Será algo común en el fútbol la tendencia a extraer conclusiones a partir de lo que dan de sí una serie de partidos o del hecho de encadenar unos resultados, buenos o malos, pero desde luego es una práctica muy habitual en el entorno del Athletic. Puede que se trate de un vicio imposible de eludir a causa de la pasión o la vehemencia con que se vive cuanto ocurre alrededor del balón. La tentación de pontificar sobrevuela constantemente al equipo y en los últimos días, después de las actuaciones ante el Villarreal y el Espanyol, se escucha que por fin el equipo ofrece muestras de su auténtico potencial. Se lee que todo empieza a encajar, que la propuesta de Marcelino García cobra forma, que sus predicciones son ya una realidad tangible y que, en consecuencia, existen sólidas razones para confiar en que el Athletic oposite por fin a los objetivos que se propone.

En el curso de unos pocos días, el panorama ha experimentado un cambio sustancial. Se diría que el Athletic amagaba y no terminaba de convencer. Aunque los marcadores fuesen más que aceptables, el juego no enganchaba por encorsetado e ineficaz, especialmente de mitad de campo hacia adelante. Pragmático era, pero el espectador aspira a que de vez en cuando le alegren la vista con algo más que disciplina, derroche físico y muchas ganas. Esta era la tónica que el Athletic ofrecía desde agosto, pero de repente asoma una versión distinta. No más agresiva, pero sí más ambiciosa, más valiente, que da cabida a otro tipo de acciones que desembocan en peligro y emociones que se echaban de menos.

El asunto es que enseguida, como se ha señalado, en cuestión de tres días, se ha percibido un salto cualitativo. Un par de partidos que ni siquiera se han saldado con sendas victorias, pese a que hubiese sido el balance más lógico, han servido para despejar dudas y desvirtuar reticencias que reclamaban alguna clase de reacción. Con alabar constante y justificadamente la capacidad del equipo sin la pelota, no bastaba para que el personal se sintiese identificado y feliz. Y al margen de lo que opine la gente, está más que comprobado que blindarse no es una garantía de éxito y eso era lo único que estaba distinguiendo al Athletic. Ahí están las últimas campañas con sus estadísticas para corroborar que con un perfil que prioriza en exceso el trabajo defensivo, las opciones de asentarse entre los mejores son exiguas, por no decir que inexistentes.

A la vuelta de un dilatado e inusual período sin competición, tres semanas para comerse la cabeza, ha irrumpido un Athletic diferente. Quizá fuese que Marcelino realmente debía disponer de un margen extra para pulir conceptos, que con la pretemporada no le alcanzó para imbuir a su tropa la idea que le rondaba en la cabeza. Lo cierto es que además de conservar la fiabilidad en la contención, el equipo ha agregado a la propuesta una mayor profundidad. Se protege, pero no solo sin balón, si no que explota la posesión para someter al contrario como no solía hacerlo. Insiste en percutir, la distribución se ha agilizado y ganado en precisión. Producto de ello crea más situaciones propicias para marcar. De acuerdo en que su índice de acierto le sigue penalizando, fue patente en el RCDE Stadium, donde opositó seriamente a una goleada de escándalo, pero la impresión, al igual que frente al Villarreal, resultó incomparable.

Ahora está por ver si este arranque posee consistencia o es un episodio pasajero. Hay quien se ha apresurado a cantar el definitivo despegue del proyecto Marcelino. Pudiera pensarse que el plan del asturiano ha calado en el vestuario después de muchos meses alternando amagos y decepciones. En principio, los últimos 180 minutos aportan argumentos para afirmar que el Athletic se halla en su mejor momento desde que el actual responsable se hiciese con las riendas. Hombre, bastante más brillante y llamativo fue lo ocurrido en enero en la Supercopa, un éxito rotundo y con un título por medio, que son palabras mayores. Sin embargo, el tiempo demostró que aquello fue un golpe de fortuna, un pico que careció de continuidad y al que siguió una larga travesía donde se combinó la mediocridad con estrepitosos patinazos.

el derbi

Lo recién presenciado no sería el fruto de la casualidad, sino de un proceso de casi un año, un plazo razonable para que el librillo de Marcelino, o de cualquier entrenador, obtenga la plasmación correspondiente. Y en este contexto positivo, llega la visita a Anoeta. Lo que allí suceda no será trascendental para el global de la temporada, ni tendría sentido vincularlo al episodio de la Copa, pero qué mejor piedra de toque para saber de verdad dónde se encuentra el Athletic.

el 19 de noviembre a las 21.00 horas

Ante el levante, otra vez viernes

Visita al Ciutat de València. LaLiga dio a conocer ayer las fechas y los horarios de los partidos correspondientes a la décimo cuarta jornada del campeonato, en la que el Athletic visitará al Levante después del parón liguero por los compromisos internacionales de las selecciones. El conjunto de Marcelino García Toral jugará ante el equipo granota el 19 de noviembre, por lo que enlazará su segundo viernes consecutivo, ya que dos semanas antes, ante el Cádiz en San Mamés, pugnará por los tres puntos el mismo día de la semana. La hora del encuentro frente al Levante también tiene miga, ya que por sexto partido consecutivo el Athletic saltará al césped a las 21.00 horas.