EL Surne Bilbao Basket afronta esta semana una doble cita competitiva en casa antes de que llegue el periodo de barbecho que se extenderá en su caso desde el 11 de febrero hasta el 2 de marzo. El miércoles (19.00 horas) comparecerá en el Bilbao Arena el Balkan Botevgrad, hundido y sin éxitos en el Grupo K de la FIBA Europe Cup, en una cita en la que los hombres de negro deben asegurar la primera plaza si es que no queda definido en el Oporto-Gottingen de la víspera con un triunfo de los lusos, mientras que el domingo (12.30 h.) le llegará el turno al potente Valencia Basket de Álex Mumbrú en un contienda en la que hacer valer el factor Miribilla por cuarta vez consecutiva daría a los anfitriones muchísimo aire en la lucha por evitar las plazas de descenso, en la que se sigue manteniendo un colchón de dos victorias después de una jornada notablemente propicia en cuanto a los resultados ajenos.

Posteriormente, llegará el mencionado periodo sin partidos en el que el Surne Bilbao Basket está obligado a reconstruir sus estructuras y a reordenar sus ideas porque la sensación de enorme debilidad que transmite el equipo, sobre todo a domicilio, y sus problemas para mantener regularidad en el rendimiento, también como local, no es solo que no vayan en descenso, sino que se mantienen o han ido in crescendo en los últimos tiempos. La imagen ofrecida por el conjunto vizcaino en la cancha del UCAM Murcia fue notablemente negativa porque durante dos cuartos, los intermedios, se vio a un equipo sin solidez, ni acierto ni confianza, sin que ninguno de los quintetos que comparecían en pista acabara de engranar satisfactoriamente. Se podía contar con que la visita a los de Sito Alonso, conjunto rocoso, físico y amante de la efusividad en retaguardia, se saldara con derrota, pero la sensación de endeblez e inferioridad, de prematura rendición, en el momento en el que los anfitriones elevaron el listón de la energía fue preocupante.

Aquel Surne Bilbao Basket desafiante, alegre, dinámico y descarado del arranque del curso ha ido convirtiéndose en un equipo repleto de dudas, atascado, carente de solidez y nada sencillo de gestionar, porque los jugadores que dan tranquilidad al entrenador en la faceta defensiva aportan muy poco en ataque, no solo ya acierto sino que muchas veces ni siquiera amenaza, y viceversa, convirtiendo al equipo vizcaino en plano y previsible en muchas de sus configuraciones. La incorporación de Keith Hornsby el pasado mes para sumar más pólvora ofensiva ha modificado roles y minutos, con Álex Reyes como principal damnificado, y la rotación de cuatros entre Denzel Andersson y Thijs De Ridder en los últimos duelos ha sido también llamativa.

El rendimiento individual del de Virginia está siendo satisfactorio, pero el maridaje con el resto de componentes de la batería exterior requiere aún de mucho trabajo. Juntarle en cancha con un Adam Smith que sigue alejado de su mejor versión debía ser la fórmula a explotar para mejorar la efectividad en ataque, pero no está siendo muy utilizada, pues a Ponsarnau le convence más de momento solapar en pista a los dos bases, Melwin Pantzar y Alex Renfroe, junto a Xavi Rabaseda en los momentos decisivos. Ambos estadounidenses coincidieron ocho minutos en la clara derrota contra el Real Madrid, no llegaron a los cuatro en la competida victoria frente al Zaragoza –escasísima presencia de los dos en el cuarto final– y no llegaron a ocho en Murcia. Hay muchas estructuras que necesitan reconstrucción y muchas ideas a reordenar.