El Athletic se acuesta feliz y contento. Obtuvo un resultado valiosísimo en su afán por avanzar en la Europa League y lo hizo después de sufrir de lo lindo. Ya se sabe que lo que cuesta, sabe mejor, así que durmió a pierna suelta después de batir a un rival dignísimo, que le plantó cara como ningún otro equipo hasta la fecha en su propio campo. El Slavia de Praga volvió a casa derrengado por el extraordinario esfuerzo que invirtió, así como por culpa de una derrota que en absoluto mereció. La Catedral acogió un encuentro tremendo en términos de intensidad, lucha y alternativas, si bien por una vez el gobierno no le correspondió al Athletic, que tuvo que exprimirse a fondo para contrarrestar el ímpetu y la laboriosidad de los futbolistas checos.
Un gol afortunado anotado por Nico Williams con la involuntaria colaboración de un defensa, determinó el signo de la contienda, que permaneció abierta de principio a fin. Para hacerse una idea de por qué cauces discurrió el pulso, basta con el dato de que el Slavia casi triplicó las jugadas de peligro del anfitrión. Dato que conduce a otra cuestión asimismo muy elocuente: Julen Agirrezabala fue el elemento más distinguido entre los suyos. Varias de sus intervenciones resultaron clave para neutralizar el formidable despliegue de los dirigidos por Jindrich Trpisovsky, quien nada podrá reprochar a unos jugadores que actuaron guiados por la valentía y una generosidad a prueba de bomba.
En este último aspecto, tampoco cabe pedir cuentas a los rojiblancos, que necesitaron involucrarse con la convicción que les caracteriza, pero anoche orientada la mayor parte del tiempo a destruir y sostener la estructura. La afición rojiblanca no está acostumbrada a ver cómo el Athletic dedica su empeño a labores que normalmente le corresponden al visitante, pero esa fue la tónica. De ahí el formidable regusto que dejó el emparejamiento. Tanto bregar, hasta vaciarse, merece y mucho la pena cuando el marcador finalmente sonríe.
San Mamés tardó unos pocos segundos en entender cuáles son los fundamentos en que se apoyan las hazañas, tan desmenuzadas en las vísperas, que el Slavia encadena desde el inicio de temporada. Una presión enloquecida que mantuvo durante largas fases generando auténtico agobio en el cuadro local, incapaz de salir de su terreno, con los rivales corriendo como si el partido fuese a durar un cuarto de hora. Agirrezabala evitó el gol de Michez y Chytil cabeceó mal solo en el área chica. Dos sustos demasiado tempraneros y, lo peor, una sensación inquietante porque pese a que aminoró el ritmo, el Slavia nunca renunció a la iniciativa, continuó empujando y abocó al Athletic a concentrarse en defender, ante la manifiesta imposibilidad de fabricar juego.
Michez dispuso de otra ocasión, pero cabeceó flojo. Previamente, Diouf hizo lo propio y la pelota se marchó fuera. La búsqueda de los hermanos Williams para romper el cerco cayó en saco roto debido a la precipitación, la gente se quitaba la pelota de encima, progresar tocando era una quimera con enemigos tan pegajosos. Así que, balones largos sin destinatario que permitían al rival conservar el control. Nico Williams trató de alterar el panorama, pero sin acompañamiento, hasta que en una de las escasas aproximaciones al área visitante, el árbitro señaló un penalti que nadie vio. Pese a las protestas checas y con Nico listo para ejecutar la pena, el VAR interrumpió el jolgorio advirtiendo de una falta previa de Guruzeta.
Hubiese sido un golpe de suerte exagerado tomar la delantera por la circunstancia comentada, pero poco a poco la cosa se fue equilibrando. El Athletic movía algo mejor el balón y en una de las escasas combinaciones, Berenguer cedió en la frontal a Nico Williams, este fintó a su par y disparó con la zurda, el central Zima desvió lo suficiente para despistar por completo a su portero. Así adquiría ventaja el conjunto de Valverde, formidable noticia tal cual había discurrido lo visto previamente.
Pudo llegar el segundo en una contra de Iñaki Williams, que no halló un receptor para su pase; sin embargo, de nuevo el Slavia asumió el peso del encuentro. Volvió a la carga y antes del descanso sumó otro par de intentos, el segundo, a cargo de Michez, que se revolvió en el área y exigió mucho a Agirrezabala. La pregunta era si en la reanudación el combustible le llegaría al Slavia para seguir en sus trece.
La respuesta se conoció enseguida. Antes de la hora, hubo otros tres remates contra Agirrezabala, uno ciertamente venenoso de Michez. Valverde refrescó el equipo con Unai y Djaló, pero ambos tuvieron dificultades para integrarse porque el Slavia persistía en su apuesta, convencido de que terminaría por forzar el empate. El técnico checo fue renovando el ataque, su tropa iba emitiendo síntomas de cansancio, pero no dejaba de ganar metros. La replica de un Athletic dedicado a contener fue más que correcta, como lo prueba que su área quedó blindada hasta la conclusión. Con una sola excepción, aún tuvo Agirrezabala que hacer su enésima contribución estelar al éxito: Chory cabeceó una falta de cerca y en plancha, y su agilidad le valió para interponer las piernas e impedir que el balón besase la red.
No se registraron más sobresaltos, por más que el Slavia no cejó en su empeño, le faltó precisión e imaginación para hallar resquicios en un Athletic que ni saludó a Kinsky en toda la segunda parte. Con resistir y preservar el orden tuvo suficiente ocupación. De modo, amarrado el triunfo no queda sino reconocer la gran puesta en escena del Slavia y congratularse de que el desenlace confirme al Athletic como un serio aspirante a llegar lejos en Europa.