Acude puntual a la cita varias horas antes de que Villarreal y Athletic se midan a pocos metros de donde se realiza la entrevista. Verá el partido en casa, desde la tranquilidad del sofá, sin la presión de otras veces.

¿Cómo lleva la etiqueta de ser el segundo de, en este caso, Marcelino?

—Cada uno por su personalidad, por cómo es, se siente cómodo en un determinado ámbito y yo me siento muy cómodo en ese. Que me digan segundo, asistente… no me importa la etiqueta que me pongan. Lo principal es estar a gusto con tu trabajo y hacerlo bien.

¿Nunca ha tenido ese gusanillo de ejercer de primer entrenador?

—Tuve la oportunidad, pero no sé si es porque estando al lado de un entrenador top como considero que es Marcelino, no me veía. Una vez que empecé a trabajar con él, ya sentí que mi sitio era ese. No he tenido nunca la necesidad de decir quiero ser primer entrenador. No es una falta de ambición, que hay gente que lo puede pensar. Yo ambiciono ser el mejor ayudante o segundo entrenador del mundo, al lado de él. Estoy muy feliz con mi rol.

Por lo general, es Marcelino quien está en el foco ¿Usted vive cómodo bajo esa sombra?

—Yo los éxitos los vivo de una manera muy natural, pero los palos los siento mucho. Cuando veo entrevistas o análisis de gente, ahora redes sociales y demás, en los que le dan a Marcelino, es como que me dieran a mí también. Siento los palos, los siento más que los éxitos.

¿Qué papel te toca jugar dentro del equipo que forman como cuerpo técnico?

—Estar al lado de él, darle opinión cuando la demanda...

¿Y sabe cuándo la demanda?

—Sí. No soy intervencionista. No intervengo, porque siempre he considerado que si tú intervienes, generas dudas, sobre todo en partidos. En los entrenamientos es distinto. Ahí sí puedes hacerle comentarios sobre distintas tareas. Pero sí es verdad que en el partido no suelo decirle, porque creo que con ese grado de concentración que tiene en ese momento, una opinión puede servir para confundirle. Sí es verdad que ya sé cuándo necesita que le ayude, su semblante ya me lo dice.

Tanto Marcelino como usted tienen a sus hijos, que rozan la treintena, trabajando con ustedes. ¿Esa circunstancia les ayuda a acercarse al futbolista?

—Sí, mucho. Nosotros, con cincuenta años para arriba, no es lo mismo que cuando empezamos. Y ellos son esa figura casi de unión con los chavales, y nos aconsejan. Cuando yo jugaba era un sistema autoritario el que teníamos por parte de nuestros entrenadores. Y ahora como técnicos consensuamos muchas cosas con los jugadores. Cómo defender el balón parado, los días libres, cómo estar posicionados en el campo…

Marcelino ha repetido en más de una ocasión que no esperaba encontrarse un vestuario como el que se encontró en el Athletic. Que le sorprendió para muy bien.

—Sí, es totalmente diferente. Y es real lo que dice, me refiero a que no eran palabras impostadas. Es un vestuario totalmente diferente al de todos los clubes donde hemos estado. En el sentido de pertenencia, de amar los colores... y no solo el vestuario. Cuando entras al club, todos los empleados del Athletic quieren tanto al club, que se ponen a tu entera disposición. Y pasan las semanas, que igual es por la primera impresión, pero no. Todo el club sigue remando en la misma dirección. Eso no suele pasar en ningún club. Eso no lo hemos vivido en ningún club y yo creo que no hay ninguno que sea en ese aspecto como el Athletic. Para lo bueno y para lo malo. Ya nos decían los jugadores: somos así, míster. Se añora un vestuario como el del Athletic.

¿Era consciente de la existencia de cierta animadversión de la afición del Athletic hacia Marcelino?

—Sí, la viví.

¿Esperaba ese buen recibimiento o tuvo dudas de cómo sería?

