Daniele De Rossi llegó al banquillo de la Roma el pasado enero como un remanso de paz tras las agotadoras disputas del técnico anterior, Jose Mourinho, que partido a partido fue generando un ambiente insalubre. El portugués atacó a rivales, árbitros, federaciones, periodistas y también a la dirección de su propio club por no salir en su defensa después del lamentable episodio en el que tras la derrota en la final de la Europa League frente al Sevilla se le pudo ver recriminando al colegiado en el parking del estadio. El desembarco de De Rossi fue un desahogo colectivo pese a que se convertía en el séptimo entrenador de la Roma durante la última década; es decir, el exfutbolista daba continuidad a la inestabilidad con un nuevo cambio de proyecto deportivo. 

De Rossi firmó seis victorias durante sus siete primeros partidos en el banquillo para deleite de la hinchada del Olímpico, que venía de ver solo dos triunfos en los últimos siete encuentros de Mourinho. El giro se antojaba radical. El multimillonario californiano Dan Friedkin, propietario del club desde 2020, decidió prolongar el contrato de De Rossi hasta 2027. Más tarde, el equipo cerraría la campaña en la sexta posición de la Serie A –por cuarta vez en los seis últimos cursos–, alcanzaría las semifinales de la Europa League y los cuartos de final de la Copa de Italia.

En el mercado estival la Roma gastó más de 90 millones de euros para elevar las expectativas de cara a la nueva temporada con incorporaciones como las de Dovbyk, Hummels o Mario Hermoso, y con el logro de haber retenido a Dybala tras ser tentado por el fútbol árabe. El decepcionante empate a cero con el Cagliari, la derrota por 1-2 ante el Empoli y el empate a cero contra la Juventus colocaron a De Rossi en una situación complicada que se tornó irreversible con el empate a un gol frente al Genoa. El conjunto giallorossi iba por delante en el marcador gracias al primer gol del exdelantero del Girona, máximo artillero de la liga española con 24 dianas, hasta que De Rossi fue expulsado en 95’, solo un minuto antes de que el Genoa firmara las tablas. Era el cuarto partido sin victoria, un comienzo de liga que solo se ha dado en cuatro ocasiones. Actualmente es el decimosexto clasificado de la Serie A.

Este errático inicio tuvo además otros episodios que en nada ayudaron a la estabilidad o a infundir paciencia, como la presión ejercida por Francesco Totti sobre De Rossi, el que fuera su compañero de vestuario a lo largo de 16 temporadas en el conjunto romano. “Viendo lo que gastaron en el mercado de fichajes, necesitan llegar a la Champions. Si gastas 100 millones de euros y no llegas, es un fracaso total. Sin la Champions League, Daniele se irá antes de que acabe la temporada”, declaró el legendario Totti en una entrevista concedida a Sky Sports. En paralelo, De Rossi estuvo cerca de llegar a las manos tras una acalorada disputa con Cristante durante un entrenamiento. El agitado cóctel terminó de explotar en Genoa.

“Somos un equipo que necesita luchar por la Champions. Ese es nuestro objetivo. Estamos empezando a cansarnos un poco de quedar siempre sextos”, declaró De Rossi tras el último partido, su último baile en el banquillo de la Roma pese a que también pronunció que “me he ganado el derecho a continuar”, porque tres días más tarde, a solo ocho días del estreno de la Europa League frente al Athletic, ha sido cesado. “La decisión se toma en el mejor interés del equipo, para poder retomar con prontitud el camino deseado, en un momento en que la temporada está aún en sus inicios”, ha anunciado el club, una trituradora de técnicos. Así, el séptimo entrenador de la última década da paso al octavo después de solo 30 partidos y con un promedio de 1,70 puntos por envite, el mismo que alcanzó Mourinho e igualmente el peor de cuantos entrenadores dirigieron a la Roma durante estos diez años de convulsión.

Nada más saltar la sorprendente noticia –inesperada por temprana–, han comenzado las quinielas sobre el sustituto de De Rossi, siendo finalmente el croata Ivan Juric el elegido para reconducir al equipo. El exentrenador de Mantova, Crotone, Genoa, Hellas Verona y Torino apenas tendrá margen para preparar el duelo contra el Udinese del próximo domingo y seguido recibirá la visita del Athletic al Olímpico de Roma, adonde se espera que acudan más de 3.000 athleticzales. La tropa de Ernesto Valverde, en a priori la salida más complicada de las cuatro que afrontará en la primera fase de la Europa League, buscará sacar provecho de la crisis de un club que solo entenderá como exitosa la campaña si encuentra la clasificación para la Champions League, donde no participa desde la 2018-19. 

Una vez superada la visita a la capital de Italia, los leones jugarán a domicilio frente al los turcos Besiktas y Fenerbahçe de Mourinho y al Ludogorets búlgaro. Mientras, en San Mamés recibirán a los checos Slavia Praga y Viktoria Pilsen, al neerlandés AZ Alkmaar y al sueco Elfsborg. En estos ocho partidos de la primera fase de la competición continental, el Athletic buscará sumar el mayor número posible de puntos para tratar de clasificarse entre los ocho mejores de una liga de 36 equipos y así poder acceder de manera directa a los octavos de final.