofensiva son mejores que las del pasado curso y eso nos dice que el rumbo es bueno. Nos faltan detalles para ser aún más competitivos.

¿Fue el del domingo el partido más brillante de la temporada?

—Yo creo que sí. También le di mucho valor al partido en casa contra el Real Madrid, pero el del Valencia fue más completo. Todo el mundo sumó, tuvo sus momentos y encontró formas para ayudar al equipo. Cuando el éxito es más colectivo, satisface más.

Arrancaron el curso siendo un equipo dinámico, alegre, incluso descarado… ¿Tanto daño les hicieron esas derrotas en Zaragoza y Badalona? ¿Cómo lo vivieron?

—A nivel interno, poniendo mucho énfasis en las cosas que habíamos hecho mal, las que nos habían hecho perder solidez defensiva porque en ataque seguíamos queriendo tener ese descaro. Pero no logramos desviar el foco negativo, en la cabeza seguían estando los tiros libres fallados, los lanzamientos claves errados… Es que fueron fallos muy aparatosos en momentos claves. Ese descaro se perdió y tuvimos que ir buscando cosas, incluso tácticas, para agarrarnos al orden, a jugar mucho tiempo con dos bases para ganar consistencia, ritmo y defensa… Perdimos la imagen que tuvimos hasta entonces. El equipo intentó ser competitivo en los malos momentos y yo a eso le doy valor. No se tradujo en victorias, pero sí en buena adaptación colectiva. Por ejemplo, yo le doy mucho mérito al partido de Gran Canaria pese a no acabar en triunfo por los tres minutos finales.

¿Fue más dañino el partido de Badalona que el de Zaragoza?

—Los dos, la suma de ambos. El de Badalona, además, fue mediático. Cuando ese jugador descarado, de intuición, se ve en el escaparate por algo que no ha salido bien y a otro le sale un pepinazo el daño es mayor.

Ha hablado mucho de los altos y bajos del equipo. El del domingo fue un claro ejemplo de los máximos a los que puede llegar, lo que hace difícil de entender los mínimos, esos momentos de profundo bloqueo.

—Es que tal y como está ahora el baloncesto los baches son profundos para todos. Tanto los buenos como los malos momentos son superlativos para cualquier equipo de la liga. El otro día el Valencia le metió un 0-19 al Barça, el Zaragoza sufrió en casa un 2-19 con el Breogán... Todos intentamos actuar contra esto, pero los buenos y malos momentos en este baloncesto tan físico que a veces parece más pressing catch, con grandes explosiones puntuales de acierto triplista, un 12-0 llega en un abrir y cerrar de ojos. En este sentido, nos gustan nuestros bases y ellos son claves para ir mejorando. Pero no es tan fácil como tirar de freno de mano en esos momentos, porque si te paras es aún más difícil generar ventajas. Esa es la dificultad de esos momentos.

Hubo un momento en el que jugar Europe Cup era sinónimo de derrota en ACB el fin de semana. ¿Fue algo casual o hubo una causa-efecto?

—Lo más importante que pasó es que el calendario en la ACB entró en una gran línea de dificultad. Esperábamos que ir ganando en Europa no nos dejara caer en dudas en esa fase en la que las derrotas, por lógica, podían llegar en la competición doméstica, que es la más trascendental para nosotros. Pero sí nos afectó, también en la energía, en ver que no encontrábamos el máximo nivel que necesitábamos. Hemos ido adaptándonos.

¿Confunde mucho jugar dos competiciones tan distintas en cuanto a tipo de juego y exigencia?

—Sí. Cada partido en Europa es un concepto de cultura de baloncesto diferente, de concepto, táctica, tipología de jugador… Eso lo hace difícil, pero lo hemos ido sacando adelante, incluso arrancando mal, sobre todo los de Wloclawek y Oporto, para mí los dos mejores equipos contra los que hemos jugado. Lo que ocurre es que tres días después, en ACB, te encuentras con partidos totalmente distintos. Tenemos muchos jugadores que ya habían tocado ACB y bastantes que habían tocado Europa, pero pocos con el rol que tienen ahora. Eso exige adaptación y también hay que valorar los aciertos, que han sido muchos.

¿Cuál ha sido para usted el momento más difícil del curso?

—La derrota en casa contra el Breogán. Ni la pasada temporada ni en lo que llevábamos en esta habíamos perdido en casa contra un rival directo, pero el Breogán puso en evidencia que en ese momento no estábamos sólidos, especialmente contra equipos que afectaban muchísimo a nuestro nivel de juego cuando subían su intensidad física. Además, como en esos momentos perdíamos el ritmo del partido, tampoco teníamos defensa. Eso nos hizo dudar incluso de los cimientos que tenía el equipo y de ahí vino la intención de fichar un jugador, que acabó siendo Keith Hornsby. Vimos que nos faltaba algo. Estaba lesionado Hlinason, pero los problemas eran más estructurales, especialmente en el perímetro. A mí no me gusta mucho fichar durante la temporada, pero era necesario.

