DESPUÉS de un partido tan completo en todos los sentidos, por el signo del resultado, la entidad del adversario y la imagen propia, donde no hubo un solo jugador que no se hiciera acreedor a nota alta, centrar el análisis en el plano individual, poniendo la lupa sobre alguno de los protagonistas, quizás sea un poco injusto. Habrá diversidad de opiniones a la hora de escoger al más destacado, pero aquí no se trata de polemizar en torno a ello. Si hay que nombrar a uno, podría ser Nico Williams y la mayoría asentiría. Su extraordinario gol, que supuso además la sentencia del Atlético de Madrid, le otorgaría tal distinción.

106

El Athletic-Atlético, en imágenes Borja Guerrero | Agencias

El menor de los hermanos se erigió en un incordio constante, lo prueba que para atarle en corto Simeone probase hasta con tres marcadores (Molina, Llorente y Azpilicueta) durante los 90 minutos y ni así logró el objetivo. Pero merece detenerse en la figura de Oihan Sancet, quien el sábado vivió una paradoja: no intervino en ninguno de los dos goles y encima erró el lanzamiento de un penalti; sin embargo, participó activamente en casi la totalidad de las acciones de peligro contabilizadas en el área de Oblak.

El Athletic acumuló trece oportunidades de gol, doce mientras él estuvo sobre el césped. Fueron nueve antes del descanso y cuatro, después. Dos terminaron con la pelota en la red y cualquier de las otras pudo haber obtenido idéntico premio. Pues bien, Sancet estuvo directamente implicado en ocho. En tres de ellas fue el encargado de efectuar el remate. Sin duda, el penalti constituyó su mayor borrón porque asumió un riesgo exagerado al decantarse por una modalidad de disparo que exige una enorme precisión. Antes, empalmó con el interior según venía, para asegurar y sin demasiado mordiente, un centro raso de Nico Williams. Posteriormente, en la jugada que cerró el primer tiempo volvió a intentarlo situado en la frontal, a cesión de Guruzeta. Se le marchó fuera del marco, aunque de ir entre los tres palos el portero lo hubiese tenido complicado.

Asistente de lujo

Resulta evidente que de puntería no anduvo fino. Pero su producción de servicios a los compañeros mejor colocados merece ser resaltada. En el fútbol actual, se denomina asistencia al toque que precede al remate que sube al marcador y es cuanto recoge la estadística. Pero eso que toda la vida se ha llamado pase de gol, en justicia no deja de serlo si el futbolista que termina el lance se equivoca o no supera al portero o se topa con la oposición de la madera.

El repaso de los cinco caramelos que frente al Atlético de Madrid repartió Sancet asoma como la prueba irrefutable de que el criterio en boga para clasificar esas acciones reclama una revisión. En el quinto minuto del encuentro, Sancet localizó desde la línea de fondo a Guruzeta a la altura del primer palo. Este, chutó raso a tres metros de la portería y Oblak, veloz, abortó el 1-0 con una mano prodigiosa. Siete minutos más tarde, habilitó a Iñaki Williams, liberado de marca, y el derechazo del extremo fue escupido por el palo.

El tercer regalo nació en una contra. Sancet detectó el desmarque de Nico Williams y lanzó al espacio para que penetrase en el área con ventaja sobre los defensas. En el mano a mano, Oblak se mantuvo firme y desvió con el cuerpo. Corría el minuto 22. El siguiente beneficiario de la visión del media punta navarro fue Iñaki Williams, próximo ya el intermedio. De nuevo, el Athletic pilló descolocada a la defensa colchonera, Sancet pudo conectar con Iñaki, quien avanzó unos metros y vio cómo su chut, que iba a portería, salió a córner gracias a que Witsel ejerció de escudo.

El catálogo de Sancet se cerró en la segunda mitad con otra asociación con Iñaki Williams, al que facilitó que se internase en el área para soltar un tiro cruzado que Oblak sacó con la yema de los dedos de su mano derecha. Esto ocurrió en el 68, para entonces el Athletic ganaba con los goles de Guruzeta y Nico Williams. Podía haber sido el broche, la victoria hubiera adquirido la categoría de goleada.

De ahí hasta el final, el Athletic dejó de percutir, el partido entró en una fase más densa y apagada. Dejó de haber lances reseñables. Por parte del Athletic, uno de Unai. Poco antes Sancet le cedió su sitio con el depósito vacío, pero mientras tuvo combustible se erigió en la pieza diferencial: su aportación, por calidad y cantidad, fue la que más desestabilizó al grupo que dirige Simeone.