En vísperas del comienzo de la competición, Oihan Sancet expuso cuál es el propósito que se ha marcado en el plano individual para la campaña 2024-25. Habló sin tapujos de que quería “ser más regular y dar un alto nivel en el máximo número de partidos posible”. Bueno, pues de momento, con cinco jornadas de LaLiga celebradas, está logrando llevar a la práctica su objetivo personal. Esto no ha hecho más que empezar, pero sin duda demuestra que está concienciado, dispuesto a dar un salto cualitativo en su comportamiento. Se diría que desde su condición de futbolista de calidad y siendo una apuesta estratégica del club, que le extendió el contrato hasta 2032, asume que ha de ejercer una influencia más decisiva en el juego del equipo.

La declaración de intenciones de Sancet puede sonar un tanto genérica, cualquier compañero la suscribiría palabra por palabra. Todo jugador aspira a superar sus logros previos, en este sentido no resulta nada original plantearse en público hacerlo mejor cada año que pasa. Pero en su caso, ese afán por buscar la excelencia posee un fundamento indiscutible que a efectos prácticos lo convierte en un reto obligatorio. El Athletic necesita una versión fiable de Sancet y esto es algo que aún estaría pendiente de materializar, al menos de manera parcial.

Conviene recordar que el navarro, que soplará 25 velas en abril, aborda su sexta temporada en la máxima división, donde se le esperaba como agua de mayo. Desde su captación de Osasuna en 2015, demostró poseer unas cualidades poco comunes que desarrolló con naturalidad en los sucesivos peldaños de la cantera. Ascendió al primer equipo de la mano de Gaizka Garitano y le costó adaptarse, una circunstancia habitual para un recién llegado. Poco a poco fue elevando sus prestaciones, alternando actuaciones muy prometedoras con bastantes sin excesiva fortuna.

El aprendizaje se le atragantó más de lo que se suponía. Tampoco le ayudó la propia situación del equipo, incapaz de conseguir las metas propuestas, o ciertos criterios del entrenador de turno, que le abocaron a desempeñar una función inadecuada para sus características. Así todo, se esforzó por amoldarse hasta que con la llegada de Ernesto Valverde fue ubicado en la posición que mejor casa con su repertorio. La que hoy sigue ocupando como enlace del centro del campo y la delantera.

En los dos últimos años, ya se ha visto al Sancet brillante con una mayor asiduidad, pero existen motivos para pedirle más. En especial, la constancia que él pretende hacer realidad en el curso vigente, esa regularidad a la que se refería y que se le ha reclamado con insistencia. ¿Por qué? Porque se cree que está dotado; lo piensa todo el mundo, aficionados, técnicos, jugadores, prensa… El sambenito de que es un jugador de gran clase, con unas cualidades reservadas a una minoría selecta, que tiende a pasar desapercibido, no ha dejado de perseguirle.

Una crítica que habría que relativizar, pues nada hay más complicado en el fútbol que dirigir al conjunto y desequilibrar las estructuras rivales en las zonas del terreno que Sancet suele pisar. Sucede que ante la evidencia de que atesora potencial suficiente para destacar, el grado de exigencia que se le aplica es más severo. La lupa que planea sobre su cabeza no le ha impedido, sin embargo, enlazar dos últimos años bastante interesantes, pero en absoluto ha tocado techo. Hasta Sancet admite que su estrella debe brillar con más fuerza.

En esa línea se encuentra. El media punta ha respondido con nota alta desde que la competición abrió sus puertas a mediados de agosto. Aparece como el único integrante de la plantilla, junto a Iñaki Williams, que ha sido titular en todos los compromisos. Su rendimiento le ha hecho acreedor a buenas valoraciones. Salvo frente al Barcelona, día en que todo el equipo suspendió (salvo Padilla), ha figurado siempre entre los destacados.

Se ha puesto el acento en los tres goles que ha obtenido, uno menos que en LaLiga precedente. La mitad de los acumulados por el equipo. Su mejor registro anual es de diez, en la 2022-23, una cifra que se antoja asequible para él y que refrendaría su jerarquía sobre el verde.

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No obstante, para entender el pujante inicio de Sancet, se ha de revisar que, a diferencia de unos cuantos compañeros, ha podido completar la pretemporada con normalidad. Al no ser convocado ni para la Eurocopa ni para los Juegos Olímpicos de París, Sancet ha trabajado sin interrupciones con el grueso de la plantilla desde el 8 de julio, lo cual le ha permitido integrarse en la competición con el cuerpo y la mente en su punto ideal. Se le ha visto fresco, diligente, muy participativo y si a todo ello se le añaden unas gotas de la inspiración que le distingue, el resultado es un Sancet en una de sus versiones estelares. O sea: dando un alto nivel en el máximo número de partidos posible.