El Athletic salió el sábado magullado del remodelado Camp Nou al encajar una abultada derrota en un partido en el que fue víctima de sus debilidades, una historia que se ha repetido en muchas ocasiones en lo que va recorrido de temporada y que rentabilizó un Barcelona que no necesitó de un fútbol excelso, sino que le valió recurrir a su mayúscula pegada para golear a un conjunto rojiblanco sumido en un escenario más sombrío de lo esperado. El calendario tan apretado al que tiene que hacer frente en el último mes de competición de este 2025, con una media de un partido cada 3,3 días, no le permite analizar en toda su sustancia cada compromiso y el foco lo tiene que poner en el siguiente, en este caso el que disputará mañana, martes, en Praga ante el Slavia, decisivo en su devenir en la Champions, que ya supera el ecuador de la Fase de Liga. El colectivo de Ernesto Valverde no da el rendimiento que se preveía, sobre todo cuando se tomaba como referencia el curso anterior, y con motivo de su comparecencia en la ciudad natal del escritor Frank Kafka, un referente de la literatura mundial, requiere de una metamorfosis que debe producirse más pronto que tarde, especialmente cuando ya urge la firma de resultados positivos, con la cita en la capital checa a la vuelta de la esquina, ya que una derrota, incluso el empate, desactivaría virtualmente las opciones de los leones de entrar como mínimo en el play-off de la Champions.

Subrayó Valverde en su comparecencia tras la derrota frente al Barça que su equipo “está sufriendo, porque los resultados no son los que esperamos y estamos buscando esa senda que nos permita avanzar”. Es un discurso reiterativo, pero lo cierto es que el técnico no encuentra soluciones para recuperar, aunque sea en el matiz resultadista, la inercia positiva del inicio del curso. Algunas estadísticas dicen que el Athletic, en la competición doméstica, es el equipo que más llega, pero porcentualmente es el menos eficaz; estiman también que es al que menos le generan, pero al que más lastiman. Sea como fuere, los leones no han dado la talla en el cómputo de los 17 partidos oficiales, 13 de liga y 4 de Champions, que han completado, de los que ha perdido 9, poco más de la mitad; y en los que han recibido un total de 27 tantos –17 en liga y 9 en Europa–, unas cifran que retratan la fragilidad de un equipo que en partidos como el del Camp Nou se frustra en las dos áreas. El Barça le metió cuatro y el Athletic no fue capaz de hacer ninguno pese a que gozó de ocasiones para ello, inoperancia esta que le ha penalizado en varios duelos, hasta el punto de que no ha visto puerta en ocho partidos, seis de ellos en la competición liguera.

El Athletic inició el sábado un tramo de tres desplazamientos consecutivos, que empezó en Barcelona y que acabará el próximo sábado, tras escala en Praga, en Valencia para medirse al Levante. Y lo cierto es que no es fiable lejos de San Mamés, donde solo ha vencido en una ocasión, cuando lo hizo en la tercera jornada liguera ante el Betis en La Cartuja, y desde entonces ha coleccionado fiascos como visitante, ya que ha sufrido seis derrotas –Valencia, Villarreal, Borussia Dortmund, Real Sociedad, Newcastle y Barcelona– y solo ha sumado un punto –Elche–, unos registros nada alentadores cuando mañana se juega gran parte de su futuro en la Champions ante un rival al que ya superó el ejercicio pasado, entonces en San Mamés y dentro de la Europa League. De ahí que el Athletic debe rescatar del baúl de los recuerdos su mejor versión si quiere llevarse los tres puntos de la caldera del Eden Arena, porque, como escribió Kafka, “todo aquello que estás buscando, también te está buscando a ti”. Que pasa, además, por una metamorfosis del fútbol del Athletic, que en sus dos anteriores desplazamientos en Champions, Dortmund y Newcastle, los encaró igual de dañado tras caer en liga en el Estadio de La Cerámica y en Anoeta