EL Surne Bilbao Basket volvió a toparse con la cara más amarga del deporte, esa en la que los merecimientos no se corresponden con lo conseguido. Tuvo la victoria en la mano, incluso rozó la posibilidad de pelear por el average cuando se colocó doce puntos arriba en el último cuarto, pero cometió errores en los últimos cinco minutos que el Lenovo Tenerife logró aprovechar hasta llevarse un triunfo mínimo cuando ya lo veía irse. Un par de tiros libres fallados por Kyser, un error de Sulejmanovic en un saque de fondo, un triple errado de Smith cuyo rebote se escapó por poco y un tiro de Kyser que no entró a cinco segundos del final dejaron el balón en manos de Jaime Fernández, que metió en el último segundo la misma canasta que ha metido miles de veces contra el mejor defensor del Bilbao Basket. El escolta madrileño había estado desaparecido, lo mismo que Bolmaro que unos segundos antes metió el triple del empate. En esos detalles, en la calidad individual de los jugadores, estuvo el desenlace porque más que en este tipo de partidos todo el mundo tiene claro lo que había que haber hecho para ganar. A toro pasado…

Durante los minutos anteriores, el Bilbao Basket había mostrado la cara que le va a acompañar durante el próximo mes y medio, distinta a la que ha enseñado en los primeros seis meses de temporada. Son necesidades de un guion que el equipo ha tenido que ir variando casi cada semana porque no ha habido dos seguidas en las que todas las piezas hayan estado en perfecto estado de revista. Los hombres de negro dieron la cara después de un inicio con demasiado respeto al actual campeón de la Basketball Champions League, la Intercontinental y subcampeón de Copa y estuvieron muy cerca de ganar. Les faltó cerrar la faena, rematar a su rival cuando estaba en la lona. El Tenerife no se puso nervios cuando veía la derrota cerca y sacó partido de su experiencia en estas lides para sumar un triunfo que le mete entre los ocho mejores del torneo.

En cambio, para el Bilbao Basket el panorama cambia totalmente porque, tras el triunfo del Darussafaka ante el UCAM Murcia en Estambul tras dos prórrogas, está obligado a ganar los dos partidos que le quedan y superar en el average particular a los pimentoneros para meterse entre los ocho mejores. Pero mal harían Jaume Ponsarnau y sus jugadores en resumir con el resultado su actuación de ayer martes, en la que hubo más cosas positivas que negativas. Su imagen estuvo en el extremo de lo que ofrecido dos días ante en Gran Canaria. Probablemente, los jugadores ya han interiorizado lo que hay y lo que va a haber durante las próximas semanas.

Varios de ellos parecen haber entendido el mensaje que lanzó el entrenador tras la derrota en Las Palmas y dieron un paso adelante. No solo Georgios Tsalmpouris mejoró su rendimiento respecto a su debut y acabó con 8 puntos, 6 rebotes y 2 tapones. También Nikola Radicevic y Ignacio Rosa aportaron solidez saliendo desde el banquillo y fueron los mejores en el +/- con ellos en cancha. Francis Alonso también sumó en su rol habitual, sin cometer errores y con una actividad que le hizo ganarse la ovación del público. Smith y Sulejmanovic habían sido los mejores, pero el tramo final castigó ese gran esfuerzo suyo y de todo el equipo con una derrota dolorosa, “de las que jode”, como se admitió en la sala de prensa.

Pero es también es una derrota de las que sirve para crecer, para confiar en que el equipo pueda salir reforzado de este mes en el que las victorias van a estar muy caras. El equipo tiene ahora otras virtudes, otros defectos, pero no quiere perder el espíritu que le ha llevado a estar ahora en una posición tranquila. El baloncesto es un juego de aciertos y errores y, como dijo Vidorreta, empezar bien y acabar bien suele ayudar. El resultado es la suma de un montón de factores, a veces azarosos y muchos incontrolables.