NA muy grave lesión de rodilla dejó a Iker Muniain en el dique seco durante un buen puñado de meses en 2015. Tantos como siete estuvo el navarro apartado de los terrenos de juego, caído en la batalla en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán una tarde primaveral de 2015. Allí sufrió los sinsabores del fútbol, su lado más amargo, el que apenas se ve, pues no genera tantos titulares. En circunstancias así un futbolista pasa a un segundo plano, sale del foco diario de los entrenamientos y los partidos y se refugia en el gimnasio mientras aguarda con ansia iniciar el siempre complicado y tedioso el proceso de recuperación. Lloró desconsolado por el dolor, por verse obligado a un larguísimo camino de vuelta, un llanto totalmente distinto al anoche, también en la ciudad andaluza, a unos pocos kilómetros de donde se rompió la rodilla izquierda hace casi seis años. Convertido en capitán del Athletic, tras casi doce años en el primer equipo, suyo fue el privilegio de alzar al aire el trofeo que acredita a los leones como supercampeones. No pudo participar en la Supercopa de 2015, pues se hallaba pleno proceso de recuperación, pero anoche su participación en el partido fue clave. Pese a su ausencia, se grabó en la piel el trofeo, que luce en el gemelo de su pierna derecha. Ahora, tendrá que pedir cita para tatuarse también la izquierda.

En medio de un calendario apretadísimo, que no dejará casi tiempo para los festejos -el jueves, sin ir más lejos, el equipo iniciará su andadura en Copa-, seguro que Muniain encontrará un hueco en la agenda para ponerse en manos de su tatuador habitual. Si el navarro sigue el mismo proceso de 2015, la pregunta es casi obligada, ¿dónde se tatuaría el trofeo de la Copa en caso de que el próximo 4 de abril se imponga a la Real Sociedad? Ya habrá tiempo para pensar en ello, pero seguro que guarda un lugar especial en su cuerpo para ello.

De momento toca disfrutar del presente, que pasa por el título de la Supercopa logrado anoche en Sevilla. El anterior, el de 2015, lo logró el conjunto rojiblanco en Barcelona, donde hizo valer la goleada del encuentro de ida con un empate a uno que supo a gloria. Allí, en un acto a ras de césped, bastante triste y que dio la sensación de improvisado, Carlos Gurpegi fue quien recibió de manos de Ángel María Villar el trofeo. El domingo, a pesar de que La Cartuja no pudo acoger público en sus gradas, la impresión fue otra bien distinta, mucho más cercana y calurosa pese al frió sevillano de estos días. Pero fue también otro navarro, Muniain, el encargo de recibir de manos de la vicepresidenta de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Elvira Andrés, el trofeo.

partidazo

Ese instante fue el colofón (casi) final a una noche histórica, que se alargó durante horas en el hotel de concentración del Athletic. Antes, durante dos largas horas de sufrimiento, tanto para los futbolistas como para la afición, que siguió desde la lejanía el choque, el conjunto rojiblanco ofreció un ejercicio de máxima entrega y sacrificio por un objetivo común, ser campeones. Puso mucho de su parte Iker Muniain, muy activo en ataque y, especialmente, porque sin duda alguna no es donde mejor desempeño ofrece, en labores defensivas.

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Celebración de los jugadores del Athletic de la Supercopa

El capitán hizo una lectura perfecta del partido, entendió a las mil maravillas lo que el choque exigía en cada momento. Comenzó pegado a la banda derecha, donde frenó al siempre ofensivo Sergiño Dest, y lo acabó en punta acompañando a Asier Villalibre, a quien asistió para que este hiciera el gol del empate en el minuto 90 del encuentro.

La llegada de Marcelino García Toral al banquillo parece haberle dado un nuevo aire no solo al equipo, sino también al futbolista navarro. Si es capaz de mantener el nivel ofrecido en las citas ante el Real Madrid y el Barcelona, solo hay motivos para el optimismo. Por lo pronto, el capitán conquistó anoche su segundo título como león. Deberá pedir cita para tatuarse el gemelo izquierdo e imitar al derecho y pensar dónde quiere que luzca el trofeo de Copa. Su próximo reto.

Muniain recogió anoche el trofeo de la Supercopa, un torneo que en 2015 no pudo disputar debido a una grave lesión en su rodilla izquierda