bilbao - Ocho años no es nada. El Dominion Bilbao Basket ha tenido que esperar ese tiempo para ganar su segundo partido de Copa y lo hizo ante el mismo rival que el 7 de febrero de 2008 en el Buesa Arena de Gasteiz. Ese día, nació un niño llamado Ander que ahora se ha convertido en un impenitente seguidor del equipo y que ayer siguió los minutos finales hecho un manojo de nervios delante del televisor, como su hermana Ainhize, otra gran aficionada. Ambos fueron plenamente conscientes de que los hombres de negro, en un Coliseum de A Coruña volcado a su favor, habían protagonizado una hazaña, una de esas sorpresas que estaban necesitando el torneo y el baloncesto de la ACB, adormecidos por la tiranía de los grandes del fútbol. Los jugadores de Sito Alonso lanzaron el mensaje de que no hay nada imposible, de que la fe mueve montañas, por grandes que sean, si se ponen los medios y reventaron las previsiones, y los deseos de muchos, a la primera.

En los últimos diez años, el Barcelona solo se ha quedado fuera de las semifinales de Copa en dos ocasiones. En ambas, su verdugo fue el Bilbao Basket. Ayer, como hace ocho años, los vizcainos se resistieron al papel de convidados de piedra y compitieron al máximo de su posibilidades. Lo han hecho en la mayoría de partidos de esta temporada y ayer recibieron el premio que otras veces se les ha escapado por poco, sin ir más lejos la semana pasada en Bandirma. La gran virtud del conjunto bilbaino es estar siempre ahí, no rendirse y, al final, los frutos acaban llegando, incluso en aquellos días en que no parecen los más propicios.

Pero desde el primer minuto, el Bilbao Basket salió decidido a demostrar que aquello de no tener nada que perder no iba con ellos. Los primeros triples de Axel Hervelle, uno de los que más ha sufrido en estos primeros meses de la temporada, fueron vitamina anímica para todos sus compañeros y un problema táctico para el Barcelona, que quizás no contaba con tener que defender lejos del aro al belga. Así, los hombres de negro tomaron la iniciativa en el marcador en un duelo muy similar al que jugaron en la primera vuelta de la Liga en el Palau Blaugrana.

gran alex ruoff Volvió a quedar claro que Sito Alonso tiene tomada la medida al juego de los azulgranas. De nuevo, volvió a desactivar su juego posicional a medio campo y obligó al Barça a jugarse la victoria desde la larga distancia. Sin triples y sin tiros libres, el conjunto de Xavi Pascual, al que le gusta madurar sus ataques de forma exagerada, no encontró resquicios en la defensa bilbaina y la confianza en las filas del Bilbao Basket fue creciendo porque también apareció el mejor Alex Ruoff de la temporada, atrevido y acertado. El Barcelona se empleó a fondo en vigilar a Hannah, Bertans y Mumbrú, las principales fuentes de anotación de su rival, pero los puntos del alero estadounidense y de Hervelle sirvieron para mantener la iniciativa en el marcador durante toda la primera parte y muchos minutos de la segunda.

Cuando el Barça se puso por delante en unos minutos en los que su defensa subió lineas y Oleson empezó a meter triples, cualquier seguidor del Bilbao Basket podía temerse lo peor, pero esta vez el destino tenía escrito un guion distinto. Ni siquiera la quinta falta de Bogris hizo mella en la fe de los de Sito Alonso, que se agarraron al parqué en busca de una oportunidad histórica cuando el partido caminaba ya en ese alambre en el que ya no se podía acumular errores porque no quedaba tiempo para enmendarlos.

Y el que más cometió fue el Barcelona, al que le cayó encima la presión del favorito. Al tiro libre que falló Tomic para empatar tras la inexistente antideportiva señalada contra Slezas -el lituano hizo lo que debía hacer- le siguió el error de los técnicos del Barça al no percatarse de que el saque siguiente era desde medio campo y no desde la línea situada a ocho metros del aro. Quedaban tres segundos y dos décimas, tiempo suficiente para que los culés pudieran anotar, pero esa distancia reforzó a un Bilbao Basket que iba a morir en esa defensa. Doellman, la mano esperada, no encontró paso al aro y Mumbrú recuperó el balón que valía una semifinal y que significaba el golpe en la mesa definitivo de un club que hace año y medio tenía encima la tapa del ataúd. La Copa saltó por los aires como hace ocho años cuando Ander llegó a este mundo. Y es que el negro no tiene por qué ser el color de la tristeza.