Bilbao

EL 24 de abril de 1976 fue una fecha histórica para el baloncesto vizcaino. Ese día, contra L'Hospitalet, el Águilas jugó en La Casilla su último partido en la máxima categoría del baloncesto, lo que entonces se conocía como la Liga Nacional. Era el número 294 del equipo aguilucho en catorce temporadas. Txutxo Sanz, que también fue el primer entrenador del Bilbao Basket y sigue en activo en los juniors del Loiola Indautxu, dirigió al Águilas esa campaña que el equipo bilbaino concluyó en última posición. Hoy, el Bilbao Basket juega en Fuenlabrada su partido 294 en la Liga ACB. Han tenido que pasar 36 años para alcanzar una cifra que sitúa a los hombres de negro en el 25º lugar histórico de la competición que nació en 1983-84.

Fotis Katsikaris, al regreso de Bulgaria, acepta la invitación de reunirse con Txutxo Sanz para conversar de pasado, presente y futuro, de dos momentos que pusieron el baloncesto vizcaino muy arriba. "Para que luego te quejes. Mira la cera que nos daban a nosotros...", lanzaba el exentrenador del Águilas al actual inquilino del banquillo del Bilbao Arena mientras ojeaba alguna crónica de la época que no dejaba muy bien parado al conjunto aguilucho. Pero al César lo que es del César, "el Águilas tiene mucha culpa de lo que está pasando ahora. Puso una semilla muy importante", asegura el ahora miembro de la Fundación Bilbao Basket.

Los medios de entonces, como el público, eran exigentes después de haber vivido años antes la rivalidad con el Kas o el buen papel del Fiber Urcelay, que hicieron que el baloncesto tuviera una importante presencia en Bilbao. Aquella última temporada se vivió con desencanto, porque los aguiluchos, que vestían de blanco, no pasaban de ser un equipo muy modesto en una Liga que dominaba con puño de hierro el Real Madrid. La consigna era "como iban a ganar de todas todas, no enfadarles, sobre todo a Pedro Ferrándiz, para no llevarte una buena paliza. Se decía que el único equipo que podía hacer frente al Real Madrid eran los suplentes del Real Madrid".

En aquel último partido del Águilas en la máxima categoría, solo había 100 personas en las gradas de La Casilla, según rezan las crónicas. "Conocías a todos y si alguno faltaba, hasta te preocupabas por si le había pasado algo", recuerda con humor Txutxo Sanz. Pero no siempre fue así, ya que en año anteriores el Águilas "llegó a llenar la Feria de Muestras, se enfrentó a la selección de Canadá... Fue un equipo muy importante para el baloncesto vasco y español".

El técnico heleno tenía en 1976 diez años y estaba lejos, claro, de pensar que su futuro iba a estar en un banquillo, y en Bilbao. Pero empezó a cultivar en el club Ionikos de Atenas, "donde se formó Giannakis", un interés por el baloncesto que iba más allá del mero hecho de jugar. "Un tío mío era directivo y me iba allí cuando me aburría en casa. Los minis solían jugar antes de los mayores y me gustaba ver aquello en un momento en que el baloncesto en Grecia era algo muy cerrado, casi desconocido", rememora.

MAS TALENTO, MENOS FÍSICO En 36 años, el baloncesto ha cambiado mucho, parece casi otro deporte y hablando con dos entrenadores, ambos coinciden en señalar dos aspectos fundamentales: "el físico de los jugadores y la velocidad de ejecución de las acciones". Siempre resulta difícil medir épocas porque, como bien señala Katsikaris, "en Grecia comparan a Gallis con Diamantidis y no tienen nada que ver". "Quizás ahora hay menos talento, pero mucho más trabajo físico. Entonces había jugadores muy inteligentes", señala el técnico del Bilbao Basket. "Y con una técnica individual envidiable, ya que podían penetrar, tirar...", puntualiza Txutxo Sanz. Fotis Katsikaris añade que "en Grecia siempre nos fijábamos en los bases españoles: pequeñitos, rápidos, listos... Corbalán era un modelo para nosotros". "Pues imagínate Carmelo Cabrera. A nosotros nos mataba porque tenía un talento terrible".

