El curso pasado, Kylian Mbappé (París, 1998) fue el pichichi de Primera. 31 dianas en 34 partidos le sirvieron para dejar atrás a Robert Lewandowski y ganar por primera vez un trofeo que esta temporada vuelve a tener encarrilado. Sin embargo, antes de todo eso, antes de que se convirtiera en una máquina de hacer goles, el delantero francés tocó fondo. Pero de verdad. Y lo tocó en Bilbao.
Fue precisamente en estas fechas pero de 2024, cuando el Real Madrid aterrizó en San Mamés para defender su condición de campeón de Liga y con un Mbappé llamado a liderar el proyecto ganador del club blanco. Sin embargo, ni el conjunto madrileño repitió título, ni el atacante galo capitaneó la victoria en La Catedral. Porque los dirigidos entonces por Carlo Ancelotti sucumbieron ante un combativo y ferviente Athletic que se afianzó aún más en la cuarta plaza tras sumar frente a los madrileños su tercer triunfo consecutivo.
Es decir, el año pasado, el Real Madrid fue derrotado en San Mamés gracias a los goles de Alex Berenguer y Gorka Guruzeta y, sobre todo, gracias a un espléndido y gigante Julen Agirrezabala. Porque es cierto que el guardameta rojiblanco, ahora cedido en el Valencia, cometió penalti tras golpear a Rüdiger en la cabeza al salir de puños.
Pero también es verdad que el arquero donostiarra reparó su error con creces al adivinarle a Mbappé las intenciones, estirarse cuán largo es hacia su lado izquierdo y negarle el gol al francés. San Mamés estalló en un delirio colectivo y, a la vez, el atacante blanco quedó atascado en un fango del que le supuso mucho esfuerzo salir.
Porque a Mbappé le costó brillar con la camiseta del Real Madrid y muestra de ello fue ese episodio en La Catedral. Admitido por él mismo: “En Bilbao toqué fondo, fallar ese penalti… Pero me hizo bien porque me di cuenta de que debía dar el máximo por esta camiseta y jugar con personalidad”.
“En Bilbao toqué fondo, fallar ese penalti… Pero me hizo bien porque me di cuenta de que debía dar el máximo y jugar con personalidad”
Y es que la pena máxima errada en el botxo hizo que las dudas se cernieran sobre él, sobre alguien a quien se le auguran Balones de Oro; aunque también provocó que Mbappé reaccionara. Que convirtiera la parada de Agirrezabala en su punto de inflexión. Que esa estirada imposible del rojiblanco le cambiara la mentalidad y las ganas. Porque, a partir de ese momento, el atacante del Real Madrid comenzó a marcar goles sin parar. Hasta 43 en total. Se llevó la Bota de Oro y terminó la temporada muchísimo mejor de lo que la comenzó. Algo que, tras el duelo ante el Athletic, parecía inverosímil.
Tres puntos de nueve posibles
Ahora, da la casualidad que, en la presente temporada, el Real Madrid regresa a San Mamés con las mismas sensaciones del curso pasado. Con problemas en el juego, ya que parece que aún no ha cuajado la idea de Xabi Alonso, y en los resultados, puesto que los blancos acumulan en liga tres empates consecutivos. Tres puntos de nueve posibles –ante Rayo Vallecano, Elche y Girona– que les ha hecho perder el liderato.
Sin embargo, Mbappé ya no es el del comienzo de la temporada anterior. Es el del final. Ahora el delantero francés tira del equipo, aunque sea a trompicones, y muestra de ello fue el hat-trick que le endosó a un Olympiacos que mereció más (3-4) en la última jornada de la Liga de Campeones. Y todo comenzó en San Mamés.