En la víspera de jugar en el Coliseum Alfonso Pérez, Marcelino tuvo que dedicar parte de la rueda de prensa a hablar de su futuro en el club más allá de junio, cuando vence su contrato. Dio la sensación de que no le hizo gracia distraer la atención de lo único que importaba en ese momento, el partido con el Getafe, pero en su línea de amabilidad con los periodistas respondió a una serie de preguntas alusivas a declaraciones que Aitor Elizegi había realizado horas antes. El técnico tuvo pues a bien ofrecer su punto de vista: "Ahora no toca hablar de esta situación. Primero porque llevamos seis partidos sin ganar y no es habitual hablar de una renovación del entrenador cuando llevas seis partidos sin ganar". Luego recordó el proceso electoral previsto para el verano con un escueto "se dan unas circunstancias determinadas dentro del club", para concluir así: "Cuando llegue mayo veremos dónde nos quedamos a nivel de progresión en el juego, a nivel competitivo, y sobre todo si conseguimos los objetivos o no".

El sentido común impregnaba las reflexiones de Marcelino. Nada había que objetar a sus palabras, pues es obvia la inoportunidad que entrañaba abordar tan delicada cuestión. De entrada por las fechas, con más de media temporada aún por delante y pendiente de definir el rumbo del equipo, tal como apuntó. Además, al hombre no le entraba en la cabeza que se pusiera sobre el tapete un asunto siempre controvertido justo en el preciso instante en que el equipo acumulaba 44 días sin ganar. Por cierto, comentar que disputadas cuatro jornadas más desde entonces, a efectos clasificatorios la coyuntura no ha experimentado grandes cambios.

Acaso Marcelino no cayó en la cuenta de que al expresar su opinión con total naturalidad estaba dejando en fuera de juego a Elizegi, pero él no tiene la culpa de que el presidente esté dotado de una especial habilidad para meterse en charcos. Este sería uno más en una lista que parece no tener fin.

Se mire como se mire, la iniciativa de renovar al técnico que dirigirá al Athletic la próxima campaña con unas elecciones en junio a las que Elizegi ha decidido no presentarse, según aseguró en la Asamblea del pasado octubre, constituye una intromisión en la labor de los socios que opten a sucederle en Ibaigane. Equivale a inmiscuirse en planificación ajena y, por tanto, complica el proceso de traspaso de poderes, tránsito que la directiva actual defendía que debe acometerse en verano precisamente para que los nuevos dirigentes puedan gestionar el club con sus propios criterios desde el minuto cero de una temporada.

Siendo grave esta manifiesta falta de coherencia, existe otro argumento de peso para censurar este temerario intento de Elizegi por trascender su accidentado mandato. La elección de Marcelino más que una solución se ha revelado como un error de cálculo que se solapó con otro, cual fue haber mantenido a Gaizka Garitano en el cargo más tiempo del que las circunstancias recomendaban. En los casi doce meses que acumula en el banquillo de San Mamés, el técnico asturiano no ha podido enderezar el rumbo.

Los números son tozudos en este sentido, al igual que la imagen del equipo que en general se ha transmitido, a no ser que el brillo de los partidos recientes deslumbre al personal. El fútbol de los rojiblancos ha deparado a menudo registros insuficientes para enganchar a la afición, que no aprecia avances nítidos en aquellos aspectos que reclamaban revisión y mejora. Su ideario no ha cuajado, en absoluto se ha percibido una mejora sustancial. Sintetizar con un coloquial "más de lo mismo" la trayectoria del equipo en el último año se ajusta bastante a la realidad.

De ahí que el propio Marcelino, amparado en la lógica más elemental, exhibiese su perplejidad ante la prensa. Nadie sabe qué ocurrirá de aquí a mayo, pero solo una reacción fulgurante en juego y resultados justificaría a estas alturas de la película acometer una negociación que, tampoco cuesta imaginarlo, probablemente ni siquiera sea de interés para el propio entrenador.

EL CASO DE 2011

De producirse ese salto cualitativo en los próximos meses, podría darse el caso de que algún candidato a presidente asumiese de buen grado la continuidad de Marcelino, pero ni con esa premisa tendría ninguna obligación de hacerlo. Al respecto, no está de más traer a colación un precedente ilustrativo: Fernando García Macua no se atrevió con Joaquín Caparrós, que acababa de clasificar al equipo para la Europa League, a dar el paso con el que amenaza Elizegi y aplazó la renovación del utrerano por respeto al proceso electoral de 2011, del que derrotado por Josu Urrutia, que fichó a Marcelo Bielsa.

La contumacia de Elizegi supera con creces cualquier episodio protagonizado por un inquilino de Ibaigane. Fue a mediados de octubre cuando lanzó la piedra. Luego, ocurrió lo que ocurrió en la Asamblea Ordinaria, pero no se dio por aludido al recibir la reprobación del socio a su gestión. Una vez obtuvo el visto bueno al presupuesto en la Asamblea Extraordinaria se vino arriba y volvió a la carga con lo del contrato del míster.

En octubre defendió su apuesta diciendo que Marcelino "se está enamorando del Athletic, que suele ser el punto de partida para que un entrenador haga carrera". Reflexión que remite a lo de "mirar a los ojos para saber quién es de los nuestros" que puso en circulación en tiempos de campaña. Días atrás, el presidente se puso a disertar en los siguientes términos: "¿Por qué no dejar los deberes hechos si fuese necesario, si hiciese falta?". Una pregunta retórica si no fuera porque antes introdujo estos condicionantes: "Si hay solvencia, si el equipo se consolida, si cumple los objetivos,...". Bueno, pues pese a que a día de hoy el proyecto de Marcelino no cumpla nada de esto, Elizegi, erre que erre, a lo suyo.

Al principio, a su vera sonó como un eco la voz de Rafa Alkorta. También él justificó la operación, aunque en apariciones posteriores ha optado por dar largas. Acaso, desde su posición de empleado con fecha de caducidad, el director deportivo haya caído en la cuenta de que el tema no es de su competencia; vamos, que no procede invadir un espacio que seguramente no le pertenece.

En esta historia superflua sería interesante conocer cómo respira Marcelino, quien como el resto de los mortales se enteró por la prensa de las intenciones de Elizegi. Alberga razones para estar agradecido al Athletic, que le sacó del paro hace un año y le brinda, tanto la institución como el entorno, un trato exquisito pese a que bajo su batuta las sombras se impongan a las luces. Cuando vino a sustituir a Garitano aseguró que su intención era entrenar en el extranjero, una aspiración cabal para quien ha picoteado en un montón de clubes de la liga española y no tiene fácil acceso a los tres o cuatro punteros. Por otra parte, aun siendo posible que se haya enamorado del Athletic, lo que no es difícil ni estando fuera, asimismo ha comprobado la exigencia que conlleva triunfar en su banquillo. Lo que vendría a ser, por ejemplo, ejecutar una transición generacional sin dejar de mirar a Europa.

En los casi doce meses que acumula en el banquillo de San Mamés, Marcelino García Toral no ha podido enderezar el rumbo

Sintetizar con un coloquial "más de lo mismo" la trayectoria del equipo en el último año se ajusta bastante a la realidad