—No. Yo como conozco a Marce, igual el que no lo conoce puede hacerse una opinión, igual que de todo el mundo. Y Marce es o blanco o negro. O le quieren o le odian. Porque al que está expuesto siempre a ruedas de prensa, todo el mundo le hace juicios de valor. Y yo sabía, porque lo conozco, que en el momento en el que se sentara delante de un micrófono con el escudo del Athletic, la gente iba a decir: hostia, este tío no es aquel que decía que el Athletic tiene no sé qué... Yo estaba tranquilo.

Ha cambiado Marcelino. En Bilbao ya se le vio más relajado, quizá menos pasional, más calmado.

—Sí, pero sigue siendo pasional. Pero bueno, la edad te va calmando. Y después está la evolución como técnico. Si ves las ruedas de prensa, de cuando empezó a ahora, es mucho más pausado, analítico. Por eso también sabía que en cuanto se sentara a hablar y se sentara con la gente de Bilbao…

¿Iba a fumar la pipa de la paz?

—Sí. De hecho, en la ciudad estábamos felices. Aunque perdieses, salías y veías que la gente te veía como uno de los suyos. Y eso es lo más bonito. Que digan que este tío es de los nuestros.

Fue público y notorio que durante su etapa en el Athletic conectaron muy bien con Iker Muniain.

—Sí. Iker es lo que hablábamos antes de Marce. Lo quieres o no lo quieres si no lo conoces. E Iker posiblemente sea un poco ese perfil, ¿no? De a lo mejor dar un aspecto de tengo un Lamborghini o tengo tal… Pero es un niño encantador. Es un chaval familiar, cariñoso. Tuvo detalles con nosotros de verdad, de cuando te abrazan que dices, hostia, este tío me está abrazando fuerte. Que fue con todos, pero con Iker conectamos de manera especial. El día que llegamos al vestuario nos saludó a todos, nos transmitió que estaba para lo que necesitáramos, pero con esa sensación de que lo decía muy en serio. Y después, con todos, con Iñaki, con Demar, con Lekue, Balenziaga, Raúl, Dani, Unai, Vesga... Era totalmente sincero. Y es cuando dices, ostras, estamos currando aquí y esta gente muere por nosotros.

Usted que le conoce de manera cercana, ¿cree que está sufriendo ahora que no le está tocando jugar tanto como en otras temporadas?

—Estará sufriendo, sí. Estará sufriendo, estará sufriendo interiormente, pero seguramente que está aportando en el día a día en el vestuario, porque él ejerce de capitán muy bien. Y cuando habla dice cosas con gran sentido y profundas. Y él seguro que aunque ahora en el plano deportivo participando menos, seguro que está ejerciendo de capitán y estará haciendo un papel muy beneficioso para el equipo y para el club. Seguro.

Acaba contrato en junio de 2024. ¿Si ustedes seguirían en el club y se les cuestionara por su renovación, pedirían que siguiera?

Sí. Rotundamente sí. Independientemente de cómo esté, de si juega más o menos. Sí. Igual que pediría la de De Marcos hasta que se jubilase. El aficionado ve el partido y si juega bien o mal, pero los que estamos en la semana, en el día a día, no solamente ves el partido, te quedas con otras muchas cosas. Futbolistas de ese nivel y que llegan los niños del Bilbao Athletic y les arropa, les coge y les dice chavales, esto, tal. Eso tiene un valor incalculable. Balenziaga, que con nosotros ya el segundo año jugó mucho menos, aportaba también de manera increíble. Siempre ahí, siempre, siempre dispuesto a ayudar. Y eso hay que valorarlo también.

Quizá eso no pase tanto en otros equipos, que la gente va más a lo suyo.

—No pasa, no. Y a un capitán en otro equipo le quitas un día y te monta un pollo. Y ya está liada, ya hay malas caras y tal. En el Athletic eso es impensable.

Todos esos pocos son los que hacen del vestuario del Athletic algo distinto y especial. Quizá ahí pueda estar la clave de por qué el club nunca ha descendido a Segunda.

