El jueves de la semana pasada se celebró una reunión entre Ricardo Barkala y Ricardo BarkalaMarcelino García Toral. El único socio que de momento ha reconocido su voluntad de presentarse a las elecciones del Athletic, promovió el encuentro para conocer de primera mano las intenciones e inquietudes del actual entrenador del Athletic. Sin embargo, al día siguiente, viernes, en rueda de prensa ofrecida en Lezama, el entrenador omitió la existencia de dicho contacto, pese a que se le puso en bandeja la oportunidad de hacerlo público. Además de reservarse esa información, en su comparecencia Marcelino utilizó unas declaraciones previas de Barkala para insinuar o dar a entender que este no le tenía en cuenta de cara a continuar en el banquillo del Athletic, dado que había quedado flotando la idea de que ni se había dirigido a su persona.

En un acto no relacionado con el fútbol en que intervino el miércoles previo, 48 horas antes, Barkala dijo que “mentiría si dijera que no he hablado con varios entrenadores”. Y agregó: “Claro que he hablado. Necesito, a la hora de tomar una decisión, saber la disponibilidad de las personas que me puedan interesar o que veo que son interesantes para el Athletic”. Barkala tenía fijada para el día siguiente una cita con Marcelino y estuvieron juntos. Parece razonable pensar que la charla mantenida se enmarcaba en el proceso emprendido por Barkala, el anunciado la víspera cuando admitió que se estaba moviendo para dar forma a su proyecto deportivo.

O sea que, pese a que en la calle esté muy extendida la convicción de que Marcelino no cuenta en los planes de los presumibles aspirantes a suceder a Aitor Elizegi, pues ninguno de ellos se habría dignado siquiera a llamarle, resulta que no es así. Ha tenido un intercambio de impresiones con uno de los precandidatos (y aquí se utiliza el plural porque se da por sentado que al menos hay otro, Iñaki Arechabaleta, que aún no ha asomado). Barkala quería que Marcelino le transmitiese cuál era su predisposición. Es lo que aseguró que necesitaba conocer, cuando se refirió a los contactos que estaba promoviendo con profesionales del fútbol.

muy tarde

La ausencia de convocatoria electoral oficial en las fechas en que nos movemos, en pleno mayo, a cuatro jornadas de que acabe el campeonato de liga, reduce drásticamente el margen de maniobra del futuro inquilino de Ibaigane. Cuanto más se retrase Elizegi en situar las elecciones en el calendario, menos serán las alternativas accesibles para ocupar el banquillo de San Mamés, al igual que otros puestos de responsabilidad. Y esta realidad, fácil de entender, acaso beneficie a Marcelino, siempre y cuando este desee seguir en el cargo que hoy desempeña. Es decir, en la hipótesis que cabe deducir a partir de los mensajes que emite, como por ejemplo los que desgranó el viernes.

Ahora bien, llama la atención que Marcelino prefiera que la afición ignore que se ha visto con un precandidato, aunque no se haya privado de comunicárselo a gente de su entorno cercano, incluido algún periodista que le sigue la corriente y hace ver que no ha habido nada de nada. ¿Qué impulsa al técnico asturiano a mantener este secreto? Al ser directamente cuestionado sobre si él era uno de los entrenadores que Barkala dijo haber pulsado, de su respuesta se dedujo que no. En sentido estricto no lo era, por cuanto la reunión fue posterior a las manifestaciones de Barkala, pero si para entonces ya habían compartido un rato en privado, callarlo se antoja un modo de negar la realidad y, de paso, colocar a Barkala en una posición que no se ajusta a lo que son los hechos.

“...Con esas declaraciones la verdad es que se dice o nos hace pensar que nosotros no somos la primera opción para ser los entrenadores del Athletic y a la vez nos puede ayudar a tomar una decisión definitiva sobre nuestro futuro en el Athletic”. Así reza la conclusión esgrimida por Marcelino, una vez dejó sentado que no tenía noticias de Barkala. Cualquiera estaría legitimado a opinar que el técnico adopta el rol de víctima en el complejo escenario que precede a las elecciones. Luego, a una pregunta que le planteó si no sentía que le habían faltado al respeto porque se está hablando (Barkala) con otros entrenadores y no con él, respondió que en absoluto: “No, por supuesto que no, porque llevo muchos años en el fútbol y creo, repito, que he sido muy honesto con el Athletic”. Se lo volvieron a poner en bandeja para que desvelase su reunión del día anterior, pero no lo hizo.

¿A santo de qué vino la apelación a la honestidad? Pues a que no había aceptado la oferta de renovación que Elizegi quiso consumar a toda costa porque entiende que “las personas que se presentan a ser presidente deben tener la absoluta libertad para formar sus equipos de trabajo”. Marcelino insistió en realzar que antepuso “los intereses del Athletic” porque podrían, él y sus colaboradores, “haber firmado un contrato, agarrarnos a él. Si nos querían, bien, y si no nos querían menos bien; luego empezar la temporada siguiente y acogernos a ese contrato para cobrar un dinero”. Desde luego, la opción que describió era perfectamente viable gracias al inconsciente empecinamiento del actual presidente, pero Marcelino tiene ya un recorrido y la inteligencia suficiente como para dejarse arrastrar a semejante lío.