San Mamés sigue soñando. Bilbao sigue soñando. Y el Athletic y su afición tres cuartas partes de lo mismo. El camino europeo que se inició en septiembre en Roma y que tocará a su fin en la capital vizcaina el próximo 21 de mayo tiene una última estación en Manchester.
Allí se jugará el conjunto rojiblanco sus aspiraciones por estar en la gran final de la Europa League. Y lo hará tras eliminar al Rangers, olvidando los fantasmas del Ibrox Stadium, donde la portería del equipo escocés se minimizó hasta convertirse en un minúsculo agujero en el que los leones fueron incapaces de colar la pelota. Aunque anoche, al calor de su público, se vivió una sensación muy parecida, los goles terminaron cayendo y no sin una pizca de sufrimiento, porque nunca está de más y el Rangers estrelló un balón en el palo tras una meritoria intervención de Julen Agirrezabala, el Athletic se hizo un hueco entre los cuatro mejores equipos de la competición.
El partido comenzó con el sonido de una gaita escocesa acompañando a la clásica txalaparta, una especie de guiño al Rangers, escocés, sí, de Glasgow, también, pero de marcado acento unionista. Un club ligado al protestantismo desde que se fundara el Celtic, su histórico rival, un puñado de años después de su nacimiento. Esa fue prácticamente la única concesión que le dio el Athletic a su rival de anoche, al que pasó por encima en una fantástica primera mitad, en la que únicamente obtuvo una mínima renta y gracias, por un penalti cometido sobre Maroan Sannadi que transformó Oihan Sancet. Lo de la segunda mitad fue una historia distinta. El partido se fue poco a poco enturbiando en medio del nerviosismo local, lógico por no haber conseguido el segundo gol pese a haber hecho méritos más que de sobra para lograrlo.
Paradógicamente, el Athletic se encontró bastante más cómodo sobre el campo cuando tuvo que jugar contra una línea de cinco defensas que frente a una de cuatro. Lo que en otras ocasiones había sido una especia de muro infranqueable para los rojiblancos se convirtió durante la primera mitad de ayer en trinchera a medio hacer. Los de Barry Ferguson, que en la ida se defendieron con uñas y dientes y pese a jugar con un futbolista menos durante casi todo el choque consiguieron dejar su portería a cero, cuestión que celebraron al término del partido celebrado en el Ibrox como una victoria, algo lógico, dicho sea de paso, se parecieron muy poco a ese equipo rocoso y aguerrido de ocho días atrás.
Futbolistas diferenciales
Claro que en esa mejor cara del Athletic mucha culpa tuvieron sus futbolistas diferenciales. Maroan Sannadi quiere ser uno de ellos y, aunque le falta relacionarse con el gol, su primera mitad de ayer es de esas que se deben poner en las escuelas de fútbol. Volvió loca a la defensa del Rangers con sus movimientos y provocó un nuevo penalti, el segundo en cinco días.
A su alrededor orbitaron los que tienen que aparecer: Oihan Sancet y Nico Williams. Entre ambos fabricaron en la final de Copa de un año atrás el gol que puso el empate en el marcador frente al Mallorca y ambos volvieron a dejar el sello de su calidad ante el conjunto escocés. El media punta anotó el penalti que abrió el marcador y el extremo dejó vista para sentencia la eliminatoria anotando de cabeza el segundo y definitivo gol.
Con el oportunismo de todos ellos y un excelente trabajo coral –qué partido de los veteranos Óscar de Marcos e Iñigo Lekue...– el Athletic se ha colado en la tercera semifinal europea de su historia. Le espera todo un clásico como el Manchester United, con la vuelta en Old Trafford. Por lo pronto, el sueño sigue en el teatro.