La marcha de Aymeric Laporte al Manchester City en los últimos días del mercado invernal de 2018 obligó a la Junta Directiva presidida por Josu Urrutia a mover ficha con celeridad para encontrar un sustituto de garantías para el central de Agen. La lista se redujo a un único nombre: Iñigo Martínez (Ondarroa, 17-V-1991), que se había convertido ya en el líder de la defensa de la Real Sociedad. Idéntico rol que asumió en su llegada al Athletic previo pago de 32 millones de euros, lo que le convirtió, condición que sigue vigente cinco años después, en el fichaje más caro en la historia del club. El conjunto rojiblanco recibió 65 kilos por Laporte e invirtió menos de la mitad en abonar la cláusula de rescisión del de Ondarroa, un acuerdo que se cerró casi sobre la bocina, el 30 de enero de 2018. Ahora, cinco temporadas y media después, con 32 años recién cumplidos, Iñigo Martínez se marcha al Barcelona por la puerta de atrás, tras meses de silencio por ambas partes, club y jugador, pero con un vídeo de despedida lleno de agradecimientos.

Líder dentro y fuera del vestuario, el vizcaino deja una alargada sombra en el Athletic y mucho trabajo a la dirección deportiva, que le deberá buscar un sustituto, toda vez que la cantera no ofrece a corto plazo un recambio de garantías y afrontar la próxima temporada con solo tres centrales –Yeray Álvarez, Dani Vivian y Aitor Paredes– se antojaría arriesgado. Sobre todo, por la escasa experiencia que tienen en la élite tanto Vivian, que solo ha completado dos campañas en Primera División, y Paredes, que únicamente ha participado en una y su presencia ha sido escasa, pues entre liga y Copa ni tan siquiera ha alcanzado los 900 minutos de juego.

La llegada de Iñigo Martínez al Athletic provocó un terremoto en Donostia, donde siguen sin perdonarle al central que cambiara un club por otro. Para el recuerdo quedará la campaña de marketing del club txuri-urdin, que ofreció a sus aficionados la posibilidad de cambiar de manera gratuita las camisetas compradas con el nombre del que fuera icono de la entidad guipuzcoana. Además, en su primer regreso a Anoeta, que se produjo apenas un mes después de su fichaje por el Athletic, los aficionados locales le recibieron al grito de “pesetero” y con billetes falsos de 500 euros en los que figuraba su cara. Es posible que la pitada que recibió entonces aún retumbe en sus oídos.

SIN EUROPA

Su etapa en el Athletic quedará marcada por la incapacidad colectiva para clasificarse para alguna competición europea. En la última jornada de su segunda temporada como león, estrelló en el larguero de una de las porterías del Ramón Sánchez Pizjuán un testarazo que, de haber entrado, habría significado el pase rojiblanco para la Europa League. Pero no hubo manera. Y ya son seis las campañas sin lograrlo.

Además, el central fue el triste protagonista de la final de Copa que el Athletic perdió ante la Real Sociedad en La Cartuja, pues fue expulsado tras cometer el penalti que terminaría dándoles el título a sus excompañeros. Al término del encuentro se comportó con elegancia y fue felicitando uno por uno a cada jugador de la Real y también a su presidente, Jokin Aperribay, pese a que permitió esa bochornosa campaña del cambio de camiseta.

Como contrapunto a aquella derrota en Copa, que se repitió solo dos semanas después, si bien entonces ante el Barcelona, el título de la Supercopa conquistada en ese mismo escenario, La Cartuja, tras haber eliminado en semifinales al Real Madrid y haberse impuesto al Barça en la prórroga de la final.