En esos momentos complicados, ¿cómo vio la respuesta a nivel de vestuario, club e incluso entorno?

—Aquí, sin ninguna duda, esos momentos se llevan mejor que en cualquier otro sitio, pero también hay dificultades. En ese momento detecté muchísima duda en el proyecto y me sorprendió porque no me lo esperaba. Pero también reconozco que mis expectativas en este sentido eran ilógicamente optimistas. En cualquier situación, incluso en un contexto tan positivo como el del Bilbao Basket, pueden aparecer dudas. Pero creo que hubo sensatez, se entendió que había que reforzar el equipo y fuimos encontrando una línea que sirvió para consolidar y dar pasos adelante, pero no para tirarlo todo porque había muchísimas cosas que se estaban haciendo bien. Se trataba de acabar de acertar en otras cosas en las que también era conveniente hacerlo bien. Mi lamento o mi decepción es que en esos momentos demasiadas cosas parecían negativas. Y no lo eran porque siempre hay que tener en cuenta el contexto de la competición y en esos momentos estábamos en una fase muy exigente para nosotros.

¿Son puntos lo que buscan cuando deciden fichar?

—Nuestro valor era la defensa. Nuestro nivel defensivo en esta primera vuelta siempre ha estado entre el cuarto y el quinto mejor de la liga y a eso hay que darle valor. Queríamos sumar a alguien que no afectara negativamente a ese nivel y que tuviese capacidad para encontrar posibilidades de hacer puntos. En esos momentos, nuestra capacidad de hacer puntos era muy predecible para la competición y era importante sumar un jugador capaz de anotar desde otra idea de juego. No queríamos sumar a otro Adam Smith, otro Kullamae u otro Reyes. Hornsby ha sido un acierto. En este baloncesto es muy difícil ganar exclusivamente desde la defensa pero es imposible competir sin la defensa. Estamos en ese equilibrio. Nosotros estamos muy satisfechos del talento que tenemos, pero hay que convertirlo en calidad. A veces lo hemos logrado, pero en los momentos en los que el talento ha entrado en dudas no se ha podido consolidar en calidad. Eso se nos ha notado.

¿Cree que se ha valorado lo suficiente el nivel defensivo del equipo? Incluso en la mala racha de resultados seguían muy arriba en eficacia.

—No se ha puesto lo suficiente en valor, pero nosotros sí que lo hemos hecho y por eso hemos seguido trabajando en ello. Por ejemplo, sí que hubo un matiz no positivo que fue que en algunos momentos tuvimos problemas en el rebote. Lo hemos mejorado, sobre todo el ofensivo, pero sí que nos afectó a veces para que desde la defensa no obtuviésemos en los partidos todo el éxito merecido.

El Bilbao Basket es junto el Zaragoza el mejor de los ocho equipos de la zona media-baja de la tabla, el lugar en el que se le podía esperar. ¿Lo ha enrarecido todo el hecho de que el descenso este curso siempre haya estado más cerca porque no había dos equipos desenganchados?

—Creo que sí, eso y la fase de calendario tan concentrada en cuanto a dureza que hizo que se acumularan derrotas. Ganar es el mejor bálsamo y el momento de no ganar afectó demasiado a la percepción del equipo. Pero también nos afectó dentro. Lo lamentamos, pero es ley de vida. Parte de la madurez que debemos coger es referente a estos momentos.

En Europa han sido dominadores y la ilusión por hacer algo grande está muy viva con el equipo en cuartos.

—Europa nos hace mucha ilusión. El hecho de haber llegado a esta altura con solo una derrota puede hacer pensar que ha sido facilísimo, pero hemos tenido que ganar cuatro partidos duros ante muy buenos rivales como Anwil y Oporto. Y para nuestra realidad el Gottingen también era muy difícil. Yo le doy mucho mérito a haber perdido solo uno de los seis partidos contra estos equipos. Ahora nos toca el Legia, otro equipo con características distintas, que además ha cambiado de entrenador y eso nos obligará a aprender sobre la marcha. Nuestros mejores jugadores en Europa han sido Renfroe y Rabaseda, su experiencia en este contexto suma muchísimo.

En la ACB el punto de partida es bueno pero aún queda trabajo por hacer para sellar la permanencia.

—Llegan jugadores, otros salen... El mercadeo es un reflejo de la presión y la dificultad que vamos a encontrar. Quiero aprovechar este parón con los jugadores que se queden para prepararnos, coger aire y tocar cuatro cosas que nos ayuden. A ver si le damos un último empujón al equipo para tener más calidad, ideas más claras y más opciones para ser competitivos.