Se acabó. O casi. Entiendan la frustración. Porque todo, o casi todo, se fue al traste en solo siete minutos. En siete fatídicos y malditos minutos que parecieron un suspiro y una eternidad a la vez. Porque aguardar la decisión del colegiado mientras esperaba noticias de la sala VOR fue eso, una eternidad que, para colmo, acabó en pesadilla. Tras revisar la acción con detenimiento, el que le faltó para ver la mano de Alejandro Garnacho al borde del área, Espen Eskas pitó penalti por agarrón de Dani Vivian sobre Rasmus Hojlund cuando este se disponía a alcanzar un balón en el área pequeña y el central acabó expulsado. Ya jugó con fuego Vivian frente al Rangers en una acción parecida y anoche se quemó. Ahí se acabó el partido para el Athletic, que encajó el segundo tanto del partido en un margen de solo siete minutos (30 y 37) y se dedicó a sobrevivir el resto del choque para minimizar daños. Posdata: no lo consiguió.
Lo que empezó como una fiesta, en una jornada de calor más propia del verano, de bochorno y humedad, festiva y reivindicativa por tratarse del día del trabajador, acabó tras una larga sobremesa y un sinfín de cervezas –estaría bien que alguien pudiera contabilizar las que se consumieron en Bilbao– y demás bebidas espirituosas, en zozobra. El conjunto rojiblanco fue zarandeado por el Manchester United y a, ratos, por su propia incapacidad, especialmente ante la portería rival, y el criterio arbitral. Nada acompañó al Athletic en una noche negra, en la que todo le salió cruz.
Si en las eliminatorias frente a la Roma y el Rangers fue el conjunto rojiblanco quien se benefició de sendas expulsiones de sus rivales con muchos minutos por disputarse, aunque a decir verdad la del conjunto escocés en Ibrox no tuvo reflejo en el marcador, este jueves le tocó vivir la otra cara. Y claro, no es nada nuevo que el Athletic no sabe qué hacer cuando juega en inferioridad. Si ya de por sí le cuesta estando en superioridad, qué decir con uno menos. De lo malo, porque pudo ser mucho peor, solo encajó un gol más, justo a las puertas del descanso, y el resultado no se movería más hasta el pitido final. Y no precisamente porque el Manchester United no lo intentara, pues estrelló hasta dos balones en la madera.
Con diez, el Athletic buscó minimizar daños, algo lógico. Bajó su línea de presión y se fue hundiendo cerca de la portería defendida por Julen Agirrezabala, que tuvo mucho trabajo. Eso sí, quedó la sensación de que de haberse enfrentado a otro equipo, no a este Manchester United que camina con pena por su liga pero es un gigante en Europa, habría estado en condiciones de encajar una mayor goleada que no el 0-3 que deja un mínimo, pero minimísimo, margen de esperanza para lograr una remontada que sería histórica. Pero hasta la fecha soñar es gratis.
Si el Athletic fuera el Real Madrid, que no lo es, por suerte, ya se habría iniciado alguna especie de revolución pensando en la remontada. Claro que, además del resultado, tampoco tendrá el factor cancha a favor, pues para colmo la eliminatoria se decidirá, si no lo está ya, en Old Trafford. Y así, todo resulta mucho más complicado.
Pero como en esto del fútbol nunca se sabe, pues ejemplos hay miles de remontadas heroicas, como la que firmó dos semanas atrás el Manchester United frente al Olympique de Lyon, con tres goles en seis minutos, toca aparcar el negativismo, olvidar los siete minutos fatales, que fueron quince el tercer tanto de Bruno Fernandes, y confiar en que tras fallar lo infallable, como les sucedió a Alex Berenguer e Iñaki Williams, esas acciones entrarán en Old Trafford. Y que Nico Williams resurgirá tras caerse. Y con ellos, el resto del equipo. Quién dijo miedo.
La cifra: 76
Óscar de Marcos se convirtió, en el encuentro que enfrentó al Athletic con el Manchester United en San Mamés, en el futbolista con más partidos jugados en competiciones europeas en la centenaria historia del club bilbaino. El capitán rompió el empate a 75 que mantenía con Markel Susaeta para aumentar su legado.