Qué sensación tan bonita. Qué alegría; qué llorera. Cuántos sentimientos encontrados; cuántos recuerdos de aquel pasado glorioso del Athletic, caídos de golpe, a plomo, sobre La Cartuja. Allí, un equipo empeñado desde el inicio de temporada en reverdecer aquellos viejos laureles de un pasado glorioso y un presente y un futuro aún más grandes, volvió a conquistar aquello tanto se le resistía. La insistencia, por fin, ha dado sus frutos. Han tenido que pasar 40 largos, larguísimos años, pero la Copa vuelve a las vitrinas rojiblancas. Ya era hora. Los muchos lamentos, los sufrimientos, el miedo al descenso durante el bienio negro, las muchas finales perdidas, tantas como seis de Copa, son ya parte de un pasado del que estar aún más orgullosos. Por que sí, porque Javier Clemente tenía razón cuando lanzó aquel pronóstico, que sonó a bilbainada durante los actos que cerraron el 125 aniversario del Athletic. “Los que han jugado antes nos van a hacer campeones. No sé cuándo, pero nos van a hacer campeones”. Tres meses y medio después, el Athletic es campeón de Copa.

Por los que están, por los que estamos; por los que estuvieron y nunca se irán, pero los que se fueron para siempre -aita... hau ere zurea da-, por todos y para todas. Esto era ganar, athleticzales. Sí, en estos larguísimos 40 años el equipo ha conquistado la Supercopa hasta en dos ocasiones, motivo suficiente para festejarlo por todo lo alto. Pero recuerden, cuando este texto se desempolve en un futuro lejano, que ganar, ganar con letras mayúsculas, es lo que se vivió en la madrugada del 7 de abril en La Cartuja. A lo bajini, decía el vestuario. Un lema que ha acompañado a los últimos meses de competición del equipo mientras avanzaba rondas en Copa, su torneo, de manera intratable. El triunfo, eso sí, fue por todo lo alto. Qué más da que fuera a penaltis -quizá así sabe mejor...-; o que el partido fuera feo a más no poder. Las finales están para ganarlas y eso es algo que, por fin, hizo el Athletic.

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Las notas de Aitor Martínez: Agirrezabala, el héroe Aitor Martínez

La enorme felicidad que siguió al lanzamiento de penalti de Alex Berenguer -denle lo que pida para renovar...- fue una liberación. Dos generaciones rojiblancas se quitaron, de golpe y plumazo, un enorme peso de encima, agravado aún más con el desarrollo de un encuentro que el Mallorca supo llevar a su terreno, al del otro fútbol.

Por momentos, todo pareció recordar a lo sucedido en 2009, 2012, 2015 y hasta en dos ocasiones en 2021. Pero también a lo acontecido en 1985, en la primera de las seis finales de Copa perdidas de manera consecutiva por el conjunto rojiblanco. De nuevo, esa vieja sensación. La impotencia, la incapacidad absoluta. El agarrotamiento. El miedo a la derrota. Dicen que uno termina por normalizar los golpes, pero nada mejor que ganar. De las derrotas se aprende, confiemos en que de las victorias también.

Eterno Valverde

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Para eso está Ernesto Valverde, el piloto perfecto de una nave ganadora, a la que no se le intuye techo alguno. El entrenador con más partidos en la historia del club, quizá el mejor, o no, qué más da. Suyo ha sido el honor de dibujar un equipo para la historia, al que ha conducido hasta su vigésimo título de Copa, por mucho que desde la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se nieguen a reconocer uno de ellos.

De Rubí a Sevilla, pasando por Cayón, Eibar y Madrid; pero también por San Mamés, donde claudicaron Barça y Atlético. De Unai Simón a Gorka Guruzeta; de Julen Agirrezabala a Raúl García. Sin olvidar a Iker Muniain u Óscar de Marcos. Tampoco a los bermeotarras Unai Gömez y Mikel Jauregizar; ni a los hermanos Williams y su ama, María. Qué decir de Aitor Paredes y Dani Vivian; o de los laterales: Yuri Berchiche, Iñigo Lekue e Imanol García de Albéniz. Mikel Vesga, aita primerizo, como Iñigo Ruiz de Galarreta, cuyos txikis han llegado con una Copa debajo del brazo. Y Beñat Prados, un peleas; como Yeray Álvarez, al que la vida no se lo puso nada fácil. Cómo olvidar la trompeta de Asier Villalibre, o el empuje de Dani García y la calidad de Ander Herrera. Por detrás asoman los jóvenes Malcom Adu Ares y Unai Egiluz, que sueñan con emular a los goleadores más importantes de la noche sevillana: Oihan Sancet y Alex Berenguer. Athletic... zu zara nagusia!