Bilbao - Son buenos tiempos para el Bilbao Basket. Los resultados deportivos acompañan en este retorno a la Liga Endesa y la ilusión invade a los aficionados. La comunión del equipo con sus seguidores es un hecho y la marea negracreando una atmósfera que hace que el Bilbao Arena sea una de las pistas más complicadas del panorama estatal. El club bilbaino quiso devolver una pizca del cariño recibido y abrió ayer sus puertas del entrenamiento. Los aficionados disfrutaron de una sesión preparatoria en la que también hubo hueco para los momentos divertidos. Al final, los jugadores y los seguidores se unieron y lo que iba a ser un pequeño gesto del Bilbao Basket se convirtió en un intercambio de apoyo por parte de los aficionados y de los propios integrantes de la plantilla, que también disfrutaron de este día especial.

El Bilbao Basket aprovechó las vacaciones escolares para convocar a sus aficionados a un día de puertas abiertas y en los minutos previos al inicio del entrenamiento la expectación ya era grande. La cola de aficionados llegó hasta la rotonda previa al Bilbao Arena y el continuo goteo de gente se mantuvo hasta pasadas las 12.00 horas. Al final, cerca de 500 personas se acercaron a presenciar el entrenamiento. Los espectadores comenzaron tímidos, respetuosos ante el trabajo que llevaban a cabo los hombres de negro, pero poco a poco los ánimos dejaron de poder contenerse. Las canastas más espectaculares empezaron a celebrarse y en el final de la sesión, fueron los propios jugadores, liderados por Tomeu Rigo, los que reclamaron el apoyo del público.

FOTO DE FAMILIA

Pero la verdadera fiesta comenzó cuando los integrantes del cuerpo técnico decidieron dar por concluido el entrenamiento. Primero fueron los niños del Campus Bilbao Basket los que se unieron a la plantilla para realizar un grito de guerra. Y cuando parecía que los cientos de aficionados tendrían que conformarse con ver a sus ídolos desde la grada, Álex Mumbrú invitó a los presentes a bajar a la cancha para poder hablar con los jugadores y sacarse una fotografía de familia. Fue el símbolo de unión entre una afición entregada y un equipo que sabe perfectamente que no estaría en esta situación sin el aliento constante de las gradas del Bilbao Arena.

Tras la instantánea protocolaria llegaron los autógrafos y las fotos. Los jugadores y los integrantes del cuerpo técnico no dudaron en quedarse lo que hiciera falta para realizar cientos de firmas en pósters y balones, siempre con una sonrisa y gestos de cariño sobre todo para los aficionados más pequeños, a los que les desbordaba la ilusión por tener a sus ídolos tan cerca. Los seguidores estuvieron con la plantilla más de media hora y poco a poco los jugadores fueron marchando del pabellón ante el aplauso de la gente. Uno de los últimos en marchar y que más expectación generó fue Ben Lammers. El norteamericano tuvo que sentarse en una silla para atender la eterna cola que se produjo para poder recibir un autógrafo suyo o poder sacarse una foto con él. Lammers, pura actividad en la cancha, demostró su timidez durante el evento pero no dudo en esperar hasta que el último seguidor había hablado con él.

Este evento fue organizado para los aficionados, pero los propios jugadores también disfrutaron de esta mañana especial. "Todo lo que sea hacer feliz a los niños y a los fans, bienvenido sea. Son realmente los que nos apoyan y los que tiran adelante en muchos partidos. Compartir estos momentos, en estas fechas, es muy especial tanto para ellos como para nosotros", reconoció Rafa Martínez. El propio capitán fue también uno de los más requeridos por los más pequeños y tampoco dudo en sacarse todas las fotos que fueran necesarias.

Aunque el día festivo no hizo que los jugadores bajaran el listón. El Bilbao Basket está en una buena situación y los hombres de negro trabajan para mantener esta línea. "Queríamos ser un equipo competitivo desde el principio de la temporada y así ha sido, creo que hemos competido en todos los partidos menos en Zaragoza. Este 8-7 es una cifra espectacular", declaró Martínez, antes de reanudar otra tanda de autógrafos en un día donde las sonrisas y la ilusión invadieron Miribilla.