Estos dos legendarios bases eran ya nombres protagonistas en la que coincidieron con apellidos ilustres como Luyk, Brabender, Walter -que esa temporada logró el récord de anotación individual aún no superado con 65 puntos-, Flores, Estrada, Santillana o Sagi-Vela con otros jóvenes que empezaban a despuntar como Solozabal, De la Cruz, Margall, Creus o Querejeta, que formaba en el entonces Vasconia. La plantilla del Águilas estaba formada por Arza, Zamora, Arregui, Lausín, Garcés, Capetillo, Sarria, Anasagasti, Moreno y el estadounidense Grenfell, que no acabó la temporada, pese a ser el máximo anotador del equipo. "Era bueno, pero un jeta", apunta Txutxo Sanz.

En aquellos tiempos, "el americano" era el fichaje del verano y el hombre que podía cambiar los objetivos de un equipo. "Solía ser el jugador más alto, el más rápido y el mejor, claro. Pero eran melones sin abrir: no sabías lo que te iba a llegar". En el siglo XXI, "puedes hablar con 20 personas de su entorno que te pueden dar otra información que la del vídeo. Tienes que hacer un estudio profundo y aún así te puedes equivocar, porque el jugador no se adapta o lo que sea. Entonces, el americano marcaba la diferencia en toda Europa. Ahora no es así porque estamos más cerca", precisa Katsikaris.

El último Águilas de la máxima categoría tenía una media de altura de 1,87 metros, pero su entrenador está convencido de que "más de uno" de aquellos jugadores podría encajar en el actual Bilbao Basket "trabajando, claro, porque no estaban trabajados, ya que el baloncesto no era una profesión, sino casi un hobby". "El difunto Iñaki Sarria era excepcional. Txema Capetillo sería uno de esos bases cerebrales como los que tenemos este año. Fito Garcés tenía una técnica individual espectacular. Alberto Anasagasti era un portento físico, pero no estaba trabajado. Jugaba de pívot con 1,96 contra Luyk, imagínate", recita Txutxo Sanz, que también destaca que "todos los pívots eran muy buenos jugadores de pies, los movían excelentemente". "Es cierto. Es algo que ahora está descuidado, que hay que trabajar desde pequeño", asiente Katsikaris.

REPARTIR LOS MINUTOS Al entrenador del Bilbao Basket, como a todos los de élite, le toca ahora gestionar plantillas con jugadores de distinta procedencia, con hábitos muy variados. "No había la presión de ahora. Yo he conocido jugadores de esa época y te cuentan que después del entrenamiento se iban a cenar o a tomar algo juntos. Los generaciones han ido cambiando y en eso también han cambiado las cosas", expone. Las rotaciones no existían. Fue un invento posterior para dar cancha a todos los jugadores. Txutxo Sanz tercia para apuntar que hace 36 años "repartir los roles y los minutos también tenía su cosa. Había gente que tenía que jugar, como el americano, 40 minutos si se podía. Pero es cierto que se jugaba con seis o siete, solo se cambiaba por las faltas, por algún partido desastroso o por cansancio. Pero el cinco titular era el cinco titular, en todos los equipos".

Luego está el aspecto táctico: "Antes se jugaba para el que se la tenía que tirar, ahora cualquiera tiene derecho de pernada a tirarse algunas que te llevan las manos a la cabeza. Pero quizás es porque ahora hay más jugadores en cada equipo que se la pueden jugar. Antes un pívot que tirara... Por Dios, se cogía el rebote y se sacaba". Katsikaris cita al scouting como el causante de que "ahora no pueda haber equipos con solo dos referencias porque te paran muy fácil. Hay que buscar otras respuestas". Quizás, como señala Txutxo Sanz, se tenga que volver a "prestar atención a los pequeños detalles, como hacían entonces todos los equipos".

Los tiempos han cambiado, pero Bilbao vuelve a ser una plaza importante en el baloncesto, como lo era hace 36 años. Katsikaris recuerda sus charlas con Fedon Mattheou, el considerado patriarca del baloncesto de Grecia, "que me enseñaba fotos de esa época en las que se veía que en mi país el baloncesto era un acto social. Los hombres iban con traje y corbata, las mujeres muy arregladas y coquetas y había muchos niños. Luego, eso se perdió por culpa de las rivalidades que hicieron que el ambiente en las canchas fuera poco recomendable para las familias".

Por eso, Fotis Katsikaris celebra el el hecho de que en Miribilla se reúnan grupos de varias generaciones que devuelven a Bizkaia a esos tiempos que abrieron camino. Ahora, 10.000 personas siguen al Bilbao Basket con una fidelidad que motiva a "trabajar lo mejor posible para ganar. Cuando ves mucha familia, mucho joven en la grada, significa que hay un relevo, que es que está vivo y que puede seguir muchos años. Ojalá podamos hacer otros 294 partidos en la Liga ACB".