Criticar la trayectoria del Athletic en el campeonato de liga cobra mayor sentido tras asistir a su última actuación. El fundamento de la censura radica en que la plantilla de Gaizka Garitano atesora potencial suficiente para competir ante rivales de todo pelaje con serias opciones de éxito. Lo que fue capaz de hacer en inferioridad numérica frente al Madrid lo demuestra. Si se pensase que realmente los rojiblancos solo pueden dar el nivel, entre discreto e insuficiente, de tantas jornadas carecería de sentido exigirles mejores resultados, pero resulta que de repente ofrecen un rendimiento que reaviva el orgullo de la afición contra el peor enemigo y en las peores circunstancias, con un jugador menos prácticamente desde el inicio. Lo que el Athletic brindó en la noche del martes queda fuera del alcance de la mayoría de los equipos de la categoría, como bien señaló el entrenador: "Cualquier otro hubiera perdido por goleada aquí".

La reflexión anterior impide por lo tanto meter en el mismo saco la derrota de Valdebebas y las registradas en Los Cármenes, Mendizorrotza, El Sadar, el Nuevo José Zorrilla o las sufridas en San Mamés con el Cádiz o el Celta. Mientras contra el Madrid compareció un grupo sólido, ambicioso, ejemplar en múltiples facetas, en el resto de partidos perdidos la versión del Athletic dejó bastante que desear. Y en este análisis no cabe obviar la entidad de los verdugos que supieron rentabilizar no solo las pifias de fulano o de mengano, sino un fútbol triste o acusados altibajos corales.

Es demasiado evidente la distancia que en términos de calidad separa al colectivo que dirige Zinedine Zidane de esos seis equipos que se llevaron los tres puntos gracias al errático funcionamiento del Athletic. Y aunque sea hablar en clave de hipótesis, sería razonablemente admisible concluir que un Athletic como el que se partió la cara y puso en apuros a los merengues, difícilmente tendría a estas alturas una cifra de derrotas tan abultada en su balance.

El manoseado argumento de que los partidos se le escurren al Athletic por culpa de detalles, en concreto por errores puntuales cometidos por sus futbolistas que suelen traducirse en goles en su portería, es indefendible. Por sí solo no explica que celebrados trece encuentros sume únicamente catorce puntos. El martes, Raúl García cometió un fallo grave cuyo influjo en el partido no es comparable a un despiste o una decisión equivocada que se traduce en un gol en contra. Nada puede ser peor que disputar ochenta minutos en inferioridad justo el día en que se visita al Madrid. Sin embargo, el equipo dio la talla, nunca se resignó, perseveró en la búsqueda de un premio que acarició empatando a uno y fabricando una oportunidad de oro para forzar una segunda igualada en el tiempo añadido.

No se recuerda que en ninguna de todas esas jornadas previas que acabaron en disgusto, hubiera ocasión de identificarse y emocionarse con la actitud y el fútbol del Athletic, como pasó ante el Madrid. En definitiva, abonarse a la teoría del detalle para englobar cuanto ha dado de sí la temporada al amparo del buen espectáculo brindado en Valdedebas no es sino una forma de escurrir el bulto. Hacer tabla rasa equivale a negar tercamente que más allá de los famosos errores aislados, al Athletic le ha condenado su falta de entereza y recursos para gestionar con ciertas garantías de éxito compromisos que, se miren como se miren, eran asequibles.

el hilo

El Athletic no fue superior a Granada, Cádiz, Alavés, Osasuna, etc. Quizá no fuera inferior a ellos, no lo fue por ejemplo en Valladolid, pero desde luego tampoco enseñó un repertorio que infundiese respeto, intimidase o convenciese. Alternó fases esperanzadoras con bajadas de tensión, renunció al gobierno del juego con excesiva facilidad, a veces pareció especular con un incierto empate y por supuesto su producción ofensiva le mantuvo siempre pendiente de un hilo. Hilo que en efecto se ha roto demasiadas veces por un lapsus de concentración, ya fuera colectivo o individual. Pero hubiese sido improbable que esto último incidiese de manera fatal en el desenlace de haber cumplido el equipo en facetas del juego para las que está perfectamente dotado. Se ha visto el martes o en días sueltos, siendo el del Betis el exponente más rotundo.

La "personalidad" a que se refería Garitano para alabar el trabajo desplegado frente al Madrid no puede improvisarse, no es una virtud que cae del cielo o brota de la noche a la mañana. El aliciente del clásico, por sí mismo, no puede obrar semejante milagro. Llegados a este punto, la gran pregunta es ¿por qué entonces al cabo de cuatro meses esa "personalidad" se plasma con cuentagotas? Habrá quien apunte a la anómala pretemporada, con sus malos rollos en forma de contagio masivo, el eco de la frustrante liga-exprés a caballo entre junio y julio o el papelón de diversos estamentos del club a cuenta de Llorente y demás asuntillos poco edificantes, como trabas para la correcta preparación del curso. Todo ello habrá pesado, igual que la severa presión ejercida sobre el entrenador, pero convendría ir aparcando excusas y medias verdades. Cerca ya del ecuador liguero, el Athletic debe empezar a exprimir su auténtico potencial y enderezar el rumbo.

SORTEO DE LA SUPERCOPA

MADRID O BARÇA, EL RIVAL DEL ATHLETIC

No habrá derbi en semifinales. El Athletic conocerá este mediodía su rival en las semifinales de la Supercopa, donde no podrá enfrentarse a las primeras de cambio con la Real Sociedad. La Federación Española de Fútbol celebrará una asamblea extraordinaria en la que hará, sin público y siguiendo los requisitos establecidos en el protocolo covid-19, el sorteo de los emparejamientos. Los emparejamientos se definirán por sorteo de tal forma que uno de los finalistas de la Copa se enfrentará al Real Madrid y el otro al Barcelona. El primer cruce se disputará el 13 de enero, el segundo al día siguiente y la final el domingo 17. Las sedes de los partidos, que este año por la pandemia no serán en Arabia Saudí, también se anunciarán oficialmente. Suenan Córdoba y Málaga para albergar las semifinales y La Cartuja de Sevilla para la gran final, el mismo escenario previsto para la cita copera entre Athletic y Real prevista para abril.