Con Hornsby cambia la configuración del equipo, con más tiempo en el campo con tres jugadores ‘pequeños’. ¿Entra bien en su idea de baloncesto?

—No me considero un técnico brillante en cuanto a tener una perspectiva superrápida de cómo actuar ante las circunstancias, pero sí tengo una buena capacidad de adaptación y he creído que lo más conveniente era este cambio de roles. Nos obliga a cambiar más entre liga y Europa, pero teníamos claro que lo importante era la ACB.

Los más perjudicados por la pérdida de minutos son Reyes y Tsalmpouris. ¿Cómo les ve?

—Los dos pasaron su momento duro. Su rol en los partidos pasó a ser muy secundario, pero cada uno a su ritmo ha ido aprendiendo a llevarlo. Yo tengo la percepción y la confianza de que están preparados para jugar, eso es importante.

Están brillando jóvenes sin experiencia en una liga tan dura como la ACB como Pantzar, De Ridder o Killeya-Jones. Tiene mérito apostar por ellos y permitirles contextos para expresarse.

—Sumaría a Kullamae, que ha tenido un momento malo pero también fue MVP de una jornada. Repito, a nosotros nos gustaba mucho el equipo que habíamos hecho y nos sigue gustando, quizás faltaba redondearlo con el fichaje de Hornsby. Una de las cosas que más nos gustan es la buena mezcla de veteranía y juventud. Los jóvenes no están por estar, viven momentos claves de su carrera para dar un paso adelante. El acierto del club, en este caso de Rafa Pueyo, ha sido detectarlos en el mercado en realidades como la nuestra. Pero para darles un marco para expresarse hay cosas importantes como Artxanda, las facilidades para trabajar en el día a día, jugar Europa… Todo suma y a veces también hay que asumir que se escapen partidos por falta de madurez.

¿A Kullamae le pesó tanto el tiro final fallado en Badalona, a lo que se sumó un ‘highlight’ como el triple final de Andrés Feliz?

—La verdad es que sí, le afectaría a cualquiera. Nos sorprendió un poco porque posiblemente es el más introvertido del equipo y creíamos que ese rasgo de su carácter podía ayudarle a que le afectara menos. Pero le afectó. En ese momento descubrimos que es un jugador con máximos más altos de lo que esperábamos pero también con mínimos más bajos. Ahora vuelve a estar a muy buen nivel de acierto, confianza y consistencia.

En verano apostaron por Adam Smith como referente ofensivo, pero ha sido más irregular y sus niveles de acierto han bajado. ¿Le cuesta asumir ese rol o ha sido más consecuencia de los problemas colectivos en ataque?

—Es una maravilla ser el entrenador de Adam. Es un jugador cuya propuesta depende mucho de su acierto. No necesita que le crees grandes ventajas; es más, se siente más cómodo siendo él parte importante de su creación de ventajas. Eso te ayuda a competir, pero en el momento en el que no está acertado te limita en tu capacidad competitiva. La pasada campaña también hubo algún mal partido de Adam, pero se compitió porque en varios de ellos se sumó algún otro jugador a nivel ofensivo. En la presente la idea de los vasos comunicantes de la que a veces hablo no ha funcionado. Cuando él no ha funcionado, otros no han funcionado, por lo que se ha hecho más identificable. Mi preocupación ha sido buscar fórmulas para que en los días en los que no encontraba acierto no perdiésemos con él. Ha ido costando, pero era la decisión que se necesitaba tomar. Adam va a seguir siendo muy importante, es el jugador que más minutos juega del equipo y es nuestro referente ofensivo, pero creemos que tenemos mimbres y potencial para que no tengamos que perder con él.