El tema de los goles, que a diferencia de temporadas anteriores ni llegan ni se esperan, o el de las lesiones, que al menos en número no difiere demasiado de lo ocurrido un año atrás, se han convertido en la comidilla rojiblanca. El paso de las semanas ha servido para que ambas cuestiones merezcan espacios cada vez mayores en análisis, discusiones y tesis sobre el deficiente rendimiento del Athletic. Se diría que lo acaparan todo, que no hay espacio para introducir en el debate otros aspectos que podrían ser útiles para entender lo que le pasa al equipo de Ernesto Valverde.

Por ejemplo, ya que ha salido a colación, al entrenador no se le menciona más que de pasada, como si la cosa no fuese con él o se tratase de una víctima de los errores u omisiones de los futbolistas. La responsabilidad de quien dirige el grupo y toma la inmensa mayoría de las decisiones, en general no se contempla, al menos hasta la fecha, como un factor de peso en la crisis de resultados e imagen del equipo. Ello confirma que Valverde goza de un estatus privilegiado en el entorno del club. Igual que de puertas hacia dentro: en su calidad de gestor de la plantilla, tanto el presidente como el director deportivo le señalan como “el líder” del proyecto.

Pero Valverde no está libre de pecado en el decaimiento del equipo y eso que goza del incondicional refrendo del vestuario. Qué ha hecho o está haciendo mal, pues seguramente el cálculo de los tiempos. Los tiempos de la puesta a punto del personal, de la participación en minutos y del rol de diferentes jugadores, haber transigido con un programa de pretemporada poco adecuado y también con una serie de altas en el grupo (no únicamente este verano) que no subsanan los contratiempos físicos, ni ayudan a preservar la consistencia del bloque, ni elevan su potencial; por no mentar la elección de las bajas y las cesiones.

Se trata, ya sean estas u otras, de facetas de la tarea de un técnico que se entrelazan y acaban por tener consecuencias apreciables en la competición. Una por una, quizás no haya ninguna determinante o que por sí sola explique el mal color que ha cogido un Athletic que el personal presumía pletórico y sin embargo no se encuentra a sí mismo, justo cuando pisa la alfombra de la Champions. Esta coincidencia algo influye en el decepcionante arranque de curso. Valverde no se ha privado de decirlo muy clarito. Solo él sabe por qué lo ha hecho, aunque el mensaje no parece el idóneo vista la coyuntura.

¿Será porque empieza a percibir la auténtica dimensión del problema ante la reciente secuencia de resultados o será porque no atisba una reacción en el corto plazo? Las tres últimas citas son elocuentes al respecto de cómo se halla el equipo. Es verdad que han sido muy seguidas, con poco margen para recuperar, pero contra Elche, Qarabag y Getafe. Ninguno pasa por ser una potencia, son adversarios de un nivel discreto, cualquiera de ellos entre lo más asequible que ofrece la liga y la Champions.

Un indicador de la incomodidad o el nerviosismo que embargan a Valverde podría ser el modo en que está utilizando los cambios. Nunca se ha distinguido por hacerlos rápido, más bien su método tiende a retrasar las sustituciones, que suelen comenzar a partir de la hora de juego y van escalonadas, en dos o tres turnos, alguno muy próximo a la conclusión. En agosto y principios de septiembre fue fiel a esta política y en Mestalla efectuó un triple cambio en el 68, fue en inferioridad por la expulsión de Vivian.

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Tres días más tarde, perdiendo en casa con el Girona se armó gorda cuando en el descanso introdujo a la vez cuatro caras nuevas. Lo que él mismo calificó de “electroshock” no alcanzó más que para evitar la derrota con el colista (1-1). Una semana después, en Dortmund, de nuevo en el descanso metió tres hombres de refresco con 1-0 y acabó en 4-1. En Elche fueron dos relevos en el descanso, el 0-0 permaneció inamovible. Contra el Qarabag, el trío de novedades asomó en el 65 y ayudó a lograr el triunfo. Lo contrario que ante el Getafe: tres cambios en el 59 sin goles, para luego perder por la mínima.

Estos intentos por transformar el panorama de golpe y más pronto de lo habitual se han registrado en siete de los últimos ocho compromisos y sin que diesen excesivos frutos. En los 55 encuentros de la campaña previa, Valverde solo actuó de manera parecida en diez ocasiones.