UANDO a la liga 2021-22 le quedan 90 minutos nada más, sabemos que el Athletic ocupará la séptima o la octava posición en la foto de fin de curso. Esta y no otra es la imagen imprescindible para ponerse a profundizar, analizar y hacer el balance de la temporada, por tratarse de la única competición de obligado cumplimiento año tras año, así como por su sistema. Nada, ningún otro torneo, aporta tanta y tan jugosa información para valorar el potencial y el comportamiento de los equipos. Las 38 jornadas de rigor de las que se compone la liga rara vez mienten porque a ver quién es el guapo que aparenta aquello que no es después de enfrentarse en dos ocasiones a todos los rivales de la categoría y, encima, a lo largo de nueve meses.

En el caso del Athletic, ese pequeño detalle que aún está en el aire, si acabará siendo séptimo u octavo, de entrada supone un condicionante serio en la hora de la valoración del ejercicio. Solo la mejor de las hipótesis otorga el derecho a jugar en Europa la campaña siguiente, meta que se ha revelado inalcanzable en cuatro intentos consecutivos; la otra, sencillamente, prolongaría el sentimiento de resignación cultivado en este tiempo. Al margen de lo que vaya a deparar el domingo, de que huelga mencionar la trascendencia deportiva, económica y anímica que poseería para el club que la cosa saliese bien, en los prolegómenos del Día D no está de más preguntarse si adelantar al Villarreal y en el último suspiro colarse así en el cuadro de honor haría o no justicia al rendimiento ofrecido desde el pasado verano.

Si se admite la objetividad de la clasificación final, lo consecuente será asumir su dictado, pero aquí hablamos de que la resolución de la incógnita será apretada a más no poder, dado que el rival directo del Athletic parte con una ligerísima ventaja, en concreto de un punto. Y son ellos dos quienes, sin más oposición que la que ejercerán el uno sobre el otro y viceversa, deberán solucionar el dilema. Cierto que también se ha de reparar en el papel que jueguen Sevilla y Barcelona antes sus aficiones respectivas, pero no serán ellos los que acaparen foco, al menos de entrada. Luego, según cuáles sean los resultados en el Pizjuán (solo se ha registrado una derrota y seis empates del local) y el Camp Nou (cuatro y dos), es posible que la perspectiva cambie y los anfitriones merezcan una reseña aparte.

Si se aparca la afinidad, supone una complicación decantarse por los méritos del Villarreal o del Athletic, cuyas trayectorias no son comparables pese a que les hayan conducido a este pequeño gran embrollo como si fuesen siameses. Cada cual ha transitado por su camino, con sus distracciones, que si la Champions allí, que si la Copa aquí, y sus vaivenes, la verdad que unos cuantos, para desembocar en un cara y cruz que durante un montón de semanas nadie predijo, principalmente porque el Athletic emitía síntomas de debilidad en aquellos momentos más propicios para subirse a la chepa del Villarreal e, incluso, adelantarle.

En el ámbito de la curiosidad y centrando el tiro en los rojiblancos, acaso sea oportuno reparar en que si al final las cuentas no salen uno de los motivos será el excesivo número de tropiezos en partidos asequibles. Alguien dirá que no existen rivales fáciles, pero puestos a elegir seguro que enseguida asomarían las preferencias si se diese la opción de designar adversario. Curioso es porque ante los conjuntos que le anteceden en la tabla, en teoría más duros de pelar, el Athletic se ha manejado con relativa soltura, tal como dicen los marcadores. Sumó cuatro puntos en sus dobles cruces con Atlético de Madrid, Real Sociedad y Villarreal; ganó uno y perdió otro con el Betis; y le fue peor con el Barcelona, con un punto sobre seis, y Real Madrid, ninguno. Con el Sevilla, cayó en San Mamés por la mínima. Conclusión, los puntos que a fecha de hoy el Athletic pueda echar de menos se extraviaron en duelos sin glamur, contra los que ni sueñan con el billete continental y esto, además de provocar pena, califica el nivel de regularidad del equipo, factor clave para ser competitivo en la liga.

De las reflexiones anteriores se deduce que el Athletic podría haber acreditado con mayor holgura su condición de candidato a plaza europea. Dicho de otra forma: con su rendimiento, el Athletic ha sugerido que está en posesión del potencial preciso para lograr la meta que persigue, pero no ha sabido plasmarlo como la empresa requería. l