JAMAL Murray (23-II-1997; Kitchener, Canadá) es de esa preciada especie de jugadores que incrementan su rendimiento en los momentos de la verdad, de los que en los play-offs aumentan sus estadísticas y su importancia en el juego con respecto a las temporadas regulares. Quizá sea esa la causa de que a los 26 años aún no haya sido All Star pero, en cambio, sea pieza capital, como lugarteniente del gran Nikola Jokic, de unos Denver Nuggets que se encuentran a una sola victoria de su primer título de la NBA. En estas finales se ha convertido en el primer jugador de la historia de la liga en repartir diez o más asistencias en sus primeros cuatro encuentros y en la cita en la que los de Mike Malone colocaron el 3-1 se unió a Magic Johnson y Robert Reid como únicos jugadores en repartir 12 pases de canasta sin ninguna pérdida en un duelo de las finales. Además, promedia 23,2 puntos.

Su mejora de rendimiento en unos play-offs por el título no es algo exclusivo de esta campaña. Ya lo hizo en su primera aparición en unas eliminatorias por el título, en 2019, y se consagró en la burbuja de Orlando que puso en juego el título del siguiente curso, pasando de los 18,5 puntos y 4,8 asistencias del curso regular a 26,5 y 6,6 respectivamente, firmando actuaciones prodigiosas (dos partidos de 50 puntos en primera ronda ante Utah Jazz y otro de 40 en semifinales para eliminar a Los Angeles Clippers) que sirvieron para que sus Nuggets alcanzaran la final del Oeste, cayendo frente a los posteriormente campeones Los Angeles Lakers. Su carrera parecía encarrilada hacia el estrellato, pero en abril de 2021 se rompió el ligamento cruzado de su rodilla izquierda y tardó 18 meses en reaparecer.

En ese largo periodo de ausencia de las canchas, Murray combatió la incertidumbre echando mano de algo que le ha acompañado casi desde la cuna: la meditación. Jamal es un base de 1,93 y tremendo instinto anotador que ha alcanzado el estrellato gracias a una mezcla de talento natural y una brutal exigencia, rallando lo paranoico, por parte de su padre, Roger, que le transmitió su pasión por Bruce Lee, el kung fu y el constante empeño en controlar las emociones. “Aprender a meditar es uno de mis primeros recuerdos. Con cuatro años, mi padre me hacía todo tipo de muecas para hacerme reír y el objetivo era mantener el control, despejar mi mente”, ha reconocido. Cuando era adolescente, pasaron a hacer estos ejercicios en lugares públicos y “sentí que estaba desarrollando un músculo que nadie podía ver”. Entonces, entraron en juego las películas de Bruce Lee –“me enfocaba en su equilibrio, su juego de pies y su paciencia, en cómo usaba su mente para batir al enemigo”– y la aplicación de sus lecciones en la cancha: “Mi padre me vendaba los ojos y yo debía lanzar tiros libres mientras me gritaba al oído. Llegó un momento en el que dejó de afectarme, podía ver el aro dentro de mi cabeza”.

En diversas entrevistas, Murray ha reconocido que su progenitor le sometió a entrenamientos extremos prácticamente desde el jardín de infancia, pero aseguró que no hubo ni un atisbo de abuso de autoridad y sí mucha pasión por ambas partes. Poco después de aprender a andar, Jamal tenía ya una canasta de juguete para aprender a lanzar; a los seis años, con el objetivo de hacerle jugar contra niños de diez, era un asiduo en las pachangas de su padre; a los siete, tenía que meter 30 tiros libres seguidos antes de dormir. Roger no le permitió tener teléfono móvil hasta la universidad, quitó la tele por cable para que no tuviera distracciones y muy pocas veces le dejaba acudir junto a sus amigos al centro comercial. Las instrucciones que le daba en cancha eran muy estrictas. Le sometió a entrenamientos específicos de todas las posiciones, incluso de pívot, y había partidos enteros en los que no le permitía lanzar a canasta. En otros, solo podía hacerlo con la izquierda. Incluso fue más allá. Para que el dolor no afectase a su rendimiento le obligaba a hacer sentadillas con tazas de té calientes sobre los muslos y flexiones sobre la nieve. ¿La forma de mejorar su manejo de balón? Ejercicios de bote sobre placas de hielo. ¿Y su resistencia? Subiendo a la carrera colinas nevadas, incluso hacia atrás.

El trabajo pronto tuvo su recompensa. Fue uno de los mejores jugadores de Canadá y Estados Unidos a nivel escolar y tras un gran curso individual en la NCAA con la prestigiosa Kentucky (20 puntos de media) fue elegido por Denver en el séptimo puesto del draft de 2016. Desde entonces, no ha parado de evolucionar y ahora roza la gran meta: el anillo de campeón.