La directiva de Aitor Elizegi logró sorprender a propios y extraños con el anuncio de la destitución de Gaizka Garitano hora y media después de que finalizase el partido con el Elche. Una iniciativa que seguro comparte un amplio sector de la afición, pero cuya ejecución no se entiende muy bien precisamente en el día de ayer, después de una victoria, a pocas horas de recibir al Barcelona y en el marco de una semana que concluye con la visita al Wanda Metropolitano, feudo del líder. Aunque Ibaigane se limitó a publicar una breve nota de despedida del técnico vizcaino, de inmediato salió a la palestra el nombre de su relevo, Marcelino García Toral, sin trabajo desde su despido del Valencia en septiembre de 2019, después de conquistar frente al Barcelona el título de Copa, el único en su larga carrera en la élite. El fichaje del asturiano hasta junio de 2022 se confirmó oficialmente a las 22:30 horas.

Para interpretar el paso dado por Elizegi, cuyo último mensaje de apoyo incondicional a Garitano aún resuena en los oídos del socio rojiblanco, es inevitable remitirse a la reciente Asamblea General, celebrada justo hace una semana. El tremendo revés sufrido por la directiva, que perdió cada una de las votaciones y las dos relativas a los números del club por goleada, se gestó en mitad de un clima muy crítico con frecuentes referencias a la marcha del primer equipo y, en concreto, a la figura del técnico. En la cumbre telemática se escenificó el profundo malestar que se palpa en la calle y del que los inquilinos de Ibaigane se habían mantenido a salvo gracias a que las puertas de San Mamés llevan cerradas al público desde marzo.

En vista de cuáles eran los argumentos más repetidos de los compromisarios para oponerse a sus balances y planes (además del tema deportivo, las filtraciones constantes), parece obvio que la directiva ha considerado que necesitaba dar un golpe de timón a fin de procurar un ambiente menos adverso de cara a la Asamblea Extraordinaria, aún sin fecha fijada. Eran muchas semanas, meses, de decepciones deportivas que Elizegi había capeado con silencios que se mezclaban con filtraciones en torno al futuro de Garitano, transmitiendo una sensación de auténtico desgobierno. Prolongar más la deriva se antojaba muy peligroso para la estabilidad institucional y es en este contexto donde encajaría el comunicado emitido ayer.

Han sido unas cuantas las oportunidades, al menos sobre el papel, más favorables para intervenir en la dirección técnica del equipo. Sin embargo, la directiva ha dilatado los tiempos por razones que se escapan a la lógica. Era palmario que el proyecto de Garitano estaba condenado, que tenía fecha de caducidad a la vista de su incapacidad para lograr que se produjese una reacción sólida. La plantilla se había instalado en un limbo futbolístico, ofrecía un juego sin atractivo que le abocaba a vaivenes sin justificación aparente. Jornada tras jornada su errático comportamiento, además de alimentar el malestar del entorno, constituía un misterio de compleja digestión.

debate interno La primera vez que en el seno de la junta se cuestionó de forma explícita la continuidad de Garitano fue en vísperas de la visita del Sevilla. El Athletic ganó con remontada en el tramo final, pero cayó luego en Valladolid y en el viaje de vuelta de los directivos volvió a suscitarse el asunto con vehemencia. Tras el enésimo parón liguero, el equipo recibió al Betis, al que goleó. Ese 23 de noviembre, Marcelino García ya había sido contactado y siguió atentamente lo que se cocía en San Mamés. Tenía las maletas preparadas.

El asturiano no era la primera opción que manejaba el director deportivo. Rafa Alkorta apostaba por recurrir a los servicios de Joseba Etxeberria, hoy a cargo del filial, una alternativa que los directivos rechazaron de plano. Alkorta hizo asimismo un intento por convencer a Ernesto Valverde, pero recibió la negativa por respuesta. Había que intentarlo, aunque Valverde ya ha cubierto un ciclo largo en Bilbao al lado de Urrutia, un presidente de su confianza, sin olvidar que acumula también experiencias desagradables con otros mandatarios, alguna en casa. Su postura era previsible. El tercer paso fue contactar con Marcelino, pero Garitano siguió salvando ultimátums, lo que situó a la entidad en una dinámica incomprensible. No obstante, Elizegi se mantuvo en su inacción hasta que llegó el sopapo de la Asamblea.

Otro probable factor desencadenante de la noticia sería la presión que haya podido ejercer Marcelino, un tanto cansado el hombre de esperar acontecimientos mientras el calendario avanza y su margen de maniobra se estrecha. Su disposición estaba siendo puesta a prueba por la táctica del avestruz que guía a Elizegi. Después de casi dos meses pegado al teléfono, no sería extraño que hubiese pedido al Athletic que se definiese de una santa vez.

Y por último, no es desdeñable que Ibaigane haya estirado tanto el chicle porque a la vista del estado de las finanzas elude un problema, dado que ahora la operación del cambio de entrenador se computa en el balance del recién estrenado 2021. El traspaso de poderes en el banquillo no será barato, Marcelino gasta un caché elevado.