Desde su primer contacto con la élite, todo lo concerniente a Mikel Jauregizar se produce a toda velocidad. Sus vivencias se han ido entrelazando sin casi margen al respiro o la reflexión. Antes del verano de 2024 apenas asomó la cabeza, era un pipiolo de Lezama jugando unos ratitos sin poder asimilar la amplitud del salto desde el filial.
Nada extraordinario, antes que él fueron decenas los que conocieron una experiencia similar. Un año después, sus estadísticas habían crecido de manera exponencial: añadió tres mil minutos a los 200 testimoniales del primer año. Acabó el curso siendo el cuarto de la plantilla en dicho apartado. Estuvo en 48 partidos, la mayoría de inicio. Valverde llegó a declarar que había que proteger a un chico tan joven, aunque hiciera con él exactamente lo contrario.
Ampliación de contrato
El pasado mayo, el club le ofreció prolongar su vínculo hasta 2031. La operación supuso añadir cuatro años al contrato que ya poseía. Jauregizar firmó sin imponer o consensuar cláusula de rescisión. La razón, bien simple: no le interesaba figurar en el mercado con un precio colgado del cuello. Dicho de otra manera: quiere jugar en el Athletic. Y a poder ser, siempre.
En su mente no hay siquiera un mínimo resquicio por el que pueda colarse la imagen de sí mismo vistiendo otra camiseta. En sintonía con esa claridad de ideas que ha ido espolvoreando ante la prensa en diferentes momentos, ayer tuvo la ocasión de reiterar el férreo compromiso que cultiva con el club. Con dos palabras, “que no”, expresó cómo respondería a una proposición de fichaje del Barcelona. Señoría: no hay más preguntas.