CÁDIZ: Ledesma; Iza, Fali, Chust, Pires; Alcaraz, Escalante; Alejo, Robert Navarro (Min. 79, Brian Ocampo), Sobrino (Min. 73, Sergi Guardiola); y Chris Ramos (Min. 85, Álex Fernández).

ATHLETIC: Unai Simón; De Marcos, Yeray, Vivian, Lekue (Min. 52, Yuri); Mikel Vesga (Min. 52, Sancet), Ander Herrera; Adu Ares (Min. 61, Nico Williams), Unai Gómez (Min. 52, Jauregizar), Iñaki Williams; y Villalibre (Min. 70, Guruzeta).

Árbitro: Busquets Ferrer (Comité Balear). Amonestó con cartulinas amarillas a Vesga (Min. 23) y Lekue (Min. 45), por parte del Athletic; y a Alcaraz (Min. 47), Fali (Min. 73), Alejo (Min. 78) y Escalante (Min. 89), por parte del Cádiz.

Incidencias: Partido correspondiente a la jornada vigésimo segunda jornada de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Nuevo Mirandilla ante 18.839 espectadores, entre ellos más de medio millar de seguidores del Athletic. 

La resaca copera deparó un flojo encuentro frente al Cádiz que, en su dramática lucha por eludir el descenso, acertó en el planteamiento y mantuvo a raya al Athletic. La ausencia de chispa fue tan evidente como que no se contabilizó un solo balón dirigido entre los tres postes que guardaba Conan Ledesma. La tarde discurrió tal como le interesaba al anfitrión, firme sin pelota y con una pizca más de atrevimiento, insuficiente para orientar el pulso a su favor, combinación válida para desnaturalizar a los rojiblancos. La versión de estos se mantuvo alejada del nivel que le suele caracterizar. Máxima implicación sí, pero una llamativa inoperancia de mitad de campo hacia adelante. El empate sin goles retrata con fidelidad el tipo de partido que acogió el Nuevo Mirandilla: ninguno de los contendientes demostró recursos para aspirar al triunfo.

Desde la perspectiva del Athletic, es posible que la valoración sea condescendiente al dar por bien empleada la exagerada inversión de sudor y el enorme gasto mental del miércoles pasado en San Mamés. Se dirá que un billete para la semifinal de Copa justifica cuanto ocurrió este domingo. Cabría otra interpretación menos amable, a partir de la suma de un solo punto de los seis últimos disputados en liga (cayó por la mínima en Mestalla), pero este tipo de altibajos será asumible siempre y cuando recupere el tono en adelante.

De salida, Valverde introdujo siete cambios. No era ningún secreto que estaba pensando en dotar de frescura al bloque. La radical medida, por ejemplo, favoreció el retorno de Yeray, que aguantó hasta la conclusión. Todas las líneas presentaron novedades, mientras que el recién llegado Mauricio Pellegrino se limitó a un ligero retoque en su once. La fisonomía del Cádiz fue muy similar a la que venía actuando con Sergio. Pero más allá de los nombres, la mano del técnico argentino se apreció en detalles que se revelaron útiles para que el Cádiz actuase cohesionado y asumiese sin complejos la iniciativa. Renunció a elaborar en zonas comprometidas, recurrió mucho al envío en largo hacia Chris Ramos, un portento físico que plantó cara a los centrales. Además, los andaluces alternaron una presión alta, entorpeciendo las maniobras de un Athletic que se sintió incómodo.

La mayor virtud del conjunto local radicó en que nunca dejó que el Athletic corriese, evitando así un escenario inconveniente. El centro del campo apenas pudo distribuir, Vesga, Unai Gómez y Herrera no ligaron, imprecisos y acusando la pegajosidad de Alcaraz y Escalante, que contaban con la colaboración de dos interiores, Navarro y Sobrino. Una superioridad numérica que redujo a casi nada la creatividad rojiblanca. Adu Ares, Villalibre e Iñaki Williams estuvieron la mayor parte del tiempo aislados del juego, sin opción de proyectarse y aportar profundidad. Ambos extremos más pendientes de contener, mientras el ariete se fajó en su particular batalla con Fali y Chust por bajar envíos, objetivo que desempeñó con desigual fortuna.

Consecuencia de este panorama un tanto inhabitual esta temporada y acaso inesperado, Conan permaneció inédito, no así Simón, quien tuvo que resolver sendos disparos de Alcaraz y Sobrino, cazar varios centros aéreos y vio también cómo un par de intentos de Ramos y Alejo se perdían por línea de fondo. En el área opuesta, lo único reseñable, un duro derechazo de Adu Ares que salió a medio metro del larguero. Indicativo de la impotencia del Athletic para superar la estructura local, abocado a centrarse en labores de contención. Y otro dato a considerar, bastante clarificador, por cierto: doce faltas propias por tres ajenas a lo largo del primer acto.

La entrada de Yuri, Jauregizar y Sancet, alteró la dinámica. Al menos, se asistió a una fase, que no duró en exceso, en que el Athletic cogió pelota, la movió y empezó a cuestionar la solidez gaditana. Tres cambios rápidos a los que se agregó el de Nico Williams cumplida la hora. El equipo recobraba piezas que debían activar su productividad, pero salvo un cabezazo de Villalibre en un córner que cruzó todo el área y salió a metro y medio de la portería, toda la inquietud que sufrió el Cádiz nació de las malas salidas del marco de Conan. Un par de pifias que no fueron a mayores y que compensó con una salida por bajo para cortar un venenoso centro paralelo de Sancet destinado a Iñaki Williams.

La mayor exigencia, sobre todo por el paso de los minutos, anuló cualquier afán atacante del cuadro andaluz. Pellegrino trató de agitar con Guardiola, un segundo punta, movimiento ineficaz dado que el resto del equipo se había quedado sin fuelle para desdoblarse y a medida que se aproximaba el final, dio la sensación de que daba por bueno el reparto de puntos. Las cuatro amarillas mostradas a jugadores gaditanos en la segunda parte respondieron a una lógica: su prioridad era no encajar y enfrente tenían un grupo de mayor poderío físico.

Sin embargo, el Athletic siguió espeso, muy dependiente de las ocurrencias de Nico Williams, que quizás pecó de individualismo, objeto de una vigilancia severa. No sacó nada en limpio. La incorporación de Guruzeta pasó desapercibida, el delantero no halló por dónde progresar, con el Cádiz definitivamente instalado en su terreno para gestionar el tramo decisivo de la contienda.

Así, sin que hubiese acciones susceptibles de mención, Simón pasó a ser un espectador más, fue apagándose el partido. Feliz el Cádiz con las tablas y sin confianza ni inspiración el Athletic para cuestionar el desenlace. Si pobre resultó el primero, el segundo acto aún dejó peor regusto. Al margen del empeño en la pugna por cada balón, la agresividad y el orden táctico, lo que es fútbol, entendido como actividad enfocada a alterar el marcador inicial, no hubo. Ninguno de los dos bandos, cada cual por sus circunstancias particulares, estuvo en condiciones de agasajar con siquiera una dosis esporádica de originalidad al aficionado. Aunque el local se marchó contento para casa.