Una pareja asiática sale de la tienda de San Mamés minutos antes de que arranque el derbi con una sonrisa de oreja a oreja mientras ambos observan sus preciadas nuevas adquisiciones: dos camisetas del Athletic, rojas y blancas, nada de combinaciones extrañas, que se disponen a ponerse sobre sus sudaderas antes de emprender el camino al interior del campo. Cerca de allí, en uno de los muchos bares donde se citan los aficionados mientras apuran su entrada a La Catedral, otra pareja, estos llegados desde la isla de Tenerife, disfruta de la previa a su manera, más tradicional, entre cañas y pintxos. Él dice tener el corazón divido entre el Barcelona y el Athletic; ella no duda, su pasión es rojiblanca. Son historias del derbi vasco por antonomasia, que visto lo visto no entiende de fronteras en un fútbol cada vez más globalizado en el que los leones, que apuestan por sus canteranos en mayor número, por mucho que LaLiga se empeñe en difuminar la realidad, se hicieron con la victoria. O, parafraseando a Iñaki Williams, el Athletic vacunó una vez más a la Real Sociedad, y ya van cuatro veces seguidas en San Mamés.
Eso sí, el derbi que disputaron anoche bilbainos y donostiarras no pasará a la historia por el brillante espectáculo futbolístico ofrecido por unos y otros. Ni por la belleza del único tanto del encuentro, obra de Oihan Sancet de cabeza a escasos centímetros de la línea de gol. Tampoco por alguna acción polémica, que ni las hubo, pues el partido fue descafeinado hasta en eso. Cosas del viento sur, de los 20 grados que hicieron a las nueve de la noche o vaya usted a saber. En una semana en la que más allá de un canutazo de Iñaki Williams coincidiendo con una nueva presentación de la película que protagoniza junto a su hermano Nico, no hubo ninguna voz de dentro de la caseta rojiblanca, obviando, cómo no, a Ernesto Valverde. Un extraño silencio que tampoco ayudó a avivar la llama el derbi. Lo único que aportó algo de picante a la cita fueron los continuos intentos de la Real por aplazar su partido copero ante un equipo de Tercera RFEF.
Por no haber no hubo ni ganas de enfadarse con Alex Remiro. Que sí, que escuchó con claridad los pitos del respetable cada vez que tocó el balón, pero estos tampoco tuvieron la intensidad de otros partidos. Eso sí, al César lo que es del César y chapeau por su actitud, aplaudiendo con respeto, cuando San Mamés rindió tributo a Unai Simón, de vuelta tras una larga recuperación tras operarse de la muñeca derecha.
La presencia del guardameta de Murgia en el banquillo fue la primera gran noticia de la noche; la última, el triunfo, que permite al Athletic volver a abrir cinco puntos de ventaja con la Real y que de paso gana una posición en liga para acostarse en la quinta plaza.
Entre medias también hubo un puñado de buenas noticias. Qué decir de Oihan Sancet, un futbolista diferencial que con tres chispazos alteró los biorritmos de un partido insípido. En el primero encontró en profundidad y con calidad a Álvaro Djaló, en el segundo forzó la amarilla de Igor Zubeldia y en el tercero anotó el tanto que le daría los tres puntos al Athletic.
Decisivo fue el navarro en ataque, como lo fueron en defensa Dani Vivian y, especialmente, Yeray Álvarez. Qué gran noticia la recuperación de este último, que en sus dos últimas participaciones ya había dejado muy buenas impresiones y que ayer ofreció un rendimiento de sobresaliente. Qué bendito problema tiene Valverde con tres centrales, ellos dos y Aitor Paredes, a su máximo nivel. Sin olvidar a Unai Nuñez. El derbi fue descafeinado, sí, pero dejó tres puntos en Bibao y varias buenas noticias.
La cifra
250
Yuri Berchiche, que fue titular en el derbi entre el Athletic y la Real Sociedad, disputó ayer su partido 250 en LaLiga. El lateral de Zarautz se estrenó con el Valladolid en la temporada 2009-10, con el que jugó un encuentro, sumó 77 más en tres cursos con el equipo donostiarra y como león lleva ya 172.