Hace un par de meses existían motivos para confiar en que el Athletic cerraría la liga rondando los 61 goles que hizo en la edición del año anterior. Entonces, con diez partidos por delante, en su casillero aparecían 46, por lo que la previsión era razonable. El equipo iba como un tiro, acababa de eliminar a la Roma en los octavos de final de la Europa League y, seguido, fue capaz de sumar tres puntos en el Sánchez Pizjuán con un tanto de Yeray. Ahora, con solo tres jornadas por celebrarse y salvo que encadene unos resultados muy contundentes, está claro que la posibilidad de emularse a sí mismo se ha desvanecido: le faltan diez para alcanzar esa cifra de 61 goles.

Las causas del frenazo experimentado en el capítulo rematador son de sobra conocidas: la pérdida de frescura del conjunto y las ausencias por lesión de los jugadores que concentran la mayoría de los goles o intervienen en la génesis de muchas de las acciones que terminan en las redes rivales. La pegada del Athletic se ha resentido de manera evidente. En cuatro de los siete compromisos más recientes, ni siquiera logró estrenar su cuenta: empates a cero con Osasuna, Villarreal y Real Sociedad, además de la derrota en el Bernabéu (1-0). Dos de los triunfos obtenidos, sobre Las Palmas y Alavés, se consumaron por la mínima y el repaso se completa con el 3-1 a costa del Rayo Vallecano.

Cinco goles en siete actuaciones consecutivas. La media resultante ahorra mayores disquisiciones. Si se analiza la rentabilidad de estos marcadores, cabe una lectura en clave positiva. Los doce puntos logrados de veintiuno posibles han permitido al Athletic preservar la cuarta posición, si bien Villarreal y Betis se han acercado en la clasificación. Frente a Getafe, Valencia y Barcelona deberá amarrar tan privilegiada plaza.

La situación vivida desde marzo se puede catalogar como delicada, aunque de momento no haya tenido consecuencias irreversibles. Descontado el adiós a la Europa League, por supuesto. En el marco de la liga, el balance defensivo se ha revelado fundamental para atenuar el impacto de la pobre producción ofensiva: dos goles recibidos en siete citas son el indicativo irrebatible de la fiabilidad del sistema de contención.

Retomando el tema de la delantera, el pasado domingo se tocó fondo, en el sentido de que Valverde tuvo que alinear juntos a Canales, Olabarrieta, Maroan y Djaló. Ni los hermanos Williams, en la enfermería, ni Berenguer, suspendido, figuraron en una convocatoria que sí acogió a Sancet, quien compareció a media hora escasa del final para tratar de sacar al equipo del atasco que le planteó el Alavés. Fue el enésimo regreso del máximo goleador de la plantilla, que desde marzo ha causado baja en diez ocasiones e intervenido en siete, aunque en cuatro saliendo en segundas partes y en una, ejerciendo de titular, solo aguantó 22 minutos sobre el césped.

Por seguir con las ausencias, Nico Williams ha faltado en cuatro de los seis partidos más recientes e Iñaki Williams en los dos últimos. Y tiene toda la pinta de que esta pareja ha jugado más de lo aconsejable atendiendo a su estado físico. Hasta que no han tenido más remedio que parar.

Berenguer y el resto

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Desde finales de marzo, los más asiduos arriba vienen siendo Berenguer, Maroan, Unai y Guruzeta. El primero merece un aparte por su rendimiento. Berenguer se ha erigido en el gran recurso de Valverde, siempre disponible y alternando puestos con absoluta naturalidad. Se ha revelado básico en un año donde, en teoría, podía ser la víctima de tanta competencia. Unai, otro que cambia de sitio con frecuencia, ha tenido una aportación más discreta, pero las funciones de que se le encomiendan no parecen casar con su perfil. Su relación con el gol es testimonial.

Y el repaso culmina con la convivencia de Maroan y Guruzeta. Que lleven dieciséis partidos sin ver portería ayuda a entender la sequía reinante. Maroan ha ido ganando terreno en esa pugna por ser el ariete titular. Los compañeros agradecen su entusiasta pelea con los centrales, el problema radica en la exagerada tendencia a buscarle con envíos largos, como si fuese la única vía para progresar. Además, es obvio que en la definición aún está muy verde. En esta asignatura, Guruzeta sacó un sobresaliente el año anterior, así como en la construcción del juego bajando a recibir. Sus prestaciones se han resentido en ambas facetas. En el rato que tuvo frente al Alavés recuperó el tono y le puso en bandeja un mano a mano a Maroan en el tiempo añadido. No estuvo tan fino en el remate: Sancet le cedió el honor del gol de la victoria y erró, con la fortuna de que la pelota subió al marcador tras rebotar en un rival.