Ernesto Valverde expuso con suficiente claridad cómo afronta la visita al Santiago Bernabéu. Vino a decir que su equipo necesita competir después de dos semanas de parón y que, además, aspira a consolidar la cuarta posición en la tabla que ocupa en la actualidad. Otro planteamiento carecería de lógica, iría en detrimento de los intereses del Athletic no solo en lo que se refiere al cruce con el Real Madrid, sino también pensando en la preparación de la final de Copa del próximo sábado.

Unas horas antes, Carlo Ancelotti se manifestaba en el mismo sentido al hablar de la versión que espera del Athletic. Anticipó uno por uno los argumentos que expuso Valverde para salir a por el triunfo en un estadio donde nadie ha logrado vencer esta temporada. Dato este que no puede pasarse por alto. El Madrid luce una estadística casi impecable como anfitrión, doce victorias y dos empates, muy similar por cierto a la correspondiente a sus compromisos fuera, donde ha cedido cuatro empates y una única derrota, en la sexta jornada en el Metropolitano.

Si quería una piedra de toque de primer orden precisamente en esta fecha, el Athletic no podía imaginar una mejor. Nada más y nada menos que el líder destacado de la categoría será el encargado de poner a prueba su estado de forma. El momento de sus jugadores, su confianza, el grado de atrevimiento que hasta la fecha les ha permitido codearse con rivales de todo pelaje y hacerlo asiduamente con serias probabilidades de éxito. La trayectoria de los rojiblancos resulta elocuente, pero lo que les aguarda hoy entraña un punto extra de dificultad. 

Aunque pille muy lejos, no se olvida que el Madrid le superó con holgura en el encuentro inaugural del campeonato liguero. Aquel cruce se recuerda como un episodio aislado, una especie de accidente, nada equiparable a cuanto ha ocurrido desde entonces en el itinerario recorrido por el Athletic. Existen motivos para creer que ahora, después de siete meses remando con brío, se halla capacitado para plantar cara y encarecer el valor de los puntos en disputa.

Sin duda que los antecedentes no invitan a la esperanza, son ya casi dos décadas sin saborear el triunfo en ese campo. No obstante, se trata de un balance que comparten la mayoría de los conjuntos y, por otra parte, rara vez en lo que va de siglo ha exhibido el Athletic una talla competitiva semejante a la vigente. Por ello, la previsión apunta a un pulso equilibrado. De confirmarse este extremo, el signo del marcador se podrá dar por bueno, sea cual sea. La cita no va a resolver el tema de Europa, pero cabe que ayude a apuntalar las opciones y, aun no siendo así, debería servir para confirmar sensaciones positivas y fortalecer la autoestima en un momento clave del año.

Baja de última hora

La presencia de Julen Agirrezabala está asegurada, así como la del grueso, que no la totalidad, de los hombres que serán titulares en La Cartuja. No había incidencias físicas reseñables en el grupo, pero tras la sesión de ayer el club anunció que Nico Williams, con una sobrecarga, no viaja por precaución. Por tanto, figurarán de salida los siguientes jugadores: De Marcos, Vivian, Paredes, Yuri; Galarreta, Prados, Sancet; Iñaki Williams, Guruzeta y Berenguer.

La mayoría permanece inactiva desde la celebración del derbi con el Alavés del día 16. Agirrezabala dispuso de un tiempo frente a Uruguay, mientras que Vivian y Nico Williams sumaron minutos con España. La participación de Sancet frente a Brasil fue anecdótica, quizás como consecuencia de que acudió a la llamada de De la Fuente arrastrando alguna molestia.

En las filas del adversario, anotar el regreso de Bellingham tras cumplir sanción y el de Militao, inédito desde que en agosto sufriera una grave lesión de rodilla en San Mamés. Lo normal es que el central brasileño ocupe de entrada plaza en el banquillo. La ausencia de Vinicius, que vio la quinta amarilla en El Sadar, constituye la gran noticia en el seno del Madrid. Una baja sensible compensada con la vuelta del inglés.