Cuando hay objetivos por cumplir, como le ocurre al Athletic, se debería otorgar idéntico valor a cada una de las últimas jornadas del campeonato de liga. Sin embargo, aunque todos los puntos cuentan igual, se tiende a adjudicar un valor superior a aquellos que disputan entre sí equipos con un interés coincidente. Es el caso de los que se ponen en juego mañana en el partido de La Cerámica: el Athletic visita a un Villarreal obsesionado con desplazarle de la cuarta plaza. La gracia del partido estriba en que, después de muchísimas semanas de persecución, la distancia entre ambos en la tabla se ha estrechado más que nunca. De ganar, los amarillos se situarían a tres puntos, pero aún tienen pendiente el compromiso suspendido en su día con el Espanyol, fijado para el 27 del mes corriente.

En este contexto, parece evidente que lo que se ha calificado como una final, en realidad, lo sería para el Villarreal, dado que hasta el empate favorecería los intereses del Athletic. Pero al margen de cuál sea el desenlace, todavía quedaría mucha tela que cortar. Por ejemplo: en la fecha siguiente, el Villarreal acudirá al Benito Villamarín, feudo de un Betis que viene acelerando y amenaza seriamente con inmiscuirse en lo que se suponía era un mano a mano. Y todavía restarán un montón de cruces de toda índole, puntos de sobra para alterar el actual orden clasificatorio. O es que alguien cree que Athletic, Villarreal y Betis permanecerán ajenos a los tropiezos de aquí al último fin de semana de mayo.

Centrados en lo inminente, el primer aspecto a destacar sería el resultado registrado en la primera vuelta en San Mamés. El Athletic venció por dos goles de diferencia en un choque bastante equilibrado que se decidió mediado el segundo tiempo. Tuvo lugar en una fase del calendario particularmente exigente para los hombres de Ernesto Valverde. Esta circunstancia merece la pena mencionarse, puesto que a la hora de calibrar el potencial del Villarreal ha quedado demostrada su incapacidad para aguantar el ritmo de puntuación de un Athletic que acumula en sus piernas once partidos más.

Al menos, así ha sido hasta ahora. Una realidad que acreditaría la superioridad, mental y física, del Athletic (así como la del Betis, a su vez inmerso en la Conference League). De lo contrario, cómo entender si no que el Villarreal haya malgastado la ventaja que implica gestionar una agenda que únicamente incluía la liga. La excusa esgrimida desde el entorno del submarino amarillo hace referencia al desproporcionado número de lesiones padecidas por los pupilos de Marcelino García.

La imposibilidad de sacarle el máximo jugo, por culpa de los contratiempos físicos, a una plantilla que en verano incorporó nueve refuerzos, a lo sumo, justificaría parcialmente el rendimiento un tanto tibio del Villarreal, que ni siquiera necesitó desgastarse en la Copa, pues fue eliminado en la segunda ronda por el Pontevedra, que milita en Segunda RFEF.

Pase lo que pase, aún restarán un montón de cruces de toda índole, puntos de sobra para alterar el actual orden clasificatorio

Ausencias como las de Gerard, Foyth, Pedraza o Ayoze, a la fuerza se han de notar, pero no es menos cierto que el técnico ha dispuesto de una base estable para diseñar las alineaciones. A saber: una decena de jugadores que a estas alturas rondan los dos mil minutos de competición: Conde, Logan Costa, Cardona, Femenía, Gueye, Parejo, Comesaña, Baena o Barry.

Más allá de circunstancias adversas como la apuntada, el pasado verano partió el Villarreal con la inexcusable obligación de regresar a Europa. En la liga anterior acabó octavo, lastrado por un deficiente arranque que precipitó las destituciones de Quique Setién y Pacheta. Marcelino tomó las riendas a mediados de noviembre y se asistió a una reacción. Fue insuficiente, entre otros motivos porque marcar 65 goles está muy bien, pero no si es a cambio de recibir 65. En el presente ejercicio, el balance es distinto, ambas estadísticas se han moderado, de momento van 51 a favor y 39 en contra, que siguen siendo excesivos. El Athletic, por ejemplo, ha marcado 46, pero solo ha concedido 24.

De lo expuesto no cabe extraer conclusiones fiables de cara a lo que vaya a ocurrir mañana. Noventa minutos conceden la oportunidad a ambos equipos de exponer ampliamente sus argumentos en lo que no es una final.