MARCELINO García Toral (Villaviciosa, 14-VIII-1965) regresa este jueves a Valencia, ciudad en la que ha dejado una huella imborrable. Si no en toda, sí al menos en una gran parte de la misma, la que vive y sufre con el Valencia. El técnico asturiano se juega esta noche seguir haciendo historia con el Athletic, club con el que se comprometió oficialmente hace ahora dos meses, y lo hará curiosamente ante el equipo con el que durante dos temporadas vivió intensos derbis. El Levante de su buen amigo Paco López, con quien coincidió en el Villarreal, es la última piedra en el camino del conjunto rojiblanco en sus aspiraciones por alcanzar su segunda final de Copa consecutiva, que sería la tercera seguida de Marcelino, y que curiosamente se celebrará solo dos semanas después de la esperadísima cita ante la Real Sociedad en La Cartuja. Idolatrado por la afición ché, que aún llora su despido, especialmente por las formas del mismo, hoy podría darles una alegría eliminando al conjunto granota en las semifinales del torneo del K.O.

Si hay una persona en el mundo del fútbol que conoce bien a Marcelino, ese es Paco Camarasa (Rafelbunyol, 27-VII-1967), quien fuera delegado del Valencia durante las dos exitosas temporadas del asturiano al frente del Valencia. Marcelino llegó a un equipo que había finalizado la temporada 2016-17 en la décimo segunda plaza, a 17 puntos de distancia del Athletic, que fue séptimo, y clasificó al equipo ché en cuarta posición en dos años consecutivos; en el último, además, conquistó la Copa ante el Barcelona.

“Cambió la mentalidad del equipo”, sostiene Camarasa, icono del Valencia y uno de los futbolistas que en más ocasiones ha defendido su camiseta. Algo parecido logró el asturiano nada más llegar al Athletic, club con el que conquistó la Supercopa en su tercer partido. “Cuando llegó al Valencia, y me consta que en el resto de clubes ha sido igual, pidió trabajo y disciplina. Profesionalidad, en definitiva. Él es así, un profesional, y es lo que les exige a sus futbolistas, que vivan por y para el fútbol. Sus entrenamientos son intensos, tiene control en la comida, en los horarios… Quiere que todo el equipo esté unido y eso seguro que en Bilbao lo ha tenido mucho más fácil por la idiosincrasia del Athletic. También le gusta involucrar a todo el mundo en el grupo: desde los fisios a los chóferes del autobús”, relata el exvalencianista.

Lejos de que esa exigencia pueda provocar malestar en la relación entre la plantilla y el entrenador, lo que Marcelino consigue es todo lo contrario, como así lo demuestran, por ejemplo, las imágenes que se pudieron ver hace pocas semanas tras la finalización del partido de liga entre el Athletic y el Valencia en San Mamés, en las que se vio cómo los jugadores valencianistas y el propio técnico charlaban cariñosamente en la zona de los banquillos.

“Consigue una buena relación por la cercanía que tiene y lo sincero y llano que es. Te trata de tú a tú. Procura ayudar a la gente también en los problemas que puedan tener fuera del campo para que vaya todo sobre ruedas dentro del equipo. Habla muchísimo, pero no tiene problema en escuchar a la gente. Está pendiente de todo. Parece que no, pero lo controla todo. Tiene una gran capacidad de concentración”, expone Paco Camarasa.

Persona con principios

El que fuera delegado del conjunto ché pone en valor no ya solo esa cercanía en el trato de Marcelino, también su forma de ser, su carácter, y que sea una persona con principios, un hecho que le jugó una mala pasada en el Valencia, hasta el punto de que las tiranteces con los propietarios propiciaron su despido de la entidad del Turia pocas semanas después de haber ganado la Copa. “El problema es que él no cambió. A lo mejor si hubiera cambiado no le habrían echado. Seguía con sus principios e ideales de lo que él quería y pensaba que era lo mejor para el club. De ahí sus problemas”, relata Camarasa. Una forma de ser que aplaude el exdelegado: “Para mí, en eso, chapeau por él. Para quitarme el sombrero. Evidentemente le pasó factura, pero habla muy bien de él que se mantuviera íntegro”.

Esas tiranteces con los dirigentes de la entidad valenciana también afectaron al exjugador del Valencia. “Fue una situación surrealista. Creo, porque no me han dicho nada, que me echaron por llevarme bien con él (con Marcelino). Si hubiera fallado en mi trabajo podría ser por eso, pero no fue así. Uno de los detonantes fue la relación que tuve con Marcelino, pero era mi obligación, como delegado, tener una buena relación con él y con cualquier otro entrenador. Volvería a hacer lo mismo”. Su etapa como delegado en el club en el que cumpliendo distintos roles estuvo casi 40 años, acabó en agosto de 2020.

Relación cercana

Aunque el último año ha estado marcado por la pandemia y a pesar de que la relación laboral entre Marcelino García Toral y Paco Camarasa concluyó hace ya casi dos años, ambos siguen manteniendo muy buena relación a día de hoy. Sin ir más lejos, el viernes pasado se acercó al hotel de concentración del Athletic en Valencia para saludar a sus colegas.

“Hablo a menudo con él y con el resto de los miembros del cuerpo técnico. Antes no hablaba de fútbol con Marcelino, pero ahora que no trabajo con él sí comentamos alguna cosilla más al respecto”. También hablan de gastronomía. “Sí, de eso mucho. La primera excursión que pueda hacer cuando tengamos un poco de libertad de movimientos será a Bilbao”, relata entre risas.

En la capital vizcaina se reencontrará con Marcelino, de quien asegura, aunque sin entrar en demasiados detalles por ser conversaciones que se ciñen al ámbito privado, que se encuentra “muy contento y a gusto” en el Athletic. “Se ha encontrado con un grupo humano formidable y en lo que he hablado yo con él me transmite que está muy a gusto”. La huella de Marcelino.