—Vosotros estáis allí y seguís desde fuera el día a día del Athletic, pero dentro es brutal. Yo me emocionaba porque llegabas a entrenar y estaba el Txopo ahí esperándote en la puerta todos los días. ¡Iríbar! ¿Tú sabes lo que es eso? Mi padre alucinaba. Te estaba esperando para darte los buenos días. Y acababa un partido y por lo que sea lo perdías, bajaba al vestuario y siempre tenía la frase adecuada para decirle a un jugador, a Marcelino, a mí. Es que eso es la hostia. Es un valor incalculable tener a Iríbar ahí. Es increíble. Yo me emociono. No hay algo así en otro club. Y es lo que dices, quizá por eso no ha descendido nunca. Seguramente sea así. Eso también suma. Son puntos también, como decimos. El vestuario son puntos. Todo son puntos.

Por lo que cuenta, nada que ver con lo que les tocó vivir en Marsella. ¿Les costó aceptar el reto?

—Nos convenció Pablo (Longoria), el presidente, por la amistad que tiene con Marcelino. Nos convenció el proyecto al final y aceptamos. Es una experiencia nefasta, de decir, pero cómo pueden unos ultras… No se debería permitir que condicionen de esa manera a un club, que es un club que en Francia tiene mucho adepto, pero van a pasar a ser los odiados. Estábamos bien, no habíamos perdido. Nosotros no notábamos nada. Pero la última semana fue terrible. No se puede permitir que amenacen así a las personas. Eso no puede ser.

¿Les pusieron la cruz por caer en Champions?

—No, no. Porque además de aquel partido el público se fue disgustado porque no pasamos, pero hicimos un muy buen partido. Tuvimos tres o cuatro ocasiones clarísimas y caímos a penaltis. Puede ser que hubiera cierto disgusto, pero no fue un detonante para que se aceleraran los acontecimientos como sucedió después. Todas las amenazas que recibieron Pablo Longoria y Javier Rivalta y el resto de los ejecutivos del club creo que no es por el primer equipo. Entiendo que era un poco por toda la gestión. Y tampoco por la gestión como tal, sino porque ellos querían mandar y quizá les habían quitado algo de poder.

¿Llegaron a pasar miedo?

—A ver, miedo no. Sí es verdad que después de eso, pues ya vas un poco… llegas con el coche a la ciudad deportiva, no sabes si van a estar... Si es verdad que sientes un poco… pero solo esos dos días. Fue el lunes y martes, y el miércoles rescindimos. Miedo realmente no pasas, pero estás inquieto. Es inconcebible. El club destina un dinero para las multas de la UEFA.

Y ahora, ¿esperarán al verano o si surge una oportunidad a mitad de temporada la podrían aceptar?

—En el fútbol piensas que no vas a entrenar... ¿Cómo iba a pensar yo que iba a entrenar al Athletic con Marcelino? Y hemos entrenado al Athletic. En el fútbol, en un chasquido cambia todo. Mañana despiden a un entrenador, te llaman, te ofrecen algo que te pueda interesar y vas. Por eso, hay que estar actualizado. Sí es verdad que a lo mejor ir a la Premier a mitad de temporada habría que pensárselo un poco más porque sería nuestra primera experiencia. Hay que dar pasos firmes, sin ir a ver qué pasa. No somos así.

¿Se han planteado trabajar en Arabia Saudí?

—Yo creo que ahora de momento no. Tuvimos opciones antes de ir al Athletic, después del Valencia, para ir a China, pero Marcelino es ambicioso, quiere pelear por títulos, jugar en Europa. Todavía nos sentimos con fuerza y yo creo que él se merece todavía estar en un club con ciertas aspiraciones.

Ahora se les asocia con el Villarreal. ¿Hay algo de real en esos rumores?

—Cada vez que hay un problema en un club, los entrenadores que están fuera suenan y suena Marcelino. Pero bueno, sonamos para el Almería, para el Sevilla… De momento creo que no hay nada y si la hay, se analizará, como la opción del Sevilla, que no nos convencía el proyecto.