Sin margen para saborear su momento culminante de juego y resultados, el Athletic inicia una fase de la temporada sin parecido a cuanto ha vivido desde agosto. Después de encadenar cinco victorias, cuatro de ellas logradas como local, gestionará ocho compromisos de forma consecutiva en calidad de visitante. Los caprichos del calendario han decretado la clausura de San Mamés hasta finales de enero, planteando así un nuevo reto a la plantilla de Ernesto Valverde. El dato curioso de este largo período lejos del campo que en el último año y medio ha convertido en un escenario prácticamente inexpugnable para rivales de todo pelaje, estriba en que se abre y se cierra en Turquía.

Mañana mismo se medirá al Fenerbahce que dirige José Mourinho y para el 22 de enero está fijado el encuentro con el Besiktas. En medio, los derbis con Alavés y Osasuna, dos rondas coperas de las que únicamente se conoce al primer rival, el Logroñes, la semifinal de la Supercopa contra el Barcelona y el desplazamiento liguero a Balaídos. Un programa de desigual exigencia, dada la diversa calidad de los oponentes, pero que en su conjunto no puede catalogarse como plato de gusto.

De entrada, se ha de valorar la cantidad de viajes y los numerosos días que discurrirán con los rojiblancos lejos de casa, aspectos que trastocan el régimen de trabajo y los descansos de los futbolistas que tanto agradecen la rutina de Lezama. Tampoco es broma el hecho de alternar cuatro competiciones. Hasta la fecha, el Athletic ha sido capaz de combinar con naturalidad LaLiga y la Europa League, dos ámbitos sin punto de comparación. Ello no ha supuesto un obstáculo, como certifica la lista de marcadores positivos coleccionada. Pero de repente asoman en la agenda la Copa en la versión que menos agrada a Valverde, según acaba de admitir, y la Supercopa, ese montaje incalificable en territorio saudí.

La motivación y la activación de los jugadores no está a prueba, pero duplicar el cupo de frentes conlleva un riesgo y en el caso que nos ocupa, con más razón, a causa de los constantes cambios de ubicación. Si en este mes largo hubiese intercalada alguna cita en La Catedral, pues el asunto se vería con otros ojos. Siquiera el equipo tendría un respiro al amparo de la afición. La realidad es que andará con la maleta a cuestas y su único respiro se lo concederá el tradicional paréntesis navideño.

Para compensar el cúmulo de pegas que asoman en el horizonte, cuenta el Athletic con la baza de su inercia. Con el ánimo por las nubes y el estado de forma por el que atraviesa, cuesta pensar en un contexto más favorable para sacar adelante esta interminable serie de desplazamientos. Una impresión que se ha manejar con prudencia, pero que está bien fundamentada. Prudencia porque nadie regala nada y tampoco se puede esperar que prolongue sin límite la exitosa dinámica que protagoniza.

PRIMER DESTINO

La derrota permanece al acecho, dispuesta a saltar en cualquier esquina. Cuantas más victorias se acumulan, más cerca está la derrota. Y no es solo una mera cuestión de probabilidades. Sin ir más lejos, salir entero del feudo del Fenerbahce entraña un grado de complejidad considerable. Como siempre que se pisa territorio otomano, lo primero que se destaca es el factor ambiental. Pero por encima del ruido y el humo de las bengalas característicos del Sukru Saracoglu, merece analizarse la identidad del anfitrión. Así como sus urgencias, muy reales en el torneo continental.

Te puede interesar:

A Mourinho no le está resultando fácil hacerse con las riendas de un grupo que reúne una peculiar mezcla de autóctonos y extranjeros de muy variada procedencia. Entre estos últimos, no faltan estrellas que apuran su periplo profesional; tipos que han vestido muchas camisetas, levantado trofeos y hoy exhiben su oficio sin la continuidad de antaño. Edin Dzeko, a sus 38 años, figuraría como el representante más llamativo de este perfil. A su lado los serbios Dusan Tadic (36) y Kostic (32) o el centrocampista brasileño Fred (31).

Los citados no son las piezas más descollantes, apartado que encabezaría Livakovic, portero titular de Croacia, junto al polaco Szymanski, el marroquí Sofyan Amrabat y los turcos Under, Emre Mor, Kahveci, Soyuncu o un viejo conocido de los rojiblancos, el ariete En Nesyri. Un vestuario diseñado para aspirar a títulos a nivel doméstico y que pretende zanjar una década de sequía, motivo que el pasado verano impulsó la captación del mediático técnico luso, al que la afición le exige llegar lejos en la Europa League. Sucede que no acaba de funcionar: decimoquinto en la tabla con ocho puntos, mañana el Fenerbahce sale abocado a ganar o